De todas las relaciones posibles, las familiares son las más complejas y más complicadas. Nacemos en la familia que nos toca y no podemos elegir a ninguno de los miembros de esta: los abuelos, los padres, los tíos y los hermanos nos vienen dados y nosotros no tenemos ni voz ni voz en esto. En mi caso personal, yo tengo una hermana un año menor que yo y todo el mundo siempre me dice la suerte que tenemos de haber sido tan seguidas y habernos tenido la una a la otra.
Sin embargo, durante mucho tiempo, ninguna de las dos sentía que fuera demasiado afortunada. Yo quería a mi hermana - y asumo que ella me quería a mí -, pero eramos la noche y el día. Ni yo le caía bien ni ella me caía bien a mí. Y no era de extrañar, porque no podíamos ser dos personas más diferentes, con puntos de vistas más diferentes y con formas de hacer las cosas y de entender la vida más opuestos. Así que, durante nuestra adolescencia no solo no fuimos las amigas que se suponía que debíamos ser, sino que discutíamos mucho.
Por suerte, cuando crecimos, las cosas fueron cambiando poco a poco y ahora no es que mi hermana me caiga bien, sino que es mi mejor amiga, una de las personas con quien más disfruto de pasar tiempo y uno de los seres humanos en los que más confío en el mundo. En nuestro caso, lo que pasó fue que el tiempo nos fue cambiando y acercando. Pero, sobre todo, que lo mucho que nos queríamos e importábamos acabó siendo más importante que nuestras diferencias.
Y es que, por muy mal que nos lleváramos durante un tiempo, lo que siempre tuve claro es que yo quería a mi hermana y que por ella hubiera hecho lo que hiciera falta. Nosotras tuvimos suerte porque la verdad es que la mejora de nuestra relación ocurrió de manera muy natural. Sin embargo, no es así para todo el mundo. Por ello, hay una serie de cosas que podemos intentar para conseguir mejorar nuestra relación con nuestra hermana y que lo mucho que os queréis sea lo más importante.
No es obligatorio ser amigas
A veces parezca que llevarse bien con un hermano - y sobre todo con una hermana - significa que tenéis que ser mejores amigas sí o sí. Si esto ocurre, es estupendo, pero si no ocurre no pasa absolutamente nada. Ser hermanas y tener una buena relación no tiene necesariamente que implicar que seáis amigas.
Cada relación de hermanas es distinta y se vive de manera diferente. Algunas de estas relaciones sí pueden haber evolucionado en amistad, pero otras no tienen por qué hacerlo. Es importante que aceptemos eso y que entendamos que eso no significa, necesariamente, que os llevéis mal o que no os queráis.
No involucres a tus padres
Un habito que tenemos las hermanas es ir corriendo a quejarnos con nuestros padres de eso que tanto nos molesta de nuestra hermana. Lo hacíamos de pequeñas para que nos defendieran y lo seguimos haciendo de mayores para que se pongan de nuestra parte. La realidad es que no es justo para vuestros padres tener que estar de lado de una o de la otra, porque os querrán por igual.
Por ello, por muchos problemas que tengas con tu hermana, y muchas cosas que os diferencien, procura hablarlo directamente con ella sin meter a tus padres en medio. Ellos te lo agradecerán, pero seguro que también tu hermana aprecia que trates la situación directamente con ella en vez de acudir a vuestros padres.
Trataros como iguales
Las hermanas mayores, al menos en mi caso, tenemos cierta tendencia a comportarnos con nuestras hermanas como si fuéramos sus padres. Es importante que entendamos que nuestra relación debe ser de iguales, tengamos la edad que tengamos, y tratarnos como tal.
Si nuestros padres consideran que deben arreglar o tratar algo con nosotras, serán ellos quienes lo hagan en su papel de padres, pero no nosotras como hermanas. Aceptar esto y comportarnos en consecuencia reducirá las tensiones entre vosotras.
Sus asuntos son suyos
Probablemente lo hagamos desde un sentimiento protector, pero inmiscuirnos en los problemas de nuestra hermana e intentar resolverlos por ella puede crear numerosos conflictos. Lo mismo ocurre cuando intervenimos o pretendemos ser mediadores en conflictos que pueda tener con otras personas, como nuestros padres.
En esos casos es casi imposible que acabamos tomando partido lo que nos acabará generando problemas. Debemos intentar dejar que las personas resuelvan sus asuntos cómo lo deseen y solo intervenir si realmente nos ofrecen ayuda. Esto mismo ocurre cuando se trata de nuestra hermana.
Sois diferentes y eso está bien
Una parte importante de la conciliación entre hermanas es aceptar que sois personas distintas, que toman decisiones distintas y no se comportan de igual manera. Aceptar esto y no pretender imponer nuestro criterio será un buen paso para mejorar la relación.
Una vez que seamos capaces de aceptar la diferencia de nuestra hermana, empezaremos a ser capaces de valorarla por lo que es y no por lo que a nosotros nos gustaría que fuera. En ese momento quizás seamos capaces de empezar a construir una relación más saludable que no esté basada en falsas expectativas de cómo debería ser.
Apoyar sin juzgar
Puede que tu hermana no haya tomado la decisión que te gustaría, puede que esté haciendo cosas que tú nunca harías, pero es su vida y sus decisiones. Por ello, puede ser un buen momento para adoptar una costumbre que tenemos más con nuestros amigos y menos con nuestras hermanas: apoyarla en sus decisiones aunque no sean las que tú tomarías.
Esto no significa que no puedas decirle que tú no lo harías o advertirle de los peligros que ves, pero siempre recordando que la apoyas tome la decisión que tome y si se equivoca estarás para ayudarla.
Hablar, hablar y hablar
Este es el consejo más utilizado cuando se trata de mejorar una relación y de resolver conflictos, pero es que es también el más efectivo. Tenemos cierta tendencia a no abordar los problemas y casi a esperar que si no se hablan desaparezcan solos. La mala noticia es que eso casi nunca funciona y, cuando al final se habla, se suele hacer de muy malas maneras.
Por ello, si algo nos molesta, si algo nos preocupa, si nos sentimos mal por algo relacionada con ella - o si simplemente queremos tener una mejor relación - el primer paso es hablar. Para ello es recomendable hacerlo con cierta asertividad, intentando explicar lo que nos ocurre y cómo nos hace sentir, pero sin atacar a la otra persona y, sobre todo, siendo sinceras.
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