Vivo en Dietland y esto es todo lo que tengo que escuchar a diario

El otro día os contaba en este artículo cómo era mi vida desde hace años viviendo en Dietland y, especialmente, cómo trataba de hacerme a la idea de que todo valía la pena porque en el fondo no estaba a dieta, sino cuidándome mucho más. Aunque no siempre lo conseguía y me dejaba llevar por la tentación.

Pero vivir a dieta eterna, es decir, soñar con espaguetis con tomate y mucho queso parmesano por encima cuando lo que realmente me conviene son calabacines a la plancha, no solo me afecta a mí. También a la gente que me rodea y con la me relaciono en diferentes ámbitos de mi vida. Personas que se empeñan, muchas veces sin mala intención, en conseguir que acudir a un evento social o a cualquier cosa que me saque de la rutina sea aún más difícil.

Un día es un día: el lema de los que te quieren boicotear

Estar a dieta siempre no solo significa luchar contigo misma en cada momento del día, también luchar contra todos aquellos que se empeñan en que te la saltes o que intentan dinamitar tu fuerza de voluntad.

No lo hacen por fastidiarme. Es que simplemente a ellos (a mi madre, a mi abuela, a mi suegra y a esa vecina tan encantadora) les educaron así y no entienden que no puedas hacer ni una sola excepción y comerte esa croqueta que te ofrecen con todo el cariño. Al fin y al cabo, un día es un día. Y el año tiene 365, añado yo.

¿Les voy a hacer un feo? ¿Ni siquiera en una ocasión tan especial como esta …. (ponga aquí cualquiera de estas opciones o mil más: un cumpleaños, la fiesta de jubilación de un compañero, Año Nuevo, las notas de fin de curso del niño, que por fin han arreglado el grifo, que ya les ha devuelto Hacienda la pasta)? Sí, se lo voy a hacer, pero sufro el doble: primero me lo niego a mí misma y luego tengo que argumentárselo a ellos.

Algo estarás haciendo mal: los expertos que te dan lecciones

Seguro que has conocido a algún miembro de esta tribu en alguna reunión social. Esa gente que te arrincona en un cumpleaños para darte lecciones sobre por qué tú no adelgazas. No es que no te esfuerces, es que lo estás haciendo muy mal. Por ejemplo, al comer arándanos. Deberías estar desayunando bacon a dos carrillos y la fruta tiene mucho azúcar, que lo han leído en un libro muy bueno.

Si estás a eterna dieta te vas a encontrar todo el tiempo con todo tipo de consejos que jamás has pedido y que tienen menos utilidad que un cacharro del teletienda.

Y sobre todo, que todo el mundo se va a creer con derecho a darte lecciones sobre tus hábitos, sobre tus carencias, sobre tu grasa corporal y sobre los aspectos más íntimos de tu vida. Sí, es justo lo que necesito ahora mismo.

A mí no me engañas: los escépticos que piensan que haces trampa

Si los de antes pensaban que si no adelgazas es porque no lo estás haciendo bien, hay otra categoría que piensa que si no lo consigues es porque cuando nadie te ve te atiborras a pasteles en la soledad de tu hogar. En resumen: que haces trampas.

Sí, durante años he tenido que soportar las miradas condescendientes de quienes pensaban que si no adelgazaba era porque no me estaba esforzando lo suficiente, me saltaba la dieta cuando nadie me veía o era una vaga redomada que no hacía ni pizca de ejercicio.

Juzgándome porque la báscula se empeña en quedarse paralizada en el mismo número. Incluso he tenido que reprimirme las lágrimas en la consulta de un endocrino de la Seguridad Social porque me dijo que “si no quería hacer un pequeño esfuerzo”.

Difícil explicarle que la dieta que él me ofrecía era un paseo por el campo en comparación con la única dieta que seguía y con la que apenas había conseguido bajar un kilo en un mes. ¿Explicarle mis entrenamientos diarios en el gimnasio? ¿Para qué? Si la báscula no mentía y yo seguía igual que el año pasado.

No lo necesitas, estás estupenda: los que te quieren llevar al Lado Oscuro

Ríndete, abandona, dale a las croquetas sin límites… Total, estar a dieta siempre no merece la pena y tú no estás mal. Tan mal, vamos.

Normalmente los integrantes de este grupo no te desean ningún mal. Como tampoco se lo desean a ellos mismos.

Animarte a abandonar la dieta es su manera de no sentirse culpables porque ellos no están haciendo nada por cuidarse. Son los mismos que te dicen que “la vida dura cuatro días y no vamos a estar aquí sufriendo”.

Si ya es duro tener que luchar contra ti misma cada día, cada hora, cada segundo, cada vez que abres la puerta de la nevera, la misión se convierte en algo imposible cuando hay que argumentar con un miembro de este grupo.

Por eso, estoy trabajando mucho, muchísimo, para no boicotear mis buenos propósitos. En definitiva, para convencerme de que realmente yo no estoy a dieta, tal y como me quiere hacer creer la sociedad, de que no sufro permarexia (el famoso síndrome de la dieta eterna del que ya os hablamos aquí) sino que estoy modificando mis hábitos para vivir una vida más saludable. Y el día que lo consiga puede que consiga por fin mudarme de Dietland.

Fotos| Dietland

En Trendencias| ¿Padeces el síndrome de la eterna dieta?

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