Puede que haya pasado mucho tiempo desde aquella bochornosa primera vez en la que entraste a una farmacia a comprar un producto íntimo y ya estás ya curado/a de espanto. Eres el rey o la reina del shopping personal, te has recorrido más de un sexshop buscando un juguetito para regalar y vas en el metro leyendo el último libro erótico de moda sin problemas. Pero todavía hay ciertas cosas en tu lista de la compra que te hacen sudar la gota gorda cuando vas a la tienda y darías cualquier cosa por no tener que comprarlas en persona.
1.- Champú o loción anti-piojos.
Parece mentira, pero los piojos están más de moda que nunca. Se rumorea que unos malvados científicos han desarrollado una raza mutante en un laboratorio para forrarse a vender productos para eliminarlos. El caso es que si tienes niños o trabajas con ellos, las posibilidades de que los pilles cada dos por tres son muchas. Y no, tener el pelo teñido no sirve de nada, es todo un falso mito. Si ya de por sí la experiencia de descubrir que tienes piojos es aterradora, mucho peor es tener que ir a la farmacia de tu barrio a que tu farmacéutica amiga se lo chismorree a todo el barrio.
2.- Crema para las hemorroides.
Sí, la farmacia es el purgatorio personal de las personas tímidas que tienen problemas peliagudos y difíciles de explicar en público y (venga, también) en privado. Procura no ir a comprar este producto llevando ropa muy ajustada o tendrás que salir del establecimiento marcha atrás.
3.- Supositorios, laxantes y cualquier cosa relacionada con nuestro aparato digestivo.
¡Genial! Ahora todo el mundo sabe que tienes un problema íntimo con el Señor Roca, ya sea una relación de desapego o tremendamente apasionada. Y lo peor, te darán consejos que no has pedido.
4.- Decolorante de vello facial.
En el fondo, todo el mundo es consciente de que tienes este problema, pero hasta el momento han sido muy discretos y no te han dicho nada. Es más, cuando entres a pedirlo disimularán y se pondrán a hablar de cualquier otra cosa sin mirarte a la cara, evitando ciertas zonas de tu rostro. Pero no podrán ocultar sus miradas de conmiseración.
5.- Paquetes XL de papel higiénico en oferta.
¿Por qué nos avergonzamos tanto de comprar papel higiénico? Al fin y al cabo es un producto habitual en la mayoría de los hogares occidentales. Pero nos sigue preocupando el qué pensarán cuando regresamos a casa con un paquete gigantesco de este producto y si nuestra vecina cotilla está haciendo el cálculo mental de cuánto usamos y por qué.
6.- En general, comprar cualquier cosa en cantidades industriales.
Nocilla en formato gigante, bolsas de patatas fritas y aperitivos a lo bruto, vegetales con pinta de haber sido cultivados en campos radiactivos y con formas similares a determinadas partes del cuerpo... Sientes las miradas de curiosidad de todos los dependientes del supermercado clavadas en ti y sabes lo que están pensando que harás en cuanto llegues a casa.
7.- Algunos libros.
Esa biografía de un personajillo público con el que tenemos una relación intensa de asco-amor, la adaptación al libro de una serie de televisión bastante mediocre pero a la que estamos enganchados, una novela tipo young-adult cuando hace tiempo que pasamos los cuarenta, un tema muy específico que sólo te interesa a ti y que no todo el mundo puede comprender... Se requiere mucho valor para entrar en una librería a hacerte con ese libro que te obsesiona. Bienvenidas sean las librerías online para estos casos...
8.- Una spandex fea como el demonio.
Aunque el clan Kardashian hayan normalizado el uso de las fajas y hasta todas las celebrities las muestren sin pudor, comprar una faja te sigue trayendo recuerdos de tu tía abuela Gertrudis. Por no mencionar las peliagudas preguntas a las que te someterá la dependienta de turno, que sólo pretende hacer bien su trabajo, sobre lo que quieres disimular o destacar. La ocasión perfecta para usar un montón de eufemismos sobre diferentes partes de tu cuerpo.
9.- Cinta adhesiva y cuerdas,
Los aficionados al bricolage le queremos “dar las gracias” al señor Grey por los momentos incómodos que pasamos ahora cada vez que entramos en una tienda a pedir determinados materiales para hacer chapuzas en casa. Pero no las chapuzas que algunas mentes sucias están imaginando.
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