Novelas de todo tipo, policíacas, históricas, fantásticas, de amor… Acudimos a ellas cuando necesitamos consuelo, entretenimiento, echarnos unas risas o evadirnos de nuestros problemas del día a día. Pero ¿y si los libros pudieran curar esos problemas? ¿Pudieran ser un remedio real?
Sumergirse en un buen libro es mucho más que perderse durante unas horas en otro universo, es traerse de vuelta con nosotros todo aquello que nos inspiró la trama o sus personales. Las novelas no sólo nos informan o nos entretienen, también nos motivan, nos ayudan a reflexionar y nos curan de nuestros males. Nos ayudan a evadirnos de nuestros problemas, pero también a regresar a ellos recargados y con más ganas que nunca de afrontarlos o resolverlos inspirándonos en nuestro héroe o heroína favoritos.
Es lo que se conoce como Biblioterapia, una terapia basada en la lectura dirigida (lo ideal sería hacerlo con un biblioterapeuta) que conduce a la reflexión y en la que curar se entiende como abrirse a otra dimensión.
Lo primero que debemos entender es que no hay que distinguir entre la enfermedad física y la mental. Ni entre los grandes problemas y los pequeños. El libro adecuado puede ser el remedio perfecto si lo que buscas es encontrarte a ti mismo, a tu media naranja o la motivación para dar un giro total a tu vida. Pero también es un buen remedio para situaciones más mundanas, como cuando te estás mudando de casa o te has roto una pierna. Hay un remedio literario para cada enfermedad o situación y la solución no sólo está en la farmacia sino también en tu librería amiga, en tu biblioteca o en tu lector de e-books.
La biblioterapia no son sólo los libros de auto-ayuda.
Dos mil años de historia de la literatura dan para mucho y los aficionados a leerse hasta las Páginas Amarillas hemos estado usando las novelas, consciente o inconscientemente, desde hace siglos como si fueran libros de autoayuda. Píldoras de Balzac, bálsamos de Agatha Christie, aspirinas contra el dolor de cabeza recetadas por Terry Pratchett y cientos de jarabes de rechupete fabricados por otros míticos autores: Hemingway, Saramago, Cervantes, John Kennedy Toole, etc.
A veces, es la historia la que nos engancha y nos muestra otro punto de vista, otras veces, es la prosa vibrante la que nos da un chute de energía y otras veces, es el ritmo de la poesía la que estimula partes de nuestro cerebro. Un buen libro es la mejor de las medicinas.
Cuando te metes de lleno en una novela, pasando página tras página, consigues ver lo que el personaje ve, tocar lo que el héroe toca, aprender lo que aprende… Sí, pensarás que estás sentado en tu sofá, pero realmente, tus sentidos, tu alma, tus pensamientos, están en otro sitio completamente diferente. En definitiva, viajas a otro mundo en compañía del autor. Y a la vuelta, tu vida no será la misma.
La ciencia lo avala.
En el año 2013, un grupo de psicólogos del New School for Social Research en Nueva York descubrió que leer ficción literaria aumentaba nuestra capacidad para entender las emociones de los demás.
Otro estudio realizado por investigadores de la Ohio State University en el año 2012 descubrió que leer puede llegar incluso a cambiar el comportamiento del lector. Y otro (¡más!) estudio de la Universidad de Liverpool llegó a la conclusión de que los lectores tienen hasta un 21% menos de posibilidades de experimentar depresión que los no lectores, y además gozan de mayor auto-estima. Y en la Universidad de Sussex comprobaron que tras seis minutos de lectura podemos reducir nuestro estrés hasta el 68%.
¿A qué son estupendas noticias para los que no podemos vivir sin un libro en la mano?
Para cada problema hay un remedio. Y un libro.
Cada año se publican miles, cientos de miles de libros, pero sólo unos pocos te cambian la vida. Decidir qué libros leer según tus circunstancias es difícil. Y, además, la vida es demasiado corta como para perder el tiempo leyendo libros malos. Asegúrate de estar bien asesorado.
Aunque algunos remedios bibliotecarios no necesitan de la receta de un experto. Todos sabemos que si estamos sufriendo un brote de adolescencia (porque todo nos hace poner los ojos en blanco y nadie nos entiende) no hay nada como leer El Guardián en el Centeno de J.D.Salinger. O que si sufrimos por adulterio (el de nuestra pareja o el propio) hay que administrar grandes cantidades de Madame Bobary de Flaubert o de Anna Karenina de Tolstoi. Que los corazones rotos se curan con Jane Eyre de Charlotte Brönte y que si has llegado a los cuarenta y tienes algo así como una crisis puedes curarte leyendo a Fannie Flagg y sus Tomates verdes fritos en el café de Whistle Stop. Para las ocasiones en las que sufrimos un constipado no hay muchos remedios en la farmacia, pero son la excusa perfecta para meterte en la cama con una lectura reconfortante que te quite todos los males, algo como La princesa prometida de William Goldman o La edad de la inocencia de Edith Wharton.
Si tienes un ataque repentino de cobardía tendrás que tomar una dosis de Matar a un ruiseñor de Harper Lee y si lo único que te apetece es llorar como si no hubiera un mañana tendrás que decidirte entre recetarte una píldora de Doctor Zhivago o un poquito de El diario de Noa. Y si estás deprimido siempre puedes autorecetarte un poquito de Más Platón o menos Prozac. Cuando hayas decidido dejar de fumar de una vez por todas puedes leer Es fácil dejar de fumar si sabes cómo. Y para el estrés no hay nada como los libros para colorear, como os contamos aquí. Para el insomnio no hay nada como leer El libro del desasosiego de Fernando Pessoa y si estás sumergido en un estado letárgico, dale una oportunidad a Don Quijote. Para combatir una lujuria descontrolada La chica de la perla de Tracy Chevalier y para sobreponerse a una injusticia, El lector de Bernhard Schlink.
Descubrirás que leer no es una pérdida de tiempo, sino una manera increíble de vivir experiencias y emociones que de otra forma tardarías mucho en vivir… o no lo harías de otra manera. Una forma mágica de descubrir otro punto de vista de la vida y de las consecuencias que tienen las acciones de otros, el mejor ejemplo. Y por supuesto, que aprendida esa lección, siendo más sabio y más empático, es difícil que no te conviertas en mejor persona.
Fotos: Unsplash.com
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