En teoría, los documentales sobre catfishing no se consideran parte del género del true crime. Sin embargo, 'Sweet Bobby: la pesadilla de una identidad falsa' quiere transmitirnos la idea de que, tal vez, sí que deberían. De hecho, este nuevo documental de historias reales de Netflix no ha tardado en estar en boca de todos. Pero no porque cuente una historia nunca antes oída sino por la sinceridad con la que su protagonista se abre en canal para denunciar que nadie haya pagado por lo que sufrió durante una década.
Empecemos por lo más básico, para los no iniciados. El catfishing es una forma de estafa online en la que una persona crea una identidad falsa para engañar a otra. Casi siempre, con la intención de mantener una relación romántica a distancia. Sin embargo, a diferencia de las estafas amorosas, aquí no siempre se persigue un beneficio económico o la extorsión. El catfisher puede, simplemente, querer trolear o sentir que tiene poder sobre la otra persona. Y esto fue lo que le pasó a Kirat Assi entre 2009 y 2018.
Cuando Bobby Jandu, un apuesto cardiólogo de la comunidad sij en Londres (a la que también pertenece Kirat), la agregó a Facebook, nunca se planteó que este pudiera no ser el Bobby real. Porque Bobby existía, se llamaba así y Kirat lo había visto en persona en alguna ocasión. Aunque no se conocían personalmente. Además, la prima pequeña de Kirat había salido un tiempo con el hermano de Bobby, por lo que había una tercera persona de su total confianza que validaba la existencia del cirujano.
Sin embargo, detrás había una persona que suplantaba la identidad del Bobby real y que había creado hasta 60 perfiles para que interactuaran entre ellos y que el del protagonista resultara creíble. Y así pasaron diez años de telenovela en los que este catfish y Kirat pasaron de ser conocidos que hablan cada vez más, a amigos que se hacían confidencias a novios que se iban a casar. Todo ello sin tener una sola cita ni una videollamada.
Ahora nos resulta muy evidente reconocer los patrones pero recordemos que no fue hasta 2010 que se estrenó el documental que dio a conocer (y hasta le puso nombre) al fenómeno. Aunque entonces Kirat ya estaba en sus treinta, lo anteriormente dicho y la ingenuidad que nos caracterizó a todos durante estos primeros años de redes sociales hicieron que se creyera excusas tan disparatadas como que le habían disparado y lo habían trasladado a Nueva York como parte de un programa de protección de testigos.
Un incidente que le había dejado secuelas y le venía perfecto para alegar que este era el motivo por el que hablaba medio en susurros cuando se llamaban por teléfono. Así, Kirat fue desarrollando una dependencia emocional hacia Bobby y se metió de lleno en una relación tóxica en la que él controlaba, incluso en la distancia, cada paso que daba y cosa que ella hacía.
Hasta el final, Kirat nunca se planteó que Bobby pudiera no ser quien decía ser. En su lugar, sospechaba que podía estar mintiendo por una infidelidad o por tener otra familia. Finalmente, contrató a un detective privado que la llevó hasta la casa de Bobby. Pero del Bobby real, que no sabía quien narices era esa mujer plantada delante de su puerta y que la acusaba de haberle mentido.
El problema es que las técnicas más superficiales de catfishing, por sí solas, no constituyen un delito. La policía consideró como única víctima del caso al Bobby real, a quien le suplantaron la identidad. Sin embargo, hacer catfish en sí no es delito según las leyes británicas. Algo que es así en la mayor parte del mundo. Por ejemplo, en España, los perfiles falsos en redes sociales no son delictivos por sí mismos, pero depende de sus actividades. Si se usan para acosar o humillar sí entran en el Código Penal.
Por cierto, Kirat llegó a descubrir con quién había estado hablando realmente durante todos esos años. No obstante, te dejamos que lo descubras viendo el documental. Eso sí, te adelantamos que te deja con muchas dudas sobre sus motivaciones, ya que el catfish no participa en el documental y es un fenómeno muy poco estudiado aún por la psicología. Lo que sí puedes hacer si te quedas con ganas de más, es escuchar el podcast homónimo en el que se basa.
Fotos | Netflix
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