No nos vamos a engañar a estas alturas del partido: casi todos nosotros querríamos ser millonarios. Y no sé yo si no sobrará ese casi. En tiempos de dificultades económicas, con una gran parte de la población pasando complicaciones para llegar a fin de mes, y ni hablemos de permitirnos caprichos, firmaríamos con los ojos cerrados tener una cuenta corriente de muchos ceros y una tarjeta de crédito que pudiéramos pasar sin pensar en el dramático día en que llegue el extracto. Está claro que eso es lo que les envidiamos nosotros a los ricos, pero... ¿nos envidian ellos algo a nosotros?
Hemos decidido ir al meollo del asunto y entrevistar a alguien que pertenece a esa pequeña élite de personas cuyas cuentas bancarias nos podrían hacer estremecer. Queríamos que nos diera las claves de lo que envidian él (y también otros millonarios) de nosotros, los pobres mortales. Bueno, en realidad querríamos que nos diera las claves de su tarjeta de crédito, pero esa es otra historia. Pero necesitamos probar que ellos también nos envidian a nosotros, más que nada para que nuestra pobre vida siga teniendo sentido.
Anonimato
La única condición imprescindible para nuestro entrevistado antes de acceder a hablar con nosotros fue mantener el anonimato. Porque precisamente ese es uno de los bienes que suelen envidiar los ricos de quienes lo disfrutamos sin planteárnoslo.
«Por suerte, yo no soy una persona conocida fuera de mi entorno, pero pensando en futbolistas, actores, cantantes, etc... Tiene que ser muy complicado saber que nunca podrás salir a la calle sin que te reconozcan, incluso que nunca podrás meter la pata sin que al día siguiente sea portada».
Tiempo
Evidentemente, como en todos los aspectos, este también variará en función de los métodos por los que un millonario haya conseguido su fortuna. Suponemos que esos ricos herederos a los que vemos en las revistas disfrutando del ocio en yates por el Mediterráneo no tienen demasiados problemas para encontrar tiempo libre. Pero, ¿qué pasa con quienes se ganan el dinero trabajando?
«Aunque algunos puedan tener la imagen de que, cuando se llega a un determinado nivel laboral, salarial o de fortuna, ya solo se dirigen 'cuatro cosas' desde un despacho, la experiencia me dice que no es así. Tanto yo mismo como las personas que conozco que han tenido éxito como emprendedores o grandes directivos pasamos muchas, muchísimas horas trabajando. Y, generalmente, son trabajos que implican viajar. En mi caso, he conseguido reducir el ritmo en los últimos años, pero fueron muchos años sin vacaciones, viendo muy poco a mis hijos y preguntándome, de vez en cuando, si merecía la pena tanto esfuerzo».
Seguridad
Evidentemente, una persona con dinero, especialmente si es conocida, puede atraer a quienes quieran aprovechar su riqueza para cometer algún delito. La mayoría de los muy ricos viven rodeados por guardaespaldas y medidas de seguridad que los demás no alcanzamos a imaginar.
«En mi caso, tengo la suerte de vivir en una ciudad segura. España, en general, es un país seguro, pero no puedo evitar estremecerme un poco cuando escucho en los medios noticias sobre secuestros de familiares de empresarios en otros países, o incluso aquí. Es algo de lo que supongo que nuestra mente nos protege para no volvernos paranoicos, pero también hay que ser prudentes y renunciar a algo de confort por incrementar medidas de seguridad en casa y en el entorno».
Tranquilidad
Todos atribuimos a los poseedores de grandes fortunas la responsabilidad moral de ayudar a los demás. Algunos lo hacen, en mayor o menos medida, y otros ni se lo plantean. El problema está en el momento en que la línea entre ser solidario y dejar que otros se aprovechen de la situación se hace demasiado fina.
«Me siento incómodo hablando de esto. Yo tengo claro, y mi familia también, que somos unos privilegiados. Pero no puedo evitar que me moleste que gente a la que no conozco apenas se acerque a mí pidiendo que les haga favores que, en muchos casos, ni siquiera están a mi alcance. E incluso en casos en que hice todo lo posible por conseguir ayudar, acabar siendo criticado si las cosas no salieron bien».
Normalidad
Quizá la normalidad sea el resumen de todo lo anterior. La cualidad de ser una persona normal, tanto uno mismo como en la imagen que los demás perciben. No es fácil, claro, porque no es normal tener unos cuantos millones de euros en el banco. La normalidad es, en cierto modo, el peaje a pagar.
«Sí, me gustaría que mi vida fuera normal en algunos aspectos en que no lo es. Pero, repito, soy muy consciente de que soy un privilegiado y no puedo, o no debo, quejarme. Me preocupa más por mis hijos que por mí. Que alguien se les acerque queriendo aprovecharse de ellos, por ejemplo. Sí puedo haber asumido que mi vida está un poco alejada de la normalidad a causa de mi profesión, pero me niego a que mis hijos no sean chicos normales, así que toca hacer un esfuerzo extra».
Imágenes | Pixabay.
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