Durante los últimos años ha rodado por Internet una imagen preciosa de un jarrón roto y pegado pieza por pieza utilizando laca de oro. De esta manera, las grietas - o cicatrices - del jarrón no solo no se disimulan, sino que se remarcan y se convierten en algo hermoso.
Esta técnica recibe el nombre de Kintsugi y consiste en una forma tradicional japonesa para arreglar las cerámicas. Esta técnica se ha ido llevando a otros aspectos de la decoración gracias a su potente efecto visual. Podemos encontrarlo en los típicos jarrones, pero también en platos, en boles, en cojines, en ilustraciones e, incluso, como diseño en las manicuras más actuales.
Kintsugi como una filosofia de vida
La idea de recomponer las grietas de manera que no solo no se escondan, sino que se cree algo hermoso de ellas ha ido todavía más lejos y es, ahora mismo, una bella metáfora de la resiliencia y, para algunos, una filosofía de vida.
Y es que todos tenemos heridas y cicatrices, pero estas no solo no tienen por qué ser algo feo que esconder sino que, al contrario, pueden hacernos más hermosos a nosotros y a nuestra historia. El Kintsugi o la resiliencia implican que no solo podemos reparar nuestras heridas, sino que podemos salir reforzados y mejorados de ellas.
Dejar de esconder por donde nos hemos roto
Si hay una certeza en la vida es que todos nos hemos roto o nos vamos a romper en algún momento de la vida. De hecho, probablemente nos rompamos más de una y de dos veces. Sin embargo, no todas las personas nos enfrentamos igual a estas heridas.
En ocasiones tendemos a esconder nuestro dolor y las cicatrices que nos han ido quedando. Por miedo, por vergüenza, por necesidad de olvidar o por no querer enfrentarnos a lo que nos hizo daño. No disponemos de las herramientas para tratar con ello y nos da miedo que los demás puedan ver por dónde nos hemos partido.
El problema es que escondiéndolo no podemos aprender de ello. Si lo tapamos y no dedicamos el tiempo suficiente a curarnos, a enfrentarnos a ello, a reflexionar y reconstruirnos, la herida seguirá debilitándonos y, probablemente, aunque de manera leve, siempre siga sangrando.
Nuestras cicatrices también nos hacen bellas
Sin embargo, la resiliencia el Kintsugi van de todo lo contrario: consisten en aprender de los problemas y de las experiencias negativas. Supone reflexionar sobre ellas, no escondernos y recomponernos. No nos estaremos limitando a sobrevivir, sino que saldremos reforzados y mejorados de nuestras heridas.
Porque no solo no son una vergüenza ni una debilidad, sino que son parte de lo que nos hace humanos y cuentan nuestra historia. Por aquí nos hemos roto, pero así nos hemos vuelto a construir y hemos salido más fuertes, más listos y mejores para nosotras mismas.
Nuestras cicatrices, las externas y las internas, cuentan nuestra historia, las cosas a las que nos hemos enfrentado y todo lo que hemos conseguido superar. La aceptación, la comprensión, la determinación y el tiempo son la laca de oro que van recomponiendo nuestros surcos.
El resultado son la hermosa prueba de la capacidad de curación, de superación y de resiliencia que tenemos los seres humanos. Y es que todos nosotros tenemos la capacidad de superar el mayor de los daños. En algunos casos tal vez necesitemos pedir ayuda para saber cómo recomponernos y un psicólogo será el artesano que nos enseñe cómo unir las piezas.
Cuando somos capaces de superar y salir reforzados de las situaciones que nos han dañado, deja de tener sentido esconder las cicatrices. Toca lucir con orgullo la composición tan bella que hemos conseguido crear con nuestra propia voluntad porque nos hacen más bonitas que nunca. Querámonos y apreciémonos como somos, más sabios y hermosos porque hemos vivido.
Imágenes |@japaralia, Unsplash, @we.the.birds, @loveboxedaus
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