Las mujeres de hoy en día somos más seguras e independientes, pero estos son los miedos que nos siguen acechando

¿Qué nos da miedo a las mujeres? A primera vista, nada. Vivimos en un mundo muy seguro. Somos educadas e inteligentes, tenemos éxito, sabemos defendernos, podemos con cualquier cosa, vemos las oportunidades detrás de los problemas. Somos invencibles. ¿De qué podemos tener miedo?..

Quizás un poco (sólo un poco) de cumplir años. Tampoco nos hacen gracia las serpientes y las arañas. Nos sobresaltamos con las llamadas nocturnas, por si les ha pasado algo a nuestros padres. Nos preocupamos más allá de lo racional por los hijos. ¿Sigo o estamos de acuerdo que, por muy racionales que seamos, seguimos teniendo miedos?..

La pregunta es, ¿de dónde salen? ¿Para qué sirven? ¿Son normales? ¿Son propios sólo de mujeres o a los hombres también les pasa?

Por qué el miedo es bueno

Por muy desagradable que sea sentirlo, el miedo nos es útil. Para empezar, es una de las causas por las que estamos aquí. Es el mecanismo que ayudo a la supervivencia de nuestros antepasados. Su miedo a las alturas, a las aguas profundas, a los animales grandes y rápidos, a las serpientes venenosas ha permitido que nosotros podamos estar hoy aquí.

Nuestra vida ha cambiado mucho. Ya no vagamos por la selva en busca de alimento, vivimos en bloques de pisos y nos desplazamos en coches. Nuestros miedos no siempre se ajustan a esta nueva realidad. Pero el miedo como mecanismo de defensa no ha perdido su utilidad. Tener miedo sigue siendo normal. Lo peligroso es no tenerlo.

En qué se diferencian los miedos de mujeres y hombres

Generalmente, las mujeres suelen tener mayores niveles de ansiedad que los hombres y hay investigaciones que lo confirman. Aunque hay explicaciones de este hecho a nivel neurológico, parece ser que gran parte del problema es la educación. Taylor Clark cuenta en su libro “Nerve” que mientras a los niños se les anima a superar sus miedos, a las niñas en la misma situación se les ofrece protección y mimos. El resultado es que los hombres llegan a la edad adulta con más estrategias de resolución de problemas, lo que les ayuda a superar sus miedos con mayor facilidad. Las mujeres, en cambio, dedican más tiempo a hablar de sus miedos y a compartirlos con los demás.

Por otro lado, estamos acostumbrados a percibir a las mujeres como más miedosas. Hay varios estudios que demuestran que, incluso cuando el nivel real del miedo es igual en hombres y mujeres, tanto los observadores externos como las mujeres mismas declaran niveles mayores.

Otra consecuencia de las diferencias en la educación de hombres y mujeres es que los hombres son menos propensos a reconocer que tienen miedo o sufren ansiedad de algún tipo. Así, en investigaciones sobre fobias, en algunos casos los hombres reconocen sus miedos en la mitad de los casos que las mujeres.

Los nuevos miedos

Aparte de los miedos naturales, los que han asegurado la supervivencia de nuestra especie, existen los nuevos miedos, los causados por los rápidos cambios por los que pasó la sociedad humana en los últimos siglos. Por ejemplo, el miedo a la vejez.

En las sociedades tradicionales, en las que la esperanza de vida era muy baja, llegar a una edad avanzada era un premio a la inteligencia y a la capacidad de adaptarse. En nuestro mundo, en el que ni la alimentación, ni la medicina son un problema, de repente entendemos que la vejez no siempre equivale a sabiduría y respeto. Muchas veces cumplir años significa volverse invisible y la desaparición de esa familia tradicional en la que conviven varias generaciones significa que los mayores pierden su rol. El miedo a la vejez es en realidad el miedo a la irrelevancia.

En esto también hay diferencias de sexo. Si para el hombre la vejez se asocia con la pérdida de salud y fuerza física, para la mujer es, en primer lugar, la pérdida de belleza y atractivo, según Laurie Jacobs, directora del Centro de Gerontología del Colegio de Medicina Albert Einstein de Nueva York. Es difícil que no sea así cuando hay todo una maquinaria de propaganda de la belleza y juventud, la construida por la industria cosmética y televisiva, que nos sugiere, a veces con sutileza y otras sin ella, que las arrugas son una tragedia y que las mujeres mayores de 40 no existen.

Otro miedo moderno del que nos habla Laurie Jacobs es el miedo a la soledad. De nuevo, culpable de él es el cambio de nuestro estilo de vida, porque en la sociedad tradicional, incluso en los pueblos de hace 50 años, era difícil quedarse solo. La vida urbana, los cambios en la estructura familiar, pero también el hecho que vivimos muchos más años hacen que la soledad sea una amenaza real. Aunque la soledad es la misma para hombres y mujeres, nosotras vivimos más años, así que, estadísticamente, nos afecta más.

Finalmente, un grupo de miedos exclusivo de las mujeres es el relacionado con el embarazo y la maternidad. No precisamente moderno, este miedo ha cambiado bastante durante el último siglo. El desarrollo de métodos anticonceptivos fiables han hecho que los embarazos no deseados sean menos frecuentes. Sin embargo la edad cada vez mayor a la que nos casamos y decidimos tener hijos ha hecho más frecuente el miedo a no poder tenerlos.

Qué hacer con los miedos

Para enfrentarse a nuestros miedos es bueno recordar que es una emoción útil, una que nos ayuda a desarrollar estrategias para enfrentarnos a lo que nos espera. También debemos tener presente que no todos nuestros miedos responden a peligros reales: algunos son irracionales, como el miedo a las arañas, otros están impuestos por los medios, como el miedo a tener arrugas.

Una vez descartados los miedos irracionales y los impuestos, toca hacer algo con los reales. ¿Nos da miedo la soledad? Dediquemos más tiempo a nuestras relaciones con la familia y amigos. ¿Nos preocupa la salud? Buen momento para empezar hacer ejercicio y comer mejor. ¿Seguimos aplazando el proyecto de tener un hijo? Quizás necesitamos entender que ningún momento es bueno para esto, siempre generará dificultades y cambiará nuestras vidas.

No reprimamos nuestros miedos, ya que son parte de nuestro ser. Aprendamos a entenderlos, qué nos dicen, qué nos piden que hagamos. Pero por encima de todo, no dejemos que dirijan nuestras vidas. Los miedos están para avisarnos, no para gobernarnos.

Fotos: Unsplash

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