¿Tú también te tapas los tatuajes para ir a trabajar?

Empezó la entrevista de trabajo y cuando terminó de presentarse, sonrió y se sintió obligada a decir «supongo que podría quitarme el piercing de la nariz para trabajar». En otro ambiente algo menos rancio, un cliente se quejó al jefe porque le parecía de muy mal gusto ver cada día que iba al mercado el tatuaje de un dragón en el brazo del joven pescadero. Contextualizó que a su mujer le daban mucho asco «las serpientes esas». Por no hablar del peinado de Pablo Iglesias… la cola que está trayendo y los justicieros que nos estamos poniendo.

La corrección profesional se basa en pasar erróneamente desapercibido.

El valor está en ser neutral y mantener bajo control tu personalidad. Somos una sociedad que, sin ser noruegos con un apabullante sex-appeal, exigimos una estética, no sólo aceptable sino obligatoria. Una estética que huele a departamento de pequeños electrodomésticos de unos grandes almacenes. Nos tenemos que disfrazar de una persona que no somos para las entrevistas de trabajo, nos tenemos que tapar tatuajes, nos compramos ropa gris para ir a la oficina, zapatos horripilantes, camisas de raya diplomática (para ver si conseguimos serlo) y bragas color carne.

Hay muchas más empresas de las que nos imaginamos que tienen un manual dress code sobre cómo ir vestido a trabajar. Yo siempre me he imaginado ese documento con la frase lapidaria de cierre «Haz lo que quieras, pero no seas tú mismo». Trajes de chaqueta con hombreras de los 90, camisas rosas y corbatas brillantes para ellos. Vestidos vaporosos, faldas por debajo de la rodilla, americanas azul marino y camisas blancas abrochadas hasta el penúltimo botón para ellas. Se entiende que los que van con traje de la última boda de su cuñado son más serios, más profesionales y más de todo. Se entiende también, que el ejército de clones azulesoscuroscasinegros que colapsan los afterworks son mucho más inteligentes y capaces del resto. ¿Lo sabemos, no?

«Con tanto tatuaje igual llegas a un trabajo y no te cogen». Igual yo no quiero coger un trabajo en el que te juzgan por llevar tatuajes.

Dicen que es muy importante la actitud y sobre todo, la imagen que proyectamos. Pero, ¿quién nos dice que lo que se proyecta disfrazado con un traje de chaqueta es lo correcto? ¿por qué para hacerme respetar o conseguir el éxito tengo que llevar tacones que me hacen llorar o faldas de tubo que me impiden sentarme como una persona normal? ¿Qué pasaría si fuésemos menos idiotas en general y más sensatos en particular? ¿De verdad que los tatuajes (por ejemplo) aún se asocian a la rebeldía descontrolada y a una temporada entre rejas? Vemos demasiadas series.

Me pregunto qué pasaría si solo juzgásemos el fondo y no la forma. O si nuestra personalidad fuese vista como un arrollador león al que no hay necesidad enjaular.

Imágenes: Los clones fotográficos de Daisuke Takakura, Fuck Fear

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