Si la pregunta es cuándo empezamos a beber café, la ciencia tiene una respuesta: mucho antes de lo que piensas

Si bien la historia del café está marcada por el conflicto, la controversia y la apropiación cultural, es esencial recordar y valorar las culturas que lo descubrieron 

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Miguel Jorge

Editor

Pocos alimentos alcanzan el estatus que tiene el café en la vida de gran parte de la población. No solo es una de las bebidas más populares del planeta, es también un elemento esencial en la vida de millones de personas. Desde su papel en la rutina matutina hasta su impacto en la economía global, el “invento” ha pasado de ser una bebida mística a convertirse en un pilar de la cultura contemporánea. Y sin embargo, pocos saben la respuesta a la pregunta: ¿cuándo lo empezamos a beber?

El enigmático comienzo del café. A pesar de su omnipresencia, el origen exacto del consumo de café sigue siendo incierto. Sabemos que se remonta a cientos de años, y se cree que proviene de Etiopía, donde, según la leyenda, un pastor de cabras llamado Kaldi notó que sus animales se volvían inusualmente enérgicos tras consumir ciertos frutos rojos en las montañas. Kaldi llevó estos frutos a un monje, quien, tras rechazarlos y arrojarlos al fuego, descubrió el aroma embriagador de los granos tostados

Así, aparentemente, nació la primera taza de café. Por supuesto, esta historia carece de evidencia histórica y no apareció en textos escritos hasta el siglo XVII. Otras leyendas vinculadas al misticismo sufí del siglo XIII también sugieren que el café se utilizaba para ayudar a la meditación y la oración nocturna, pero, de nuevo, estas historias son igualmente dudosas.

Los primeros registros. Las primeras pruebas documentadas sobre el consumo de café provienen de los textos médicos del siglo IX, específicamente en las obras del médico persa Abū Bakr Muhammad ibn Zakariyyā al-Rāzī (Rhazes). En sus escritos menciona una sustancia llamada "bunn" (posiblemente la baya del café) y su derivado líquido "buncham", describiéndolo como una bebida beneficiosa para ciertas condiciones de salud, aunque con el efecto secundario de disminuir la libido.

Más adelante, el célebre médico y filósofo Avicena (Ibn Sīnā) escribió sobre el café en su Canon de Medicina en el siglo XI. Avicena mencionó que el café podía ayudar a neutralizar olores corporales, limpiar la piel y afectar el estado mental. Este es el primer registro claro del café como estimulante, lo que sugiere que su consumo ya estaba extendido en el mundo islámico como algo más que un remedio medicinal.

El café y el mundo islámico. Se sabe que el café se convirtió en una bebida esencial dentro del mundo islámico, especialmente en Yemen, donde los monjes sufíes lo adoptaron para prolongar su concentración en oraciones nocturnas. Para 1414, el café ya se consumía en La Meca, y poco después llegó a Egipto, estableciendo las primeras casas de café en El Cairo. El crecimiento de las cafeterías en ciudades como Alepo (Siria) y Estambul (Imperio Otomano) consolidó el café como un elemento central en la vida social. Al igual que hoy, estos espacios servían como puntos de encuentro para ocio, conversación y difusión de noticias.

La popularidad del café también generó controversia religiosa. Algunos teólogos islámicos conservadores compararon el café con el alcohol y el hachís, argumentando que tenía efectos intoxicantes. Es más, se hicieron intentos por prohibir su consumo, aunque fueron revocados cuando se determinó que el café no estaba prohibido en el Corán. Con todo, los gobernantes veían con recelo las cafeterías, ya que se convirtieron en lugares donde intelectuales y opositores políticos compartían ideas. Incluso se intentó cerrar estos espacios, pero la demanda popular fue imparable, asegurando la permanencia del café en la sociedad islámica.

El café se expande: Europa. El café llegó a Europa a través de dos rutas principales: a través del Imperio Otomano, donde comerciantes europeos lo descubrieron en ciudades como Estambul, y desde Yemen y el puerto de Mocha, donde las compañías comerciales inglesas y holandesas comenzaron a importar granos de café en el siglo XVII.

Inicialmente, los europeos desconfiaban del café, ya que estaba asociado con la cultura musulmana. De hecho, algunos sectores religiosos lo llamaban "la bebida del diablo". Sin embargo, según la leyenda, en 1600, el Papa Clemente VIII probó el café y, en lugar de condenarlo, lo bautizó como una bebida aceptable para los cristianos, marcando un punto de inflexión en su aceptación en Europa. A medida que el café se popularizaba, los europeos lo desvincularon de su origen islámico, en un proceso que algunos historiadores denominan "blanqueo cultural" del café.

Para el siglo XVIII, potencias europeas como Inglaterra, Francia y los Países Bajos comenzaron a plantar café en sus colonias de Indonesia, India, Sri Lanka y el Caribe, trasladando el epicentro del comercio cafetero fuera del mundo árabe.

El café hoy. Lo decíamos al inicio. Hoy el café es una de las bebidas más consumidas en el mundo, con un papel fundamental en la cultura y la economía global. Curiosamente, los médicos de la antigüedad no estaban del todo equivocados al atribuirle beneficios para la salud, ya que estudios recientes han demostrado que el café puede ayudar a proteger contra el Alzheimer o promover la longevidad.

¿El problema? Que la producción masiva del mismo ha generado preocupaciones ambientales. La deforestación, el alto consumo de agua y las condiciones de trabajo en las plantaciones han llevado a debates sobre la sostenibilidad de la industria del café.

A pesar de ello, el café sigue siendo una bebida con una historia rica y compleja, profundamente arraigada en la cultura y la sociedad. Su evolución desde un remedio medicinal hasta una bebida revolucionaria y, finalmente, a un producto de consumo global, es un reflejo de la interconexión entre historia, religión, política y comercio.

Imagen | PxHere

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