¿No sabes si eres introvertido o extrovertido? Posiblemente seas ambivertido. Te damos las claves para descubrirlo.

Dicen los expertos que dos tercios de la población es ambivertida. Y la mayoría ni siquiera lo saben. Ni siquiera conocen el término, de hecho, así que vamos a empezar por definirlo. Una persona ambivertida es aquella que se encuentra a medio camino entre ser introvertida y ser extrovertida. Así de… ¿sencillo? No, la ambiversión es un fenómeno complejo.

Todos tenemos perfectamente claro qué define a los introvertidos y a los extrovertidos. Todos tenemos cerca a alguien especialmente tímido o extremadamente sociable. Es fácil prever sus reacciones a una u otra situación. Sabemos que, si presentamos a nuestro amigo más introvertido a un grupo numeroso de personas, tenderá a retraerse y tendremos que darle un empujoncito para que se integre. En el extremo opuesto, estaría ese amigo que se hace con la gente al instante, que roba el protagonismo a todos y que se relaciona con una facilidad que incluso a los no introvertidos nos parece fascinante.

¿Cómo reaccionaría un ambivertido a esa o cualquier otra situación social? Pues nadie lo sabe. El misterio de la personalidad ambivertida es precisamente ese: la impredecibilidad de las reacciones. Creo que muchos de nosotros nos habremos visto alguna vez en una fiesta, encuentro social o incluso reunión de trabajo en la que no estamos cómodos, no sentimos que encajemos y nos diluimos un poco en el gris. Y, sin embargo, en situaciones muy similares, en otro día, con otras personas, nos sentimos los reyes del cotarro y cualquiera afirmaría sin dudar que somos muy extrovertidos.

Así se configura este tipo de personalidad. Los ambivertidos adaptan sus reacciones, consciente o inconscientemente, al entorno, la necesidad o su propio estado de ánimo. ¿Quién no se ha encontrado alguna vez al compañero más tímido de la oficina bailando desmelenado en una noche de sábado? ¿O a esa prima divertidísima a la que, de repente, presentas a tus amigos y apenas abre la boca? A todos nos suele gustar tener a las personas bien definidas en nuestras cabezas y estos comportamientos nos descolocan.

¿Son los ambivertidos unos incoherentes emocionales? Los psicólogos dicen que no, que sus personalidades son más equilibradas y flexibles, y que la ambiversión es una suerte de bilingüisimo emocional que permite adaptarse mejor a las circunstancias.

Ser ambivertido no es fácil. Es muy sencillo predecir las reacciones de las personas claramente extrovertidas o claramente introvertidas. Sin embargo, la actuación de un ambivertido antes una situación no es solo un misterio para su entorno, sino también para sí mismo. Puede parecer que encuadrarse en este tipo de personalidad es un gigantesco caso de zona de confort («Me adapto en cada momento a lo que me hace sentir más cómodo»), pero en la práctica es todo lo contrario («Mis reacciones son siempre una sorpresa y nada viene definido de antemano»).

La ambiversión está llena de ventajas, no solo en la vida profesional, sino también en la laboral. A nadie se le escapan las virtudes de ser asertivo, adaptarse a las circunstancias de cada situación o ser capaz de ser productivo en soledad y en equipo. Queda por saber, al igual que en el caso de la timidez o la extroversión, si esta característica es innata o se forja con la experiencia y el paso del tiempo.

Nos gustan demasiado las etiquetas porque nos facilitan la relación con nuestro entorno. No suelen gustarnos las incoherencias y las contradicciones, aunque casi todos las sufrimos con frecuencia. Y quizá la ambiversión no sea más que otra etiqueta. O no. O todo lo contrario.

Fotos | Pixabay, Zara Pictures, Polienne, A Complete Life, Caroline Donofrio.

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