Es jueves por la noche, se acerca el final de la semana, todos están cansados, ha llovido (o ha hecho mucho calor) y los niños no han podido salir a la calle, así que llevan ya dos horas jugando con la tablet. En otras palabras, es el momento del día cuando todo padre moderno se siente culpable.
¿Debería?... ¿Son malas las pantallas? ¿Qué dicen los expertos sobre su uso en niños?
La opinión “cuñada” es que las pantallas son generalmente malas y si sucumbimos a ellas y compramos unas horas de tranquilidad dándole al niño la tablet o el móvil es porque somos malos padres y malas madres.
Es verdad que hay muchos estudios que avisan de los peligros de las pantallas:
- Un estudio publicado en 2008 afirma que los niños que empiezan a ver la tele antes de cumplir los 24 meses tienen 6 veces más probabilidades de tener problemas de desarrollo de lenguaje;
- Otro estudio confirmaba que la televisión retrasa la adquisición del lenguaje: los niños menores de 17 meses conocían 6 - 7 palabras menos por cada hora que pasaban delante de la tele. Sin embargo este efecto desaparecía en niños mayores de 17 meses.
- Quizás el estudio más importante fue el que observó el desarrollo de 259 niños desde el 2005 hasta el 2008. Lo que han podido concluir los autores es que los niños que veían la tele con 6 meses, a los 14 quedaban por detrás de los demás niños en desarrollo cognitivo y del lenguaje, sin importar si el contenido que veían era educativo o no. En otras palabras, esos DVD de Baby Einstein no hacen más inteligentes a nuestros hijos.
- La tele en la habitación del niño se asocia con un mayor riesgo de obesidad, sobre todo en familias con ingresos bajos.
- Un estudio publicado en 2002 afirmaba que ver más de dos horas de tele al día aumenta 5 veces el riesgo del tabaquismo en los niños entre 10 y 15 años.
Antes de que llaméis a los servicios sociales para entregaros por ser malos padres, me gustaría que os fijárais en un detalle: todos estos estudios tratan del impacto de la televisión. No de la tablet o el móvil, de la tele. Y no sé en vuestras casas, pero en la mía la tele apenas se usa. Si acaso como pantalla para la Play. Y aunque no lo parezca, es un detalle muy importante. Tanto, que ha hecho que la Academia Americana de Pediatría esté revisando su recomendación anterior de limitar la exposición a las pantallas a dos horas diarias como máximo.
“Esta recomendación se formuló en 1999, antes de la primera generación de tablets y de la explosión de apps dirigidas a niños”, dice el informe redactado por un grupo de expertos de la Academia liderado por Ari Brown. En otras palabras, los pediatras siguen pensando que horas y horas de televisión o vídeo no son buenas para un niño, especialmente si es muy pequeño. Pero las pantallas hace tiempo que han dejado de ser sólo tele o sólo vídeos. Cuanto más se acerca el contenido que consume un niño a la interacción real entre personas, más beneficioso es, porque una app que simula la comunicación bidireccional es más natural para el niño, la entiende y la puede aprovechar en su proceso de aprendizaje.
Para resumir: los videos como los de Baby Einstein, que no ofrecen comunicación bidireccional, no sirven de mucho; Barrio Sésamo y Dora la Exploradora que intentan interactuar con el niño, aunque de una manera pobre, funcionan mejor; finalmente, una llamada por Skype para hablar con los abuelos o una app interactiva que simula la comunicación con el niño son las mejores maneras de aprovechar las pantallas.
Es innegable que los niños sienten fascinación por las pantallas. El verdadero riesgo es que los padres acaben transformándolas en el equivalente digital de un chupete: se lo ofrecen tanto si les hace falta distraerse o tranquilizarse como si no, por defecto, como medida preventiva. El peligro en este caso es privarle de otros estímulos y experiencias: hacer la compra con un niño de tres años puede ser estresante, sin embargo para él es una experiencia, está aprendiendo cómo funciona el mundo, cómo se hacen las cosas, se comunica con sus padres mientras tanto, está haciendo conexiones entre hechos y objetos. Darle un móvil con una app para que no moleste es ofrecerle una alternativa mucho más pobre.
La tecnología no ha cambiado la realidad de ser padre. No se trata tanto de saber manejarla como de saber actuar con sentido común. Desde el sentido común, lo que necesitamos es tener claro que nuestros hijos necesitan un equilibrio entre ejercicio y descanso, actividad física e intelectual, estimulación y aburrimiento, normas claras y espacios para libertad y autonomía.
Todo esto es muy abstracto cuando pensamos con angustia que estamos muy cansados y que el niño lleva una hora viendo vídeos de YouTube y esto debe ser malo. Para estos casos, una lista de verificación, basada en los consejos de Ari Brown y otros expertos:
- Si la tablet, la Play, la Nintendo, el móvil o el ordenador no son el único juguete de vuestros hijos sino uno de muchos, no pasa nada.
- Si vuestro hijo sale a jugar a la calle prácticamente todos los días, lo estáis haciendo bien.
- Si mantenéis conversaciones y hacéis cosas juntos todos los días, incluso si éstas a veces implican una pantalla, no os preocupéis.
- Si hay sitios de vuestra casa y momentos del día en los que las pantallas no tienen lugar, estáis haciendo lo correcto. (Por ejemplo, la regla podría ser que no se ve la tablet en la cama y no se come con ella en la mesa.)
- Si os asegurais que el contenido que consume vuestro hijo es de calidad y adecuado para su edad, bien hecho
- Si el uso que hace de la pantalla es más interactivo y creativo que pasivo, tenéis un nativo digital, nada que temer.
Fotos | Unsplash, Pixabay
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