Los errores tienen muy mala fama y nos pasamos media vida repudiándolos, evitándolos y avergonzándonos de ellos. Pero en el fondo los errores no sólo son inevitables, también son necesarios. Grandes lecciones de vida que tienen más que aportarnos de lo que creemos. Y que, ¡venga ya!, tienen un montón de ventajas.
Me arrepiento de tantas cosas que necesitaría escribir dos artículos para recoger tan sólo la mitad. De aquella vez que rechacé hacer una entrevista de trabajo en Amsterdam porque me moría del miedo. De aquella otra en la que decidí no acompañar a mis amigas a un viaje por Europa porque iba un poco justa de dinero. De pasarme todo un año en la Universidad sin confesar a mi amigo que estaba loca por sus huesos. Del trozo de tarta que me tomé el otro día… De verdad, la lista es interminable, pero resulta que arrepentirse de estos y todos los demás errores es un error en sí. Porque, aunque nos cueste creerlo, meter la pata de vez en cuando no es el drama que parece, sino un proceso de crecimiento personal.
Nos ayudan a madurar.
Sí, los errores nos enseñan, de la peor manera, vale, pero son lecciones de vida. ¿Cómo vamos a aprender algo si no lo probamos primero? Puede que hayas metido la pata hasta el fondo o hayas tomado la peor decisión de tu vida, pero de todo se sale aprendiendo algo (como que nunca más volveré a comprar unos zapatos de tacón kilométricos si no sé andar con zancos). La verdad es que lo que hayas aprendido es lo de menos, lo importante es que eso ya no volverá a suceder porque ahora tú has avanzado. Un estudio dirigido por el neurocientífico Jamil Bhanji para la Rutgers University de Brunswick descubrió que las personas exitosas lo son porque aceptan la existencia de los errores, o de los obstáculos que no pueden controlar, y reajustan sus emociones para seguir adelante.
Descubres qué clase de persona eres.
La clase de persona que decide ponerse las medias primero y la faja después para descubrir que esa combinación sólo puede acabar con la faja escurriéndose hasta tus tobillos. La clase de persona que se tira de cabeza a una relación y lo da todo… para descubrir que no recibe lo mismo a cambio. Pero puede que descubras que eso no te importa, que das sin esperar a recibir o que eres una ingenua total.
Desarrollas soluciones alternativas.
Tener la mente abierta y no conformarse con las soluciones de siempre. Ser creativa para solucionar tus meteduras de pata. El mismísimo Steve Jobs se alegraba muchísimo de haber fallado al final de su primera etapa en Apple, porque eso le ayudó a buscar una alternativa más creativa para volver a intentarlo. Y triunfar. Su discurso del 2005 en la Universidad de Stanford es una declaración de amor a sus errores.
Tu experiencia te avala.
Un poco en plan Abuelo Cebolleta, ese tipo de persona que destila sabiduría, que se las sabe todas y que no duda en compartir su experiencia con los que vienen detrás. Poder dar consejos, orientar y ayudar a los demás es una de las grandes ventajas de haber cometido errores antes que ellos. Una anécdota muy famosa sobre la experiencia que nos aportan los errores tiene como protagonista a Thomas Edison, el famoso inventor. Cuando un periodista le preguntó por qué continuaba con sus intentos para conseguir luz mediante electricidad después de tantos fallos, él respondió: "No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de cómo no hacer una bombilla".
Sí, cometer un error nos deja un regusto amargo y doloroso. A nadie nos gusta fallar, pero en el fondo si no lo haces es porque no lo has intentado, no has salido de tu zona de confort, no te has arriesgado… Yo pienso seguir cometiendo errores, una y otra vez, sólo que trataré de que sean todos nuevos y no tropezar con la misma piedra.
Fotos: Pixabay.com
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