No sé si te ha pasado alguna vez que odias una canción con todas tus fuerzas y de pronto, te ves canturreándola a solas mientras realizas una tarea tediosa. A mí me sucede continuamente. Sin ir más lejos, llevo un mes flagelándome a mí misma y al resto de mis seres queridos con Sorry de Justin Bieber.
Y ahora que caigo… El mismo tiempo que llevo sin ver a mi gato.
¿Soy víctima del hilo musical del bar donde desayuno cada mañana? ¿Paso demasiado tiempo en el Bershka? Posiblemente; pero también existen otras razones que me exculpan a mí, y a los que sois esponjas como yo, de que las canciones más absurdas se peguen a nuestras orejas.
Larvas musicales
Back Romance de Lady Gaga, Move like Jagger de Maroon 5, Don’t get you out of my head de Kylie Minogue… Estos son los tres temas musicales más pegadizos de los últimos años según el estudio de la Durham University.
Tras el análisis de una extensa lista de hits musicales que denominaron como “canciones gusano”, los expertos descubrieron que todas ellas compartían patrones comunes: ritmo rápido, melodías genéricas y repetitivas, fáciles de recordar; y con intervalos singulares que marcaban la diferencia con el resto de las típicas canciones pop. Las nanas que nos cantaban nuestras madres, por ejemplo, también siguen este mismo patrón.
De Johann Pachelbel a Green Day
Los productores musicales no se la juegan. Quieren que los temas que suenan en la radio se vendan como rosquillas y para ello recurren a un viejo truco que consiste en vendernos lo mismo una y otra vez (esqueleto) pero con una piel diferente (melodía).
El esqueleto no es más ni menos que una progresión armónica archiconocida y perteneciente ni más ni menos que a Johann Pachelbel, un compositor barroco alemán. Este señor cuando escribió sobre la partitura la progresión armónica Do-Sol-Lam-Mim-Fa-Do-Fa-Sol y decidió llamar a esta pieza Canon de Pachelbel en Re Mayor no sabía que estaba dando a millones de músicos y productores la llave del éxito y las ventas durante décadas (y lo que te rondaré morena). En el minuto 2.25 de este vídeo tienes la prueba:
Es agradable, nos gusta, le sienta bien cualquier melodía que le pongas y está grabado a fuego en tu interior desde que eras niña. Es por esto que cuando Eminem, Jessie J o Katy Perry lanzan una canción con este esqueleto, suben como la espuma en las listas de ventas.
Este hecho no ha pasado desapercibido por la industria musical que lo sabe desde que Los Ramones o Green Day componían todas las canciones de un disco basándose en la misma progresión de acordes (en esta ocasión, una versión reducida: Sol-Re-Mi-Do) pero con melodías diferentes. Se puede hacer. Se hace. Lo hacen (y tú hazte la croqueta, rueda por la alfombra y llora).
Hay millones de vídeos en YouTube que lo demuestran pero, ¡cuidado!, esto te puede dejar secuelas para el resto de tus días. Marcará un antes y un después. Prepárate para ver a tus ídolos musicales con otros ojos, los del desprecio con el que te mira la profesora de lengua cuando te pilla copiando en un examen. Quedas advertida:
Cerebro traidor
Cuando una de estas canciones pegadizas se cuela por nuestras orejas, el cerebro la estudia completamente hechizado y después trata de reproducir mentalmente esos patrones repetitivos para llenar los huecos que no recordamos. Te pongo de ejemplo a mí misma: empiezo a canturrear el primer verso de Sorry ("Oooh… Oooh… Sorry. Oooh… Oooh… Sorry", trompetazo al canto); inmediatamente después, salto al pre-estribillo reguetonero de Bieber ("Yeah, is it too late now to say sorry?"); y, como soy incapaz de recordar el resto de la letra ni falta que me hace, vuelvo a empezar. (¿Alguien por sala que practique lobotomías?)
Charlando sobre este tema con Diana Aller (autora del blog Lo dice Diana Aller), la guionista y Dj opina que estas canciones constituyen “patrones nemotécnicos que coinciden con cadencias de nuestro cerebro: algo así como que no sólo son más fáciles de recordar unas canciones que otras, si no que su estructura se asemeja a la de cierta actividad cerebral, de tal forma que se produce la atracción y retención”.
Conclusión: mi cerebro funciona a golpe de reguetón.
¿Cómo podemos sacarnos una canción machacona de la cabeza?
Diana Aller trata de pensar en otra canción pegadiza, pero que le guste mucho. “La tarareo mentalmente un par de veces y se me borra de la cabeza la anterior”.
Yo masco chicle porque los movimientos mandibulares interfieren con la memoria a corto plazo y la representación mental de sonidos. Unas veces me funciona y otras no.
Y en el estudio citado al inicio de este post, sus investigadores también recomendaban escuchar la canción gusano una y otra vez para que el cerebro se sacie.
Conclusiones
Seguro que a partir de ahora no volverás a escuchar la radio fórmula de la misma manera. Una pista: los nuevos Djs rollo David Guetta y Calvin Harris lo han pillado a la primera y todas sus canciones son iguales. Más rápidas, más lentas, con un estribillo machacón muy parecido y un subidón/bajón previsible y estipulado.
Es por esto que grupos alternativos como Radiohead, Sonic Youth o Battles rascan al escucharlos por primera vez. Rascan como el primer cigarro de la mañana porque le hacen la peineta a Pachelbel. Son bandas difíciles que cuesta asimilar sin escucharlos 50 veces. Nuestro subconsciente se aturde y se enfada. Ahí está la diferencia entre salirnos de nuestra zona de confort auditivo o quedarnos en el rancho musical.
En fin, os dejo para seguir a lo mío, que no es otra cosa que buscar a mi gato mientras me "embuclo" con Justin Bieber para arrancármelo de una vez por todos de la cabeza. Y si debido a este post, alguna de las canciones mencionadas se te ha pegado a los oídos, solo te puedo decir…
Fotos| Inside Out film, Giphy.
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