Que el machismo sigue latente en nuestra sociedad, por desgracia, es algo que casi nadie se atreve a negar. La violencia de género o las diferencias salariales entre hombres y mujeres son, quizá, los ejemplos más flagrantes. Sabemos reconocerlos y la gran mayoría de personas normales, hombres y mujeres, rechazamos esos comportamientos. Pero, ¿qué ocurre con los micromachismos?
Micromachismo es un término de acuñación reciente que puede que a muchos les suene a chino. Porque, ¿qué es un micromachismo? Pues esos pequeños gestos de la vida cotidiana en los que se presupone la superioridad del hombre sobre la mujer. La palabra clave es presuponer. Porque algunos micromachismos están tan interiorizados por parte de la mayoría social, incluso por los hombres (y mujeres) menos machistas, que suponen un serio peligro en la lucha por la igualdad. ¿En qué ámbitos podemos encontrar esos micromachismos? Vamos a ver unos ejemplos.
Tareas domésticas
Por suerte, hace ya algunos años que esa frase de «Fulanito ayuda mucho a su mujer en casa» ha pasado a la historia. Pero sigue habiendo mucho comportamiento asumido: «Cariño, ya he puesto el lavaplatos», «¿en qué programa se lava la lana?», «¿qué hay de comida?».
En muchas de nuestras casas (¡por suerte!) no se escuchan estas frases. Las tareas domésticas se reparten al cincuenta por ciento o, sencillamente, de la forma más cómoda según las responsabilidades laborales de cada uno, sin que el género influya en absolutamente nada. Pero, ¿nos asustamos si escuchamos estos comentarios en casa de un conocido? Deberíamos planteárnoslo.
Vida familiar
Hace poco, me comentaba una amiga profesora que en sus tutorías con padres, más del noventa por ciento de las veces, aparecía solo la madre. Le picó la curiosidad y se fijó en que, de veinticinco alumnos de su aula, el teléfono de contacto para emergencias era el de la madre... ¡en veintitrés casos!
Ejemplos como ese parecen demostrar eso tan antiguo de que «los hijos son de las madres». Quizá ya desde antes de nacer. Rara es la mujer que, sin hijos antes de los cuarenta, no ha escuchado preguntas sobre cuándo se quedará embarazada. Me temo que en vuestro entorno encontraréis a pocos hombres que se hayan enfrentado alguna vez a esa (muy maleducada, por cierto) pregunta.
Entorno laboral
La relación entre el lenguaje y los roles de género da para una monografía, pero hay un ejemplo en el ámbito laboral que no se nos escapa a nadie: azafatas, enfermeras, limpiadoras, secretarias... son profesiones que todavía se dicen, por defecto, en femenino. Y, cuando se han ido asumiendo los nuevos cambios en este sentido, se tiende a cambiar la palabra: asistente de vuelo, DUE, personal de limpieza o personal administrativo. ¿Por qué?
Hace ya muchos años que (casi) nadie se extraña de que una mujer ocupe cualquier puesto profesional, pero hay gestos muy interiorizados. Si en una consulta de un centro de salud pasan consulta una médica y un enfermero, ¿no creéis que habrá pacientes que le pidan a él, erróneamente, el diagnóstico?
Sexualidad
Muchas mujeres hemos crecido escuchando consejos sobre el cuidado que debemos tener por las noches. No caminar solas por lugares oscuros, no dejar una bebida descuidada, no dar bola a un pesado... ¿Se educa a los chicos con frases como «no te pongas pesado», «no acoses»? Se puede presuponer de cualquier hombre (o persona, en general) con dos dedos de frente, pero ¿quién no se ha sentido alguna vez incómoda cuando intenta tomarse una copa tranquila y algún pesado la ronda? Y voy más allá, ¿algún hombre ha sido acusado alguna vez de calentar a una mujer, si le habla durante más de un minuto sin pretender nada más? Pues para nosotras hay hasta un adjetivo, espantoso, por cierto.
Personajes públicos
Hace pocas semanas fue noticia la ropa que vestían las políticas españolas en el Congreso. No escuché a nadie hablar sobre el traje de Pedro Sánchez o la camisa de Pablo Iglesias. Seguimos utilizando conceptos como primera dama y no puedo evitar preguntarme cómo llamarán a Bill Clinton si Hillary resulta ser la primera presidenta de la historia de los Estados Unidos. ¿Primer caballero, así, a lo medieval?
La publicidad
Por suerte, hace tiempo que ya no solo vemos spots en que las mujeres limpian y los hombres conducen, pero siguen siendo mayoría. Y, de vez en cuando, el subconsciente paleolítico se cruza en alguna campaña y encontramos ejemplos aterradores.
La cotidianeidad
Quizá sea este el verdadero peligro, el germen del micromachismo. Hay mil experimentos que podríamos hacer aquí también: si se te estropea el coche, prueba a ver a quién le habla el mecánico en el taller, ¿a la mujer o al hombre? Y, en el extremo opuesto, ¿con quién coordinaría sus tareas un empleado doméstico? ¿Qué les regalan a nuestros hijos en Navidad? ¿O qué opinaría la familia si Pablito pide una Barbie con todos sus complementos?
Hace pocos días, ha cumplido dos años el blog Micromachismos, que recoge experiencias de mujeres, en primera persona, en las que se pueden observar ejemplos de micromachismo (y también algunas de machismo rotundo). Todos, hombres y mujeres, deberíamos dar un repaso a las realidades que hemos interiorizado para asegurarnos de que están libres del maldito micromachismo.
Nota: Buscando imágenes para este artículo, puse en el buscador de un banco de imágenes (en inglés) "washing machine". Había bastantes imágenes de lavadoras, de mujeres utilizando lavadoras y solo una de un hombre con una washing machine... ¡de coches! (un túnel de lavado, vamos). Por si necesitábamos algún ejemplo práctico más de micromachismos...
Fotos | Pixabay, Cordon Press y Abed Tahan.
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