Quiera Dios que la vida no os ponga en la situación de haber pasado unos cuantos años alejados del mundo de las citas y os toque hacer la rentrée en pleno mundo Tinder. Porque sí, Tinder (y webs/apps similares) lo han cambiado todo. Todito.
La emoción de conseguir una cita
¿Os acordáis cuando tener una cita era una cosa casual? Te levantabas una mañana con el guapo subido y, al llegar al trabajo, aquel chico tímido y mono del cubículo contiguo te proponía tomar algo el sábado por la noche. Podía ocurrir tres veces en un mes (lucky you!) o pasar seis meses de sequía de citas.
Hoy en día, tener o no una cita depende exclusivamente de ti mismo. Es tan sencillo como entrar en Tinder, dar ok a tres, cuatro o doce perfiles y muy mal se te tiene que dar la cosa para no tener algo organizado para esa misma noche. No seré yo quien me queje de esto, pero... ¿no ha perdido todo un poco de emoción?
¿Es Tinder el McDonalds de las citas?
Tengo una amiga que dice que el mundo Tinder es como el fast food. No está mal, cubre una necesidad de vez en cuando y, a veces, hasta apetece un poco. Pero no sorprende ni genera expectativas, así que no va a ganar nunca una estrella Michelín.
En el mundo pre-Tinder, existían dos clases de citas: las "normales" y las "a ciegas". ¿Recordáis que las citas a ciegas nos parecían lo peor de lo peor? Una amiga nos citaba con un conocido suyo y nos entraban los siete males: ¿será como en la foto que me ha enseñado o mucho peor?, ¿encontraremos tema de conversación?, ¿realmente nos caeremos bien o estaré deseando huir desde el minuto uno de la cita?. No sé en qué momento dejaron de parecernos espantosas todas esas hipótesis, pero esas preguntas son las mismas a las que nos enfrentamos ahora a diario con Tinder.
Y llega el momento de la cita
El momento de la cita en sí también tiene miga. Un usuario pro de Tinder no pasará más de un fin de semana sin cita, así que habrá perdido la emoción de buscar un buen restaurante, sacar lo mejor del armario y tratar de dar lo mejor de sí. De hecho, todos los que hemos han tenido una cita-Tinder alguna vez sabemos saben que, si no hay un poco de química en los primeros cinco minutos... mentalmente se da la cita por terminada. Ya tenemos en mente la parrilla de siguientes candidatos y hasta puede que aprovechemos que nuestra cita actual va al lavabo para dar un par de likes para ver si aún se puede sacar algo en limpio del fin de semana.
Lo mejor (y también lo peor) de las citas tradicionales era no saber muy bien qué esperar. Le pedías una cita a alguien y nunca estabas demasiado seguro de si había aceptado por compromiso, por probar o porque realmente le gustabas. Con Tinder, ya has hecho la opción activa de quedar, así que, al menos en la previsualización virtual, la otra persona ya sabe que te ha gustado. Y eso quita mucha de la emoción de la tensión sexual no resuelta.
Entonces... ¿hemos mejorado o no?
Al final... la preferencia por las citas tradicionales o por las citas-Tinder depende del carácter de cada uno. Las tecnológicas son más pragmáticas, más directas y más ¿sencillas?. Las tradicionales son más ambiguas y más idealistas. Seguramente hay espacio para ambas en nuestras vidas, y cada uno deberá decidir en cuál encuentra su lugar.
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