Si no quieres perder tiempo ni esfuerzos en cumplir fantasías que te pueden llevar al holocausto sexual, echa un vistazo a esta lista de propósitos. Te ahorrarás muchos disgustos, te lo aseguro.
1. Convertirte en una Dominatrix.
Este es uno de los casos más frustrantes de “expectativa versus realidad”. Veamos: una se imagina a sí misma enfundada en un mono de látex, con botas mosqueteras de tacón de aguja, manejando el látigo a lo Indiana Jones y… wow, imposible no sentirse poderosa. ¿Cierto? Eres la mismísima Catwoman.
El primer baño de realidad llega después, cuando mueres de agotamiento en una lucha encarnizada para entrar en una prenda de PVC tamaño Teletubbies. A los cinco minutos, el baño de realidad se convierte en un auténtico jacuzzi y es que, amiga, bajo todo aquel plástico negro tu cuerpo burbujea en sudor. Espeluznante, ¿verdad? Entonces, ni te cuento el sufrimiento que pasé cuando traté de quitármelo. Por cierto, ¿no tendrás un botella de absenta y un cortafríos para prestarme? Graaaacias.
2.Probar a solas un vibrador con sistema Bluetooth.
¿Por qué conformarme con un sencillo utilitario si puedo disfrutar de las prestaciones de un Lamborgnini de 700 caballos? Este fue mi argumento frente al escaparate del Sex Shop y SÍ, puedo afirmar que los dildos última generación proporcionan un placer infinito. Casi tanto como el tiempo que dediqué a empollarme su manual de instrucciones. En serio, Los Pilares de la Tierra me resultó una lectura ligerita en comparación.
3.Probarlo en compañía de tu chico.
¿Crees que te va a decir que no? Pocos hombres se resisten a la tecnología. Eso sí, yo tuve que recordar al mío que un vibrador, no es un mando de la play, y que mi vagina poco se parece al rin de boxeo del Street Fighter.
4.Tener sexo en la playa.
Sobre todo si necesitas hacerte una profunda exfoliación de rodillas o nalgas. Después de esta experiencia, yo vuelvo a los métodos tradicionales: el guante de crin.
5. Leer novelas eróticas.
Me sumergí en el mundo Crossfire de Sylvia Day, desnudé al Hermoso Bastardo de Christina Lauren y me dejé cocinar a fuego lento por el apasionado chef de Horizonte Martina (Elísabet Benavent). ¿El resultado? Autocombustión espontánea.
6.Marcarse un Tori Spelling.
¿Recuerdas ese capítulo de Sensación de Vivir en el que su personaje pierde la virginidad? ¿No? Suerte que tienes, porque algunas nos quedamos pilladísimas con la escena de santa Donna (Tori) y su novio pagafantas haciendo el amor a la luz de un centenar de velas. Sip, muy romántico-eclesiástico el momento “primera vez”. Ahora bien ¿por qué la SuperPop no me informó del melocotón que te pillas si en plena faena sexual, inhalas y exhalas las fragancias de tropecientas velas aromáticas? Si yo fuera tú, no olvidaría abrir las ventanas.
7.Hacerlo en el coche por los viejos tiempos.
¿No es precioso recordar el placer letal de tu rodilla colisionando contra el freno de mano? ¿O esa melodía tan íntima del claxon en pleno orgasmo? ¡Y qué sexy su pierna peluda atrapada entre los dos asientos delanteros! En fin… momentos gloriosos para el recuerdo. Insisto: para el recuerdo.
8.Tener sexo en el ascensor.
Es toda una experiencia morbosa, electrizante e inolvidable. Sobre todo para tu vecina, la que lleva diez minutos aporreando los botones porque tiene que recoger a sus niños del colegio. Cuando se abran las puertas, corred como demonios. "Firmado: la pitbull del 9º B".
9.Combinar dos placeres: la comida y el sexo.
¿Un caminito de gominolas desde tu ombligo hasta la diana? ¡Oh, yeah, cariño! ¿Unos jugosos fresones decorando esos tres puntos estratégicos del cuerpo? Mucho más saludable. ¿Embadurnarte el cuerpo en nata, sirope de arce o caramelo líquido? ¡DANGER! Presta atención que habla la voz de la experiencia: sábanas arruinadas, una catástrofe para tu piel y no mencionemos las consecuencias de unas gotas de dichas sustancias pegajosas en tu Selva Negra. Para futuras experiencias sexo-gastronómicas, optaré por los lubricantes de sabores Toko Aroma de Shunga: son comestibles, no pegan y tampoco dejan mal aliento.
10. Acudir a la cita con tu chico en vestido pero… sin bragas.
(Abstenerse de esta práctica cuando el viento sople del Levante. Por eso de que todo se levanta: tu falda, la bragueta de su pantalón… Ejem, ejem).
11.Esperarle desnuda en casa a la vuelta del trabajo.
Siempre y cuando… Uno: no emitan en la tele un partido importante de la Liga; y dos: no aparezca acompañado de todos sus colegas.
Ahora, si me disculpas, tengo que cumplir el siguiente propósito: "12. Inmolarme".
Fotos|Giphy.com
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