Hace poco ha caído en mis manos (más bien, ha acabado ante mis ojos) un artículo sobre el miedo a enamorarse. En el artículo su autor nos desvela cuáles son los síntomas de “haber construido un muro alrededor de tu corazón.” Aseguraba, en su escrito, que la razón por la que tú jamás encuentras al Señor Correcto (o a la Señora Correcta) es porque tú lo echas de tu vida incluso antes de que él aparezca en ella.
“Mr. Right” lo llamaba. ¡Señor Correcto! Se ve que no encontramos a la persona adecuada porque nos la tapa el muro construido alrededor de nuestro corazón, porque estamos demasiado heridos por las relaciones anteriores, porque hemos pedido la fe en encontrar nuestra media naranja y porque buscamos a la persona perfecta.
Pasando por alto sus expresiones sacadas del “Diario de Brigete Jones”, tiene algo de razón: somos gilipollas.
No lo dice así, “a lo loco”, no vaya a ser que el público norteamericano se escandalice ante tanta grosería (un pequeño inciso sobre la hipocresía en la sociedad. El otro día me había enterado de que quieren sustituir la pistola de los emoticonos del WhatsApp por una de goma. Tiene mucho sentido que los americanos utilicen una pistola de goma en el WhatsApp mientras guarden una de verdad en el cajón de su mesita de noche…)
No sé si el señor autor del artículo tiene una en su casa, pero está claro que quiere llegar a gran parte del público y la única forma de hacerlo es ser ñoño y hablar de los miedos ante algo tan precioso que es el amor. Funciona siempre. Las redes sociales están repletas de “Shares” romantico-deprimentes.
Tengo malas noticias para los que comparten esos artículos en su muro: el miedo a enamorarse no existe. Sí que es cierto que cada día soportamos a menos gente, que nos estamos volviendo muy poco tolerantes y que nos cargamos la cabeza con las cosas que tienen cero importancia. Pero lo que tenemos no es miedo a amar sino pereza a conocer gente. Y aún así os digo que el día que alguien nos entra por el ojo, nos olvidamos hasta de cómo se titula la canción de verano. Porque vamos, yo no conozco a nadie que esté mirando a una persona que le atrae de verdad y ante un “vamos a tomar algo” le responda: “Lo lamento, Jorge, otro día, que hoy tengo miedo a amar.”
Si tienes miedo a enamorarte de Jorge, es porque Jorge “te parece majo” o, que es lo mismo, no te lo llevarías a tu casa.
También es verdad que a veces nos creemos no estar preparados para una relación. Más todavía si acabábamos de salir de otra. No sé, yo, cuando no estoy preparada para conocer a alguien, ni siquiera me fijo en nadie. Pero si me he fijado en Jorge, es porque Jorge tiene algo. Y si yo veo que tiene ese algo es porque me ha llamado la atención. Y si eso ha sucedido, es que no estoy tan mal. Y si, a pesar de no estar tan mal, sigo pensando en que mi relación anterior tiene mucho más peso que Jorge, con todo lo que Jorge me despierta, es que soy gilipollas. Porque si hay algo que tengo claro desde hace tiempo es que consigues olvidar a alguien cuando tú te lo propones. Con lo cual “sigo muy afectada por mi ruptura de hace unos meses","no paro de pensar en mi ex y eso me impide ser feliz (sola o acompañada de Jorge)”, es una bobada que, en el fondo, te va bien.
Estoy escribiendo esto tomándome un Espidifen con una pajita. Ya que su sabor me provoca arcadas, pero tengo un dolor insoportable de cabeza que quiero que se me pase, me imagino que Espidifen es un mojito. Cada uno tiene sus trucos para dejar que algo le moleste. Ya me entiendes (guiño-guiño).
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