No sé que pensarán Dolce & Gabbana del titular de Carine Roitfeld: “Scarlett, l’anti Marilyn”. Aunque ella con tal de ponerse en evidencia, lo que sea. Y de eso se trata. La cuestión es que algo está pasando en las entrañas de la moda cuando dos de las editoras más influyentes deciden llevar a sus portadas de abril a sendas mujeres voluptuosas: si en Vogue USA son las curvas de Beyoncé las que dan la bienvenida a la primavera, en Vogue París son las protuberancias de Scarlett Johansson las que captan nuestra atención.
Eso sí, cada una con su particular sentido de la estética, y si Wintour apuesta por lo chic sin riesgo, Carine saca a relucir todo su armamento de provocación transformando a Johansson, a la que poco le hace falta para mostrar su lado sexy, en una pin-up de mirada intensa y gesto insinuante.
Acostumbrados a estéticas robóticas y modelos gélidas, el calor que emana Scarlett no sé si es un punto de inflexión coyuntural, por aquello de hacer rabiar a la competencia, o el inicio de una bonita amistad entre vanguardia y mujer real.
Ah, y si antes no terminaba de convencerme su cambio de look, ahora me parece que el color castaño le sienta fenomenal.
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