Si sientes que no tienes vida propia porque te acosan a mails del trabajo hazte a la idea: no es tu culpa

Este año, más que nunca, deseo ser francesa. Y no por la supuesta elegancia que poseen las mujeres de este país, ni porque su capital sea la ciudad de amor. Ni siquiera por el cine francés que tanto me encanta.

Qué va, qué va. Todo es mucho más sencillo. Ridículamente sencillo.

Yo quiero ser francesa porque Francia ha impulsado una ley para que, fuera de su horario laboral, los trabajadores no tengan estar pendientes de su correo ni de sus teléfonos móviles de trabajo.

Cuando leí la noticia, la primera pregunta que vino a la mente fue: ¿y por qué no se practica en todo el mundo? Enseguida entendí que esto significaría que no trabajaríamos gratis y claro… ¿a quién se le va a ocurrir no hacernos trabajar gratis cuando puede hacernos trabajar gratis?

En mi entorno la gente está muy agobiada: les mandan mails a cualquier hora, les llaman a su móvil de empresa los fines de semana… Sin embargo yo no conozco a nadie que tenga especificado en su contrato que está obligado a estar conectado las 24 horas al día. Qué decir sobre los sueldos: ninguno de ellos tiene un plus por estar pendiente del móvil de empresa durante sus días de fiesta.

“No, la culpa es mía”, me dicen los amigos: “Yo se lo he permitido a mi jefe. Si me hubiese puesto seria con este tema desde el principio, no se me exigiría tanto…”.

A mí eso me suena a “Si no quisiera que me violasen, no debería haberme puesto una mini falda.” Blame the victim: culpa a la víctima.

No me jodas.

Les pregunto a mis amigos: “¿crees que si te hubieses puesto firme con el tema, seguirías trabajando en la empresa?”, y me responden que no, que ya les habrían echado.

Entonces… ¿es o no es un maltrato hacia el trabajador que vive pegado al móvil de empresa porque se siente amenazado y con miedo constante a que le despidan?

La situación en la que nos encontramos los trabajadores españoles me da lástima. Veo a gente agotada, agobiada, sin vida propia. Personas que son un simple número en sus oficinas y un lejano recuerdo en sus casas. Personas que se sienten infravaloradas, utilizadas y profundamente infelices.

Personas que tiran y tiran… hasta que se rompen.

Me pregunto cómo es posible que los jefes de las grandes empresas no se preocupen por la felicidad de sus trabajadores y no respeten su tiempo de desconexión. Si es que hay que ser muy zoquete para no darse cuenta que sólo una persona contenta y descansada puede ser productiva.

Quizás deberíamos empezar a manifestarnos.Todos juntos. A la vez. Dejar los móviles de empresa en la mesa antes de irnos a casa, no responder los correos y, sobre todo, manifestarnos ante nosotros mismos: prohibirnos pensar en el trabajo mientras estamos fuera de él.

No se trata de dejar de ser responsables. Se trata de preocuparnos por nuestra salud igual que lo hacemos por nuestro trabajo. Quizás también se trata de asimilar que cualquier trabajo por cuenta ajena, por mucho que te encante, no es más que un intercambio: horas por dinero. No hay dinero= no hay horas.

O, quizás tan sólo se trata de respetarnos y de cambiar nuestra escala de prioridades...

Si lo hacemos todos. .. igual nos hacen caso.

Pero hasta entonces… ¡yo brindo por los franceses! (y sigo soñando con ser una de ellos).

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