No te dejes intoxicar: aprende a afrontar a los vampiros emocionales

Si te digo que pienses en alguien que pudiera considerarse una persona tóxica no tardarías ni dos segundos en darme una respuesta. Parece que vivimos rodeados de ellas y tenemos (más o menos) claro que la solución pasa por poner tierra por medio, o al menos eso nos han dicho. Lo cierto es que efectivamente estas personas pueden dejarnos sin energía, hacer trizas nuestra autoestima y llegar a verdaderamente amargarnos la vida, pero... no tienen todo el poder sobre nosotros. ¿Qué podemos hacer para evitar los efectos tóxicos de este tipo de personas?

Alejarnos vale... pero también afrontar y gestionar

En ocasiones no podemos alejarnos de esa persona (por ejemplo si es nuestro jefe), en ocasiones puede que no queramos hacerlo (porque sea un familiar con el que nos unen lazos que no queremos romper, porque tiene facetas que nos compensan...).

No siempre podemos evitar aquello que nos hace sentir mal, la vida está llena de eventos estresantes y complicados: una pérdida familiar, un despido, un desengaño amoroso... Si nuestro bienestar psicológico y emocional dependiera de esquivar estas cosas estaríamos en serios problemas porque es imposible.

Si en lugar de evitar lo que hacemos es tomar las riendas no solo no vamos a vernos afectados por esa persona, sino que además reforzaremos nuestra autoestima. Pero, ¿cómo se hace eso?

Tú eres el antídoto

No compres lo que te dice

Ser impermeable sería estupendo para estos casos, pero entonces nos perderíamos también las cosas buenas de la vida. No, pasar de todo no vale, lo que necesitamos es aprender a “no comprar” aquellos comentarios o actitudes que no nos interesen emocionalmente.

Si no le damos crédito no nos afectarán más allá de lo necesario. Para ayudarte: ¿por qué habrías de pensar que está en lo cierto alguien que no sabe gestionar sus propias emociones y va haciendo daño a los demás? Pues eso.

Poner límites

Además de no comprar lo que nos diga esa persona tóxica necesitamos ponerle límites, físicos o mentales. Cuántas veces os veis, los temas de los que habláis, hasta dónde dejamos que se inmiscuya en nuestra vida... Límites. ¿Que no nos deja porque una de sus características es ser altamente invasivo? Pues entonces, como ya hemos hecho todo lo que teníamos que hacer para afrontar... ¡corramos en dirección contraria!

Ayuda, pero no carga

Las personas somos muy tendentes a intentar cambiar a los demás, a “curarles” y mejorarles. Cargamos con esas mochilas (que por otro lado nadie nos ha pedido) convencidos de que con nuestro apoyo y con un poco de cariño la cosa mejorará.

Pero no es así: no podemos ser responsables exclusivos del bienestar de los demás, no somos salvavidas ni debemos serlo, entre otras cosas porque puede que el otro ni siquiera se plantee que tenga que cambiar ni un ápice.

Intentar cambiar a otra persona, por muy buenas que sea nuestras intenciones, además de las cuestiones éticas, tiene como hándicap que nos va a provocar un desgaste brutal: es algo así como intentar mover una montaña que para más inri no quiere ser movida.

Elige las batallas

Si no te queda más remedio que lidiar con una persona de estas características el riesgo de acabar quemada es altísimo porque el bombardeo negativo es constante. Para evitar que nos impacte en exceso debemos tratar de ubicar cada cosa en su sitio y darle la importancia que de verdad tiene.

Esto cuesta, porque cuando estamos saturados cada gota es un mundo, pero merece la pena intentarlo. Es decir: no confrontes con cada cosa porque va a ser como darte de bruces con una piedra una y otra vez. Si pasas, si no te alteras, será como el agua rodeando a esa piedra (y eso la desgasta mucho más que un golpe con tu blandita sesera).

La opinión de los demás no son sentencias

La opinión que otro tenga de nosotros no tiene por qué corresponderse con la realidad, ¿lo vemos? Reflexión: ¿alguna vez has criticado a alguien? Bien, esa crítica, ¿tenía el poder de convertir a esa persona en lo que opinabas que era?

Es más, ¿tenías el poder de hacer que los demás la vieran así? No, ¿verdad? Pues aplícate esto mismo con las personas tóxicas: digan lo que digan no se va a convertir en realidad, son palabras, no hechizos mágicos.

La persona tóxica, el vampiro emocional puede que haga todas esas cosas porque son las únicas herramientas de que las que dispone para sobrevivir, para gestionar la vida. Es decir, es muy posible que no sepa hacer las cosas de otra forma para lograr sus objetivos. Ahora bien, eso no le da derecho a intentar hundirnos, ni a nosotros a abandonarnos a su voluntad. Tomemos las riendas y pongamos cada cosa en su sitio, nos va a venir bien para todo.

Fotos: Mean Girls

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