Se acerca San Valentín, un día para celebrar lo bonito que es el amor, pero que yo (que soy un poquito troll) quiero aprovechar para hablar de las mentiras que nos cuentan o nos contamos en nombre del amor romántico y que pueden hacernos mucho daño.
No, no se trata de boicotear las cenas a la luz de las velas, ni tengo nada en contra de la repostería de fresa en forma de corazón. Con las mentiras del amor romántico me refiero a ese conjunto de creencias sobre cómo tienen que ser las relaciones de pareja, que están ampliamente aceptadas y no siempre resultan compatibles con nuestra salud emocional. Seguro que todas te suenan, pero, ¿tienes claro que son falsas?
1. Somos la mitad de una naranja
La misma RAE lo dice en su primera definición del amor:
- m. Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser.
Así es, nos han hecho creer que somos seres incompletos (por no llamarnos inútiles directamente), que necesitan encontrar a su otra mitad para alcanzar su máxima plenitud, la felicidad, el nirvana…
La historia viene de lejos, concretamente del discurso de Aristófanes en el banquete de Platón, y podría resumirse en que hubo un tiempo en que éramos un solo ser, pero un día Zeus se cansó de vernos tan pletóricos y nos cortó por la mitad, convirtiéndonos en criaturas divididas en continua búsqueda de su otra parte. Vale la pena leerlo entero porque como relato imaginativo es una maravilla, pero no podemos tomarlo al pie de la letra.
Pensar que hay una parte de nosotros por ahí con el fin de complementarnos genera inseguridad y frustración, incluso hasta cuándo tenemos pareja. ¿Por qué si es mi media naranja no coincidimos en esto? ¿Me estaré equivocando? Por otro lado, creer que tenemos una “carencia” por no encontrar una persona adecuada, nos puede precipitar a relaciones que no valgan la pena.
2. Hay que sufrir por amor
Las historias románticas se caracterizan por estar siempre ligadas a la tragedia. Desde Romeo y Julieta hasta nuestros días, la unión con la persona amada implica lucha, desgracias y sufrimientos. Por si esto fuera poco, cuando se supone que toca vivir felices y comer perdices nos cuentan que "quien bien te quiere te hará llorar" o que "amar duele". ¿No hay un pelín de masoquismo en todo esto?
Está claro que una relación que vale la pena siempre va a requerir un esfuerzo por ambas partes, pero no en el sentido de desgraciarnos la vida, si no como algo ilusionante que se está construyendo juntos. Es normal pasar por algunas dificultades, de convivencia, adaptación... Pero si estar con alguien nos hace sentirnos mal continuamente, es una señal clarísima de que no vamos por buen camino.
3. Pertenecer (o poseer) a alguien es sinónimo de amar
Seguro que se te ocurren más de cinco éxitos musicales que incluyen un “eres mía”, “soy tuyo” o similares, en todo tipo de géneros. Los boleros se llevan la palma con temazos como “La media vuelta”. ¿Bonito verdad? Pero parémonos un poco en el inicio de la letra:
Te vas porque yo quiero que te vayas, a la hora que yo quiera te detengo, yo sé que mi cariño te hace falta, porque quieras o no, yo soy tu dueño.
Conceptos como “quieras o no” (adiós voluntad del otro y libre albedrío), los celos, sentimientos de posesión (soy tu dueño), la manipulación o el chantaje emocional, flotan sobre nuestro ideario romántico como muestras de auténtica pasión y deseo.
Podemos ver otro ejemplo en esta popular escena de la serie El Barco, con Mario Casas y Blanca Suárez:
Puede que en la serie se trate de una broma pero en general este tipo de comportamientos que se confunden con amor reflejan inseguridad, miedo a la soledad, falta de empatía… Lo peor es que pensar que la pareja “nos pertenece” puede llevar a hacer cualquier cosa por retenerla, hasta utilizar la agresividad verbal o incluso la física. Partir de la libertad de cada miembro de la pareja para decidir con qué personas quiere relacionarse y de qué forma quiere hacerlo es esencial.
4. Hasta que la muerte nos separe
Es normal que si una relación va bien y amas a la otra persona quieras que dure para siempre, como todo lo bueno, pero no es lo mismo tener una aspiración de que perdure a convertir la vida en pareja en un proyecto vital e inamovible porque ese amor que hemos escogido, tiene que ser, por fuerza, eterno.
Querer pasar el resto de la vida con alguien es un sentimiento genial, pero hay que ser realista y tener en cuenta que a veces las personas-situaciones-sentimientos cambian, y no hay que sentirse mal ni pretender vivir de la inercia de lo que fuimos como pareja, solo porque creemos en el amor forever and ever.
5. Los dos somos uno
Aquí regresamos al mito de la media naranja, llevado al punto de confundir estar unidos con ser la misma persona. Es decir, centrar todo lo que pensamos, decimos o hacemos en la relación de pareja.
Compartir las claves del correo, tener el mismo usuario de whatsapp para los dos o disfrutar solo de amigos comunes y nunca propios, no son una muestra de compenetración, al contrario, nos despersonaliza y nos arrebata algo importante en todo ser humano, nuestra intimidad.
6. El amor lo arregla todo
Otra mentira extendida es que si hay amor (amor de verdad eh, ojo, del bueno) por fuerza todo acabará siendo un lecho de rosas, aunque en la actualidad se parezca más bien a la sala de espera del infierno. El amor es omnipotente, le damos la facultad de cambiar a los demás y de solucionar todo tipo de problemas de convivencia, sin tener que hacer nada, ¡es mágico! Y si no se han arreglado todavía con el tiempo lo harán, porque el amor nos salva.
Creer esto hace que no pongamos medios realmente efectivos para solucionar aquello que no marcha bien.
7. La pareja es lo único que necesitamos
En el ranking de canciones románticas el “eres todo para mí” casi supera al "eres mía". La última mentira tiene que ver con la exclusividad, con pensar que el otro es tan ideal y fantástico que cubre todas nuestras expectativas y necesidades en la vida, ocupando el espacio de amigos, familiares y conocidos.
Esto lleva a sentimientos de culpabilidad basados en ideas como “si me atraen otras personas es que no amo a mi pareja”, o “si necesita pasar un tiempo a solas con un amigo quizá es que no confía en mí lo suficiente”. El otro (o nosotros) se convierte en el máximo y único proveedor de nuestra felicidad, como si el supermercado de siempre no tuviera fruta y dejáramos de comerla porque supone una traición ir a comprar a otro sitio.
De ahí al “no puedo vivir sin ti”, el “sin ti no soy nada” y la dependencia emocional más absoluta hay un paso muy corto.
Es complicado definir el amor, aunque realmente es un sentimiento maravilloso, que nos puede hacer volar (sí claro que sí), y además nos ayuda a crecer y sacar lo mejor de nosotros mismos.
El problema es que nos han enseñado que el amor es sota, caballo y rey. Naces, te enamoras, convives en pareja, te casas, tienes hijos, te haces mayor y mueres, con la posibilidad de alguna pequeña alteración en forma de separación o divorcio y vuelta a empezar. Pero no siempre nos apetece vivir en pareja, o tener hijos, o casarnos, o ser monógamos… ¡Y eso no significa que no podamos sentir y vivir el amor de muchas otras formas!
Con esto no quiero decir tampoco que haya una mejor que la otra, pero sí que es recomendable que la que sigamos sea la que nos hace felices, no la que se supone que debería hacernos felices, y se base siempre en la libertad y el respeto de todas las partes implicadas. Así disfrutaremos mucho más de las personas y experiencias que nos vayamos encontrando en la vida.
Fotos | lil'_wiz
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