Buscamos la igualdad, pero tenemos bien claro que somos diferentes de ellos y que nos enfrentamos a los problemas del día a día como si estuviéramos en dos extremos totalmente opuestos del Universo. Como, por ejemplo, la forma que tenemos de preparar la maleta cada vez que salimos de viaje.
Cada vez que mi pareja y yo tenemos un viaje juntos es la misma historia, no podemos ser más diferentes, es como si yo estuviera bailando en un volcán y a dos metros de mí, bailando él en el polo, como diría ese gran poeta del cancionero romántico español.
Para empezar yo comienzo a hacer la maleta casi con un mes de antelación. Porque nunca se sabe si tendré tiempo los días de antes y mucho mejor adelantar el trabajo y hacerlo con tiempo de sobra, por si luego los detalles de última hora no me dejan hacerlo con calma.
Analizo el destino, porque no es lo mismo irse a la playa que a la montaña o patearse una ciudad entera con sus museos. Ya que estoy, miro el tiempo, porque eso determinará lo que tengo que echar en la maleta: ¿bikinis, tirantes o katiuscas con bufanda? Y escribo cientos de listas en las que tengo en cuenta todas las posibles situaciones a las que voy a enfrentarme y las cosas que me vendrían bien. ¿Voy a ir a un buen hotel? Entonces tendré que llevar un vestido elegante para la cena. ¿Voy a una casa rural? Entonces que no falte la batita y las zapatillas a juego por si tengo que salir de la habitación en medio de la noche.
Como tengo niños también hago una lista con sus actividades y con la ropa que necesitan para cada una. Más los imprevistos, cuya curva de crecimiento es inversamente proporcional a la edad que tienen: menos edad = más imprevistos
Otra lista con más imprevistos. Porque puede pasar de todo: que se me rompan los pantalones en medio de una plaza (sí, me pasó), que se me destrocen las zapatillas de tanto usarlas, que caiga un meteorito (¿a qué ahora sí tiene sentido llevar ese pedazo de pamela?), etc.
Intento guardar todo en la maleta siguiendo un orden lógico, que bien puede ser por tipo de ropa, por color, por tamaño… También puedo hacerlo por temáticas y buscar nombres chulos para denominarlas: Un paseo por el Foro Romano, Descenso del Valle Pirenáico, Amanecer en Formentera, Todo al blanco ibicenco o Posible Encuentro con Ryan Gosling.
Mi objetivo es que todo entre en la maleta de una forma organizada y siempre, siempre, me falta espacio. Y lo peor: se me ocurre meter algo de lino o de un tejido que se arruga con mirarlo. Lo doble como lo doble acabará hecho un pingajo imposible de ponerse a no ser que quiera ir vestida de mendiga en mis vacaciones (cosa que tampoco es tan rara si una echa un vistazo a los turistas que inundan nuestro país). A ver cuando alguien inventa una forma más fácil de hacer la maleta, por favor.
Me despierto en medio de la noche con miedo a que se me olvide algo. Y me digo: Tranquila, mujer, no hace falta que te lleves otro juego de toallas o de sábanas como hacía tu abuela. Tampoco necesitas el portátil, a no ser que quieras acabar con una escoliosis de caballo arrastrando la maleta o, pero aún, contestando mensajes de los pesados de tus compañeros de trabajo.
Y se me ocurren cosas que debo meter dentro en medio de la calle. O en una reunión. O cuando una vieja se me está intentando colar en la cola de la carnicería. Pánico. ¿Habré puesto en la lista el secador? ¿He echado el protector solar? ¿Debería llevarme esos taconazos que me compré en las rebajas y de los que no me puedo separar? Y así todo el tiempo. Cansina soy.
A todo esto ya es el Día de Antes y mi chico ni ha empezado a hacer la maleta. Es más, él comienza diez minutos antes de ir al aeropuerto. Una maleta muy pequeña en la que sólo necesita meter unos vaqueros de repuesto, unas cuantas camisetas y ropa interior a boleo. Un poco así:
¿Desodorante? ¿Champú? ¿Un peine? ¿Para qué? Seguro que yo ya llevo, ¿no? Bueno, quizá yo no he echado calcetines de la talla cuarenta y seis, pero eso no es un problema. Estamos de vacaciones y no pasa nada si durante unos días se puede relajar un poco y no estar tan pendiente de cambiarse.
En definitiva, jamás nos pondremos de acuerdo a la hora de hacer una maleta. Yo siempre me enfrentaré al problema desde una perspectiva reflexiva y él desde la más práctica y rápida. Y así con todo lo demás. Yo no sé si a vosotras os pasa lo mismo, pero para mí esto es un claro ejemplo de que por mucha igualdad que busquemos siempre habrá cosas en las que no podremos ser más distintos.
En Trendencias|¿Cómo hacer la maleta de las vacaciones? He aquí distintas ideas
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