Querida Lily Collins, tú lo haces a las mil maravillas, pero es que tu personaje se las trae
Hay series que llegan para rellenar vacíos, y no necesariamente de programación, sino aquellos que han dejado otras producciones en nosotras. En el caso de Emily in Paris, se trata de un proyecto que está hecho para convencer a una Generación Millennial que se ha criado entre capítulos de Sexo en Nueva York, Gossip Girl y, con suerte, con algo más actual como The Bold Type. Y eso es un facto.
Sin embargo, desde que se estrenó su primera temporada, la llegada de la propuesta a Netflix comenzó a suscitar polémica, algo que podríamos decir que se acrecentó incluso con la segunda tanda de las vivencias de la estadounidense Emily en la ciudad de París. De hecho, se armó bastante revuelo cuando se anunciaron las nominaciones de los Emmy y Globos de Oro de 2021 y el título salió en la categoría de Mejor Serie en ambos.
No obstante, quizás uno de los puntos flacos, o fuertes, de Emily in Paris sea precisamente su personaje central, ya que puede llegar a ser verdaderamente insoportable y nosotras hemos anotado algunas razones que pueden conducir a tal sentimiento irrefrenable:
Muy estadounidense y mucho estadounidense
Si hay algo que define la personalidad de Emily es que no puede ser más made in the USA: desde su exacerbado amor por el trabajo, algo especialmente notable en esta última temporada, hasta la superioridad profesional con la que pulula, casi levita, en los pasillos de Savoir a su llegada o la habilidad para hacer que todo gire en torno a ella.
Emily es el producto americano, tirando de su terminología, perfecto: obsesionada con su vida profesional hasta tal punto que la glamuriza, la pretensión de que todo el mundo se suba a su carro a la vez que se deshace de la identidad propia de según qué marcas y formas de trabajo y un aura de self-made woman que tira para atrás.
Siempre se sale con la suya
Incluso cuando algo le sale mal, termina ganando. Emily, cariño, que sabemos que estamos ante una serie de ficción, pero es que la vida no es así. No puedes ir mangoneando a la gente por ahí y luego acabar siempre con tu coronita de princesa, porfa. Vamos a pisar el freno un poquito.
No hay joven marketiniana que soporte según qué tren de vida
Cuando Carrie Bradshaw salía al mismo ritmo que sus amigas, con carreras profesionales mucho más exitosas, al menos en cuanto a retribución económica, ya nos preguntábamos cómo hacía eso de sobrevivir en Nueva York escribiendo una columna a la semana y con más paros de Manolo Blahnik en casa que piezas de vajilla.
Sin embargo, por aquel entonces ser como la protagonista de Sexo en Nueva York era algo aspiracional en el sentido de que creíamos que había alguna posibilidad de conseguir vivir como ella.
Por el contrario, hoy en día tenemos muy claro que nuestra vida jamás de los jamases se va a parecer a la de Emily por muy duro que trabajemos para ello. No es posible vestir looks de precios que hacen que se nos guiñe un ojo en una sociedad en la que la brecha entre los que más ganas y los que menos lo hacen cada vez se acrecenta más y que la clase media está desapareciendo.
El mundo como parque de atracciones
Hace unos meses publicamos un artículo sobre la Feria de Sevilla y hablábamos de cómo el sur de España se había convertido en la zona de recreo del resto de España y en especial de aquellos influencers que ven nuestros entornos naturtales, fiestas y tradiciones como el lugar perfecto para posturear y adornar su feed, desvirtuándolo todo y apropiándose de según qué cosas. Hay una época del año en la que de repente todo el mundo es sevillano o gaditano.
En el caso de Emily in Paris sucede lo mismo: es un retrato de cómo los ciudadanos estadounidenses ven Europa, y París en concreto, como una especie de fantasía, algo que se puede ver por ejemplo en la última entrega de 50 Sombras de Grey, cuando Christian y Anastasia deciden celebrar su luna de miel en Francia, algo superexótico para ellos.
La vida no es tan dulce y somos conscientes de ello
Como conclusión, quizás lo más correcto sería decir que todas aquellas que pertenecemos a la Generación Millennial estamos tan trastocadas por diferentes razones: los bajos salarios, el problema climático, las luchas del feminismo, el auge de los movimientos más extremistas... que ni siquiera consideramos el "todo vale" en una serie que claramente está hecha con la finalidad de conseguir que el público se evada y rascar algún ápice de nostalgia que consiga engancharnos.
Y sin embargo, ahí estamos, una vez más viéndola a todo lo que da. Entonces, ¿qué?, ¿team Alfie o team Gabriel?
Fotos | Netflix
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