Desde hace ya varios días nuestro país vive una situación completamente excepcional en la que la llegada del COVID-19 y la necesidad de parar la curva de contagios ha llevado a que se declarara el Estado de Alarma, prohibiendo cualquier reunión social y obligando a que nos quedemos en casa excepto para tareas imprescindibles como hacer la compra o ir a por medicinas.
Esto se ha traducido en que nuestro estilo de vida ha cambiado por completo de un día para otro y en que, además, hemos tenido que cancelar - o tendremos que hacerlo - muchos de los planes que teníamos para las próximas semanas y meses. Entre ellas, muchas parejas han tenido o tendrán que aplazar próximamente sus bodas.
Cuando tienes que cancelar algo que has planeado con esfuerzo y cariño
A muchos se nos habrán cancelado reuniones de trabajo, de amigos, cumpleaños, conciertos y otras actividades sociales y deportivos. Es habitual que en estos casos, especialmente cuando llevamos mucho tiempo esperándolo, aparezca cierta frustración, enfado, tristeza y sensación de impotencia.
En el caso de las bodas esto es todavía más intenso. En parte porque el gasto económico que una boda implica suele ser bastante grande y si nos permiten aplazarla sin perder el dinero de lo contratado puede ayudar, pero si no es el caso, la perdida económica puede ser muy grande.
Pero no solo eso, sino que el tiempo, esfuerzo e ilusión puestos en las bodas son muy altos. La mayoría de las parejas pasan alrededor de un año planeando sus bodas, dedicando muchas horas a la organización y movilizando a sus familiares y amigos. Por ello, tener que cancelar o aplazar una boda en una situación así, aunque es lo correcto y necesario dadas las circunstancias, supone una importante fuente de estrés, pena y frustración.
Poner nuestra prioridades en orden
Yo misma estoy comenzando a organizar una boda para el año que viene y cuando estamos metidos en estos preparativos parece que no hay nada más importante. Por eso estos días es importante que nos paremos a poner nuestras prioridades en orden y a darles cada una el valor que tienen.
Probablemente, para todos, sea una prioridad la salud y el bienestar de sus seres queridos, a la celebración de la boda. Tener esto en mente hará que sobrellevar el tener que aplazar la boda, aunque duro, sea más llevadero. Cuando todos estemos seguros y a salvo podremos celebrarla con más ganas que nunca.
Aceptar y no juzgar nuestras emociones
Por supuesto todos somos conscientes de lo que nos estamos jugando estas semanas y que lo más importante es cuidar nuestra salud, la de nuestros queridos y la de todos los que estén a nuestro alrededor. Que tengamos esto claro no quiere decir que no puedan aparecer las emociones negativas ante la idea de tener que aplazar nuestra boda.
Que tengamos estos sentimientos, nos enfademos, nos pongamos tristes o sintamos que es una injusticia, no quiere decir que no comprendamos lo anterior ni que seamos egoístas. Es comprensible y habitual que tengamos emociones negativas y es importante que las aceptemos, seamos comprensivos con nosotros mismos y no nos juzguemos.
Ir día a día
En el caso de las personas que se casan más adelante este año o los que nos casamos el año que viene, las dudas pueden no estar tan centradas en el momento, sino en lo que ocurrirá en el futuro. ¿Cuánto va a durar esto? ¿Cuánto tiempo después de que acabe el aislamiento tendremos que pasar sin poder hacer reuniones grandes? ¿Podrán soportar todas las empresas que teníamos contratadas la situación económica? y un largo etc. de preguntas.
Ahora mismo no podemos responderlas e intentar hacerlo solo nos generará ansiedad, por no tener respuestas y no poder, por tanto, aplicar soluciones. Por eso es importante que intentemos vivir en el día, sin adelantar acontecimientos y esperando a que llegue el momento para ver cuál es la situación. En ese momento, junto con nuestra pareja, tendremos seguro las herramientas para enfrentar y solucionar la situación que se nos presente.
Tener un plan B
Hablando personalmente, la verdad es que no quiero tener ni que plantearme la posibilidad de que las consecuencias de esta pandemia sean tan grandes que necesite aplazar mi boda. Sin embargo, siendo realistas esto puede suceder. Admitirlo no quiere decir que nos tengamos que resignar, sino que tengamos algo en la recámara que nos ofrezca cierta paz y calma por si todo no sale tan bien como esperamos.
Plantearnos un plan B nos permitirá asegurar esas herramientas que hablábamos antes. No se trata de darnos por vencidos y adelantar acontecimientos, sino de tener una opción alternativa. Al menos decidir si cancelaríamos o pospondríamos. Si elegiríamos casarnos solos y más tarde hacer una celebración grande y con qué cosas ya contamos seguro y de qué podríamos prescindir en caso de ser necesario.
Si ya la hemos aplazado: toca centrarse en la próxima fecha
El primer paso es intentar expresar y procesar nuestras emociones negativas, la desilusión y las frustraciones. Una vez hecho esto, puede ser de ayuda intentar buscar el lado positivo. En este caso, parece difícil encontrárselo, pero la realidad es que el lado positivo de tener que aplazar la boda ahora es que nos aseguraremos de no poner en riesgo a ninguno de nuestros seres queridos y de no tener que lamentarnos después. Además de estar cumpliendo con las restricciones de seguridad marcadas por el Gobierno.
Y este no es el final. Hay una luz al final de este camino: la nueva fecha de nuestra boda. Es importante que no perdamos eso de vista y nos centremos en ella. Podemos aprovechar para hilar detalles que tal vez no teníamos cerrados del todo, intentar para esta fecha esas cosas a las que tuvimos que renunciar en la primera por problemas de tiempo o suministro y disfrutar de tener algo más de tiempo para pulir todos los detalles.
Imágenes | Sexo en Nueva York, Mamma mia