Al principio es una pequeña mejora, un retoque, un pequeño cambio. Algo que no nos termina de convencer. Pero ¿en qué momento una persona decide cambiar su cuerpo de una manera tan radical para dejar de ser él y convertirse en alguien muy diferente?
Un nuevo fenómeno de chicos y chicas que quieren ser igual que Ken, que Barbie, o Justin Bieber aparecen en nuestros televisores y en las noticias. En resumen: se ha pasado de querer los labios de Angelina Jolie a querer ser Angelina Jolie. O un ser venido de otro mundo.
Algunos mueren en el intento. Otros se convierten el objeto de burla y seguro de sorpresa.
¿Pero qué hay detrás de todo esto? ¿Un trastorno de personalidad, un trastorno obsesivo o un problema estético? Hablamos con varios expertos para comprenderlo (en la medida de lo posible).
La insatisfacción absoluta de ser tú mismo
Para entender mejor estos fenómenos y las razones que hay detrás de estas transformaciones, acudimos al doctor José Luis Pedreira Massa, Psiquiatra y Psicoterapeuta de la Unidad de Trastornos Mentales de la Infancia, Adolescencia y Adulto-Joven del Hospital La Luz. Lo primero que le preguntamos es si estamos hablando de un trastorno dismórfico, un desorden en donde existe una severa preocupación por un defecto real o imaginario en la apariencia física, o estamos hablando de algo totalmente diferente.
"Estos casos son complicados, máxime al tener que hacerlo sin conocerlos y sin entrevista directa. A primera intención lo que emerge es: hasta qué punto puede llegar la insensatez de los humanos. Desde luego no estaría integrado en un trastorno dismórfico porque lo que pretenden estos casos es llegar a ser otra cosa, esa otra cosa además está idealizada. Por lo tanto, en estos casos, no se podría hablar de trastorno dismórfico y estaría más cerca de alguno de los trastornos de personalidad y, desde luego, del nivel de la insensatez humana."
Para Ana Saro, Licenciada en Psicología y con una especialidad en Psicología Clínica por la UCM del espacio Bliss Psicología: "más que de un trastorno en sí (todavía no está tipificado ni en el DSM 5, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, ni en la CIE 10, la clasificación de enfermedades mentales), estamos hablando de un espectro amplio de síntomas. Por un lado tienen en común con el trastorno dismórfico corporal la preocupación excesiva por su apariencia, cuando esta no es para nada anormal, ni tenía ningún aspecto estructural o de apariencia que requiriera cirugía en ninguno de los casos. Por otro lado hablamos de un componente de adicción, porque jamás se dan satisfechos con el resultado que obtienen, a pesar del dinero invertido y de los múltiples cambios a los que se han sometido. La satisfacción por la nueva cirugía no les dura más que un breve periodo de tiempo, nunca es suficiente."
En opinión de esta profesional de la psicología también estamos hablando de gente con una muy baja autoestima, no solamente está a disgusto con cómo son, es que quieren dejar de ser quienes son para ser otro y así poder integrarse en el mundo, un mundo en el que hasta ahora se han sentido rechazados. Y para que ese mundo les quiera y les admire, se aseguran de ello eligiendo a personajes valorados que ya han logrado ese propósito, que son considerado especiales, perfectos por casi todos.
"Vemos también que se pueden dar rasgos de trastornos de personalidad límites, narcisistas e histriónicos por la necesidad imperiosa que tienen de ser reconocidos en esta nueva realidad que han creado, con esta imagen que les va a hacer protagonistas por lo que aparentan y por lo que están haciendo con su cuerpo", nos comenta Ana. "Les convierte (por fin) en personas que resaltan del resto y que no se pueden ser ignoradas, con seguidores en las RR.SS, y al mismo tiempo esta "fama" les aporta dinero necesario para poder continuar con sus operaciones. La fama que consiguen, el verse reconocidos y en los medios, a su vez les impulsa a seguir realizando acciones que les mantenga "en el candelero", creando una tormenta perfecta. Desde luego existen componentes obsesivos por la fijación con el personaje real o de ficción al que quieren emular y por el grado de perfección que buscan conseguir, es decir, convertirse en el personaje, no parecerse, ser."
Se llama Vinny Oh y lleva cincuenta mil dólares invertidos en 110 operaciones de cirugía estética para parecerse a un extraterrestre asexuado. Todavía tiene que quitarse los órganos genitales para conseguir llegar a su objetivo.
Toby Sheldon, fallecido recientemente, saltó a la fama por intentar convertirse en el doble del cantante Justin Bieber a golpe de bisturí. Llevaba más de cien mil dólares invertidos.
¿Qué locuras pueden llegar a hacer para parecerse a su ídolo?
Es cierto que vivimos en una sociedad donde hay una fobia terrible a la fealdad y es difícil resistirse a la presión social de no cuidar nuestro aspecto físico. Pero ¿cuál es la razón que les lleva a querer ser una réplica exacta de otra persona... o de un ser imaginario?
El doctor José Luis Pedreira Massa nos lo explica así: "lo que predomina es el imaginario incrustado en un mundo real. Desde luego cuanto menos, estamos ante un trastorno de personalidad, pero se acerca mucho al mundo de la psicosis. No hemos de olvidar que la identidad se encuentra en la diferencia, somos nosotros en tanto somos diferentes a los otros, así se expresaba Claude Lévy Strauss con gran acierto."
El brasileño Rodrigo Alves se ha sometido a tantas operaciones de cirugía estética que ha entrado en el libro Guinness de los Récords. Y todo con el objetivo de convertirse en una réplica exacta de Ken, el eterno novio de plástico de Barbie. Para conseguir que su piel luzca igual de perfecta y lisa que la de un muñeco, Rodrigo se ha quemado la capa de piel con un sistema de rayos láser CO2.
Herbert Chavez, de 39 años, es un filipino que ha pasado por veintiséis operaciones estéticas en las que se ha operado la nariz, los labios, la barbilla, las caderas y se ha blanqueado la piel para parecer a su superhéroe favorito: Superman.
Las redes sociales: ¿un incentivo para seguir operándose?
Vinny Ohh tiene más de sesenta mil seguidores en Instagram, Rodrigo Alves cuenta con doscientos cuarenta y un mil seguidores a día de hoy, Pixie Foxx, la réplica humana de Jessica Rabbit de la que os hablamos más adelante, trescientos sesenta y cinco mil. Cifras abrumadoras de miles de fans que aplauden los cientos de selfies que se hacen a diario. No es sólo una adicción a tomarse instantáneas todo el rato para no mostrar ningún defecto, también es la búsqueda de recibir atención constante, como nos explica nuestra experta más adelante.
Las redes sociales tienen una gran influencia en cómo nos vemos a nosotros mismos a través en parte de los likes y comentarios de los demás. Es por eso que no podemos dejar de preguntarnos hasta qué punto influye ese éxito en Instagram a la hora de querer operarse más y seguir adelante con ese objetivo.
Para Ana Saro, de Bliss Psicología, estamos hablando de que es bastante lógico que estas personas sean adictas a las redes sociales: "si no ¿qué sentido tendría pasar por tanto cambio, tanto dolor y tanto gasto, si no es para ser admirados? Y por otro lado, las redes sociales, al darles a conocer a una escala tan grande, se convierten en un medio económico que les aporta los ingresos que necesitan para seguir avanzando en su transformación. Gracias a las redes, llegan a la televisión, a las marcas... El problema es que tanto en las redes sociales como en los medios en general, como no hagas más, pasas pronto al olvido, olvido y abandono que estas personas no saben gestionar. Por lo tanto las redes y la publicidad en general, tanto por la cobertura que les aportan como por la parte económica, les empuja a seguir operándose. Siempre habrá alguna persona que les diga que no se parecen nada, o que serían más semejantes a su personaje si cambiaran otra cosa, o que ya están muy vistos y eso incidirá directamente en su todavía baja autoestima".
Medio millón de dólares para parecerse a una muñeca
Nannette Hammond se ha gastado casi medio millón de dólares para conseguir parecerse a la muñeca más famosa del mundo: Barbie. Nannete se ha operado el pecho, se ha aumentado los labios, lleva carillas en los dientes, maquillaje semi-permanente, botox e invierte en todo tipo de postizos.
En muchas ocasiones hemos escuchado que no hay que publicar noticias relacionadas con suicidios para no hacer un efecto llamada y es inevitable preguntarse si ocurre lo mismo en estos casos. Según el doctor Pedreira Massa del Hospital La Luz es también responsabilidad de los medios evaluar la necesidad de la noticia: "comprendo que la noticia es lo extraordinario, lo que se sale de la norma. Ahora bien: ¿es bueno propagar la insensatez? Esa pregunta la tienen que contestar los periodistas. Estos casos, en mi modesta opinión, no son noticia, son una insensatez."
Y por otra parte existe el peligro de que salir en los medios les haga sentirse protagonistas y eso fomente su conducta. En su opinión: "es evidente que adulan su narcisismo que, de por sí, es ya disfuncional. Insisto: es halagar la insensatez, los rasgos más disfuncionales y menos razonables del sujeto. Hacer difusión de estos casos, en mi modesta opinión, es difundir la impostura y relegar lo razonable."
En una cruzada para convertirse en una muñeca de dibujos animados perfecta, un clon de Jessica Rabit, Pixee Fox, una modelo de 25 años, se ha quitado seis costillas para reducir su cintura a 35 centímetros. Lleva casi 120 mil dólares invertidos en diferentes operaciones estéticas.
Ana Saro, por el contrario, opina que "este tipo de transformación integral de una persona no es algo que pueda producir un efecto de imitación tan grande como el suicidio. Cierto es que en el mundo somos tantos que quizás se dan más casos de los que se darían si no se les hiciera tanta publicidad y las redes sociales no funcionaran tan estupendamente."
En su opinión, aparte de los componentes patológicos que tiene realizar este cambio integral, lo cierto es que la cantidad de recursos económicos que hacen falta disminuye la probabilidad de que se convierta en algo masivo: "aunque sí que es cierto que se ha dado un aumento de personas que se someten a cirugías estéticas para tener la nariz de... o las caderas de... o el mentón de...", añade, "pero que no llegan a querer ser esos famosos, simplemente utilizan ese rasgo concreto como referente de la idea que tienen de cómo quieren quedar. Otras personas se pueden hacer adictas a la cirugía por su lucha contra el paso del tiempo, pero no renuncian a ser ellas, de hecho lo que buscan es ser ellas eternamente jóvenes".
Por supuesto que el hecho de salir en los medios, según esta profesional, es algo que les gusta y en su opinión, uno de los motivos por los que lo hacen: "por brillar y destacar y ser especiales en un mundo en el que quizás, antes de comenzar este proceso, pasaban desapercibidos, eran ignorados, rechazados o maltratados. La fama les hace sentirse seguros, especiales y admirados", explica nuestra experta.
Cirugías extremas, ¿medidas extremas?
Estamos acostumbrados a ver por la televisión docurealities sobre cirugía estética, programas que presentan casos un tanto transgresores de pacientes que se someten a cambios radicales en su cuerpo y que acuden a profesionales reputados para conseguirlo. E incluso en esos programas muchas veces los propios cirujanos se niegan a tratar a un paciente, conscientes de que la cirugía no es la solución, que existe un problema de fondo aún más grave.
Pero ¿qué sucede en estos casos? Es decir, ¿en qué momento, en qué fase del proceso de transformación un profesional detecta que hay un grave problema? Y lo más importante: ¿cómo se puede ayudar?
Para el doctor Pedreira Massa estos casos son ejemplo de que por la cabeza de esas personas "pasaban otras cosas": "creo que hay que ser honestos como personas y como profesionales. Seguro que estas personas les pasaban "otras cosas", esas otras cosas ponen en alerta que algo está aconteciendo en esa mente. Ese es el momento de trabajar con estos casos que necesitan ayuda para comprender, para ordenar los contenidos mentales y acceder a un tipo de comprensión. También se precisa de responsabilidad y ética profesional, los profesionales debemos saber los límites de nuestra profesión y saber poner límites al otro en la demanda profesional que realiza. La ética y deontología profesional se sitúa en saber deslindar el contenido crematístico, el pseudo-prestigio profesional, la demanda insensata y el compromiso profesional de saber que lo que se acepta, en ocasiones, es una disfunción mental."
La doctora Ana Saro considera que los cirujanos están preparados para detectar cuándo una operación es necesaria y cuando no, tanto desde el punto de vista anatómico como del psicológico: "deberían plantearse operar, y la gran mayoría lo hace, cuando detecten que esa persona puede llegar a tener un trastorno de este tipo. Sus allegados, su entorno en general, que les conocen pueden ayudarles a replantearse esta opción, así como el recibir asistencia psicológica".
Para ella la clave para detectar estos casos es cuando estamos hablando de "una persona emocionalmente insegura, introvertida, tímida, inhibida, que necesita la aprobación de los demás para todo, vulnerable, excesivamente sensible al rechazo y a la crítica, altamente dependiente de lo que los demás opinan de la apariencia física, con pocas habilidades sociales, con excesiva autoconciencia de sus defectos, con baja autoestima, dependiente, con poca asertividad, con un elevado criterio perfeccionista para todo lo que hace, que quizás han sufrido bullyng o maltrato psicológico... se obsesiona con un personaje y empieza a copiar sus ademanes, ropa, frases... es un indicador."
Respecto a cómo poder ayudar en estos casos extremos, Ana Saro tiene esta solución: "ayudándoles a recibir la ayuda psicológica que necesitan para reconciliarse con quienes son realmente, y arreglar los problemas que hemos estado tratando a lo largo de la entrevista y que les han llevado a pensar que la solución a todo es renunciar ser ellos mismos."
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