¿El amor se acaba con la infidelidad?

Está sentada enfrente y su vida, ahora mismo, no tiene sentido. No para de preguntarse: ¿por qué me ha hecho esto? ¿Por qué nos ha hecho esto?

Le sirvo una copa y le cojo de la mano. Nunca sabes qué más hacer ante un corazón roto.

«Parece que se está poniendo de moda ser infiel», comenta. Se queda callada unos segundos. Sus ojos han perdido color en tan solo unas horas. Su mirada, siempre tan viva y traviesa, no expresa nada.

«Tenemos tanta oferta alrededor que no aprovecharla nos parece un crimen», añade, y vuelve a llorar.

Su novio le acaba de poner los cuernos. No puedo hacerle mucho caso a lo que dice, está dolida, todavía no ha asimilado lo sucedido. Me mira con esperanza y me pregunta:

-¿Crees que debería ser más moderna? Hay muchas mujeres ahí fuera, es normal que se líe con alguna, ¿verdad? Hoy en día es casi imposible acostarse con la misma persona durante toda tu vida, ¿no crees?

Yo no le contesto, necesita tiempo para recapacitar. No contesto, en parte, porque estoy enfadada. Porque cada vez hay más y más parejas que fastidian la relación por meter a un tercero en medio. “El sexo mueve el mundo”, nos dicen. A mí me encanta el sexo, adoro el sexo, y, sin embargo, si a este mundo lo mueve el sexo por encima de todo lo demás, preferiría vivir en la luna.

Mi amiga está llorando. Dice que está confundida. «Es como si tuviese dos voces distintas en mi cabeza, ¿sabes?», me cuenta. Una voz le dice que su novio es un cabrón, que lo que acababa de hacer es imperdonable. Sin embargo la otra, la “moderna”, le contradice: sólo es sexo, eso no puede significar más que tantos años compartiendo vida.

La entiendo. Teóricamente pesan más los años juntos que un simple polvo tonto sin importancia. Pero… si tan poca importancia tiene , ¿por qué destruimos al otro por algo así?

Su novio le está llamando al móvil. Ella no responde.

-¿Crees que podré olvidarlo? Yo lo quiero, puede que tan solo sea un bache. Puede que sea una de estas cosas que refuerzan una relación.

“Superémoslo juntos”, le pone en WhatsApp su novio. Ella empieza a chatear con él. Llora y sonríe a la vez.

Yo salgo de la habitación. Prefiero hacerlo antes de decirle todo lo que pienso.

Somos muy modernos, pienso, pero el amor no entiende de modas. El amor es algo que está basado en el respeto. Y respetar a alguien nunca incluye una traición.

Sí, es cierto, hay parejas que lo llevan muy bien. Hay parejas que, de antemano, deciden que pueden tener sexo con quien sea. A mí me parece bien: si ambos deciden que esa es su relación, todo está en orden, nadie miente a nadie, todo está claro.

La traición es cuando prometes unas cosas y haces otras. Cuando mientes. Cuando eres infiel. Porque ser infiel no es echar un polvo con alguien que no sea tu pareja. No. Ser infiel a tu pareja es ser infiel al compromiso que tienes con ella. Si ese es la monogamia, la infidelidad es traición. Es engaño. Es abusar de la confianza. Es faltar el respeto.

Ella aparece. Me cuenta lo que le dijo su novio. Está buscando mi aprobación:

-Sabes, me dice que fue una tontería, que me quiere y que esa chica no significaba nada. Que salió con sus amigos y se emborrachó. La conoció, ella se puso muy pesada y él no pudo resistirse. El alcohol le nubló la mente. No está enamorado de ella. Al fin y al cabo tan sólo fue un polvo sin importancia.

La miro. “Un polvo sin importancia”, dice. Sin importancia para él quizás, porque mírate a ti, mi niña, estás destrozada. ¡Sin importancia! No te lo crees ni tú.

Te podría decir tantas cosas, amiga. ¡Tantas!

Podría decirte que yo no puedo perdonar a alguien capaz de liarse con una desconocida que no significa nada para él. Porque si un polvo “sin importancia” resultó ser más importante que nuestro compromiso, ese compromiso no vale una mierda. Que perdonaría antes una infidelidad por haberse enamorado de otra, que una así, de una noche con tres copas de más. La perdonaría antes, pero en ambos casos no seguiría con la relación.

Podría contarte lo que te va a ocurrir luego, cuando vuelvas con tu novio. Como desconfiarás de él, cómo él te jurará por su madre que no volverá a hacerlo jamás (y quizás así sea), como, a pesar de serte fiel para el resto de vuestras vidas, eso dejará de importarte. Porque ya no vas a confiar en él.

Podría describirte cómo de paranoica te vas a volver más adelante. Qué mal te sentirás por serlo y cómo seguirás sintiéndote traicionada cada noche que vayas a la cama con él. O como, unos años después, lo dejarás porque ya no puedes seguir sintiéndote tan mal. O como te abandonará él, porque a pesar de sentirse tremendamente culpable, ya no te quiere.

Pero no te lo cuento. Porque, quizás, serás una de esas parejas que saben perdonar de verdad y viven juntos y felices hasta el final. Una de esas parejas, que no guardan rencor. Una de esas parejas a las que nadie conoce (y es que nadie puede saber con certeza qué pasa detrás de la puerta de entrada a su casa), pero que existen.

No te lo cuento porque no es lo que quieres oír. Tú quieres volver a sus brazos e intentarlo.

Pues adelante, amiga. Yo estaré aquí el día que vuelvas a necesitarme.

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