Todos queremos y somos queridos: nos quieres nuestros padres, nos quieren nuestros amigos y nos quieren nuestras parejas. Y lo mismo ocurre viceversa. Es algo tan común y tan innato al ser humano que casi parece como respirar: se da por sentado que sabemos hacerlo.
El problema es que, igual que ocurre con la respiración - las asmáticas o con problemas de ansiedad en el lugar lo sabréis - se puede respirar y se puede querer mal. O quizás no mal, pero si de una manera que no sea la más saludable ni la más óptima para nosotras.
Para aprender a respirar de manera saludable y beneficiosa existen técnicas que nos pueden enseñar y profesionales para ello. Sin embargo, a enseñar a querer sano (y a que nos quieran sano) no parece dársele tanta importancia. Por suerte, podemos aprender por nosotras mismas.
Querer cuando no sabemos hacerlo
El cine, las series y la música nos han dado numerosos ejemplos de personas que, aunque quieren mucho, no quieren nada bien. Tenemos el ejemplo de Tokio (Úrsula Corberó) en La casa de papel y su relación con Río (Miguel Herrán).
Big Little Lies presenta varias relaciones tormentosas, pero el ejemplo de la relación entre Celeste y Perry White es el más evidente de una forma de querer poco saludable y poco segura. Chuck y Blair en Gossip Girl, Dean y Cindy en Blue Valentine, Olivia y Fitz en Scandal y un largo etc., de ejemplos.
Sin embargo, lo que parece tan fácil de detectar en una serie o una película, resulta mucho más complejo verlo cuando nos estamos refiriendo a nuestra propia vida, a nuestra relación y a nuestra forma de querer y ser queridos.
En ocasiones nos centramos en querer mucho, en lo mucho que queremos y que nos quieren. El problema es que, en ocasiones, cantidad no significa calidad. Y si nos fijamos únicamente en cuanto amor hay, es posible que nos desenfoquemos de la calidad de dicho amor.
Y la calidad importa. Porque si no tenemos en cuenta la calidad del amor que profesamos y nos profesan, podemos acabar justificando faltas de respeto, de complicidad y de comunicación en nombre de un gran amor. Como el de las películas. Pero ya hemos visto que muchos de esos amores de películas no son, precisamente, un ejemplo de relación saludable.
Y es que, por desgracia, y aunque hayamos aprendido a creer que sí, la verdad es que en muchos casos con que haya amor no es suficiente. Y aunque hayamos crecido escuchando lo contrario, el amor no lo puede todo. Ni deberíamos convencernos de ello.
La importancia de aprender a querer (y a que nos quieran) de forma saludable
Uno de los problemas que se nos presentan es que nadie elige de quién se enamora. Sin embargo, sí que podemos elegir con quién decidimos estar. Podemos tomar la decisión consciente de querer cada nuevo día a esa persona, la decisión de aprender a querer más sano y exigir que nos quieran igual o de alejarnos por nuestro bien, el de esa persona y el de la relación.
Y es duro, no lo vamos a negar. Pero aprender a querer bien y a buscar que nos quieran bien, puede ayudarnos en ese proceso. Y es que si yo sé lo que me merezco como persona y que busco una relación que sea saludable, respetuosa y que me eleve en vez de hundirme, será mucho más sencillo evitar otro tipo de relaciones.
El primer paso para esto es aprender a querernos a nosotras mismas y aprender la difícil tarea de ser felices y sentirnos completas estando solas. Se trata de un proceso, pero una vez que lo conseguimos, solo buscaremos relaciones que mejoren esa soledad y no que la empeoren.
Una vez que estamos seguras de nosotras mismas y de nuestras vidas, sabemos lo que merecemos: una relación que no nos asfixie, que se basa en una colaboración y no en una dependencia. Quiero estar contigo, pero no necesito estar contigo. Tú eres tuyo y yo soy mía, pero compartimos voluntariamente nuestros dos mundos independientes. Porque queremos y tomamos libremente esta decisión.
Las relaciones más saludables y que realmente merecen la pena - frase poco precisa, porque lo que merecen son la alegría - son las que nos hacen más y no menos felices. Las que no nos hacen sufrir, no nos hacen sentir inseguras ni nos mantienen llenas de dudas.
Olvidémonos de la creencia de que "quien bien te quiere te hará llorar". Quien bien te quiere se esforzará en no hacerte daño. Aunque a veces pueda hacerlo. Sabrá que eres la dueña de tu propia felicidad, pero intentará no ser una causa de tristeza. Te apoyará, entenderá tu individualidad y querrá acompañarte, que no eclipsarte. Alejémonos de la idea de que, en el Amor de verdad, con mayúscula, debe haber dolor para que sea verdadero.
Relaciones en las que nos queremos sano
¿Cómo son entonces las relaciones saludables? ¿Qué podemos esperar de una relación en la que prima nos damos buenos tratos el uno al otro? A veces, estamos tan involucradas en un patrón de relaciones dolorosas, en las que nos sentimos inferiores e inseguras y donde creemos que nuestro amor acabará cambiando o salvando a la otra persona, que nos cuesta reconocer cómo es un amor más saludable.
Querer sano pasa porque ambas partes de una relación se respeten. Esto no implica que nunca discutan, que no se enfaden o que no pasen por malos momentos. Pero sí implica que en esos malos momentos se guardará siempre el respeto por la persona a la que quieres, porque hacerle más daño no es una opción.
Se respetarán su espacio, sus opiniones, sus puntos de vista como los de un igual libre e independiente. Se acepta a la otra persona como es, con las cosas que te gustan y las que no te gustan tanto. Todos nosotros cambiamos, y lo hacemos con el tiempo, las cosas que aprendemos y la influencia de otras personas. Cambiamos porque queremos o porque simplemente ocurre.
Pero cambiar al intrínseco nuestro porque otra persona no nos acepta tal y cómo somos puede resultar frustrante y casi siempre infectivo. Si te has enamorado de esa persona o se han enamorado de ti, es tal y cómo eres. Querer cambiar a alguien será fuente de frustración y disgusto para ambas partes. Además de alimentar las inseguridades.
En una relación más saludable habrá grandes dosis de amistad, de generosidad y, sobre todo, de comunicación. Una comunicación en la que ambas partes puedan expresarse con libertad, sin ser juzgadas o censuradas por la otra persona. Podemos no estar de acuerdo, pero si hacen de menos nuestro punto de vista o nuestra opinión, es el momento de decirlo.
Tanto si estás dentro de una relación como sin ella, busca en todas tus parejas, amistades y seres queridos, querer y que te quieran sano.
Imágenes | Friends, Giphy
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