No digas Kamala, di Harris: usamos el nombre de pila para referirnos a las mujer en el poder y tiene consecuencias serias

Podemos empezar a cambiar la tendencia ahora mismo

Ayer escribí un artículo sobre Kamala Harris en el que también mencionaba a Joe Biden y a Donald Trump. Y, mientras lo escribía, me di cuenta de que me estaba encontrando a mí misma refiriéndome a presidente de los Estados Unidos y al ex presidente por su apellido, mientras que, cuando hablaba de la vicepresidenta, tendía a referirme a ella como "Kamala" y no "Harris".

Lo detecté e intenté hacer un esfuerzo consciente para cambiarlo y tratar a los tres de la misma manera. En gran parte, sé que me di cuenta de lo que estaba haciendo por mi formación en psicología social y en derechos de las mujeres, porque es algo que he aprendido en mis educación: existe una tendencia a referirnos por el apellido cuando hablamos de hombres con poder, pero a usar el nombre cuando lo hacemos sobre mujeres.

Es verdad que en el mundo anglosajón ocurre más, pero en España no estamos libres de ello: Rajoy, Casado, Sánchez, Feijoo, Zapatero, Aznar y la lista sigue y sigue. Sin embargo, nos referimos a ellas como Yolanda, Soraya, Irene...hay excepciones, como Ayuso, pero, incluso cuando decimos el apellido de las mujeres en el poder, tendemos a meter el nombre: Ana Botella, Rocío Monasterio, Cuca Gamarra y un largo etc. Esto no pasa igual con los hombres.

Esto no solo pasa en la política, claro. Pensemos en la literatura o la ciencia: Shakespeare, Dickens, Kafka, Darwin, Einstein...¿Y las mujeres? Pues, Jane Austen, Emily Dickinson, Virginia Woolf, Agatha Christie, Marie Curiey, así, un largo etc. O, en su versión más española: Pérez Reverte, Machado, García Lorca, Bécquer, Quevedo y Almudena Grandes, Matilde Asensi, Ana María Matute (anda que "Matute" no era mucho más fácil), Rosalía de Castro, etc., etc., etc.,

Algunas investigaciones han encontrado que los alumnos universitarios tenían una probabilidad un 56% mayor de llamar a los profesores por su apellido en comparación con las profesoras. Pero no solo eso, un estudio, realizado en 2018, encontró que la gente tenía el doble de posibilidades de referirse a sus compañeros de trabajo por el apellido en comparación con sus compañeras.

Este estudio, llevado a cabo por la Universidad de Cornell, descubrió que no solo afecta a las personas reales, sino que ocurre incluso con los personajes de ficción. ¿Pero qué implicaciones tiene este detalle que parece tan pequeño e insignificante?

Pues, según dicho estudio, los hombres a los que nos referimos por su apellido son percibidos como más famosos y más importantes que las mujeres a las que nos referimos por su nombre o su nombre más apellido. No solo eso, sino que las personas a las que nos referimos por su apellido tienen un 14% de posibilidades mayor de recibir un premio. Parece que esta forma de referirnos a las personas les infiere cierto prestigio.

Una de las cosas que ocurre con este tipo de mecanismos, estereotipos y prejuicios es que no solemos ser conscientes de ello. Sin embargo, una vez que lo somos, está en nuestra mano cambiarlos. Desde hoy, es buen momento para asegurarnos de que empezamos a llamar a las mujeres en el poder por su apellido y, a los hombres por nombre y apellido, un poco por equilibrar las cosas. Y, sí, Kamala Harris, Harris, es un lugar perfecto por el que empezar.

Fotos | Gtres

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