Hace mucho tiempo que opté por el pragmatismo y empecé a relativizarlo todo en la vida, a dar importancia a lo que realmente lo tiene y a quedarme solo con lo bueno. La canción diría algo así como “pa fuera lo malo”, lo cual es un gran consejo que nos ayuda a ser más felices. Por ello, para mí llevarme bien con mis ex parejas no solo me aporta paz, sino que me hace mucho más feliz.
Desde este primer momento he de confesar que llegar a ese punto requiere tiempo y ganas, las cosas como son. Cada relación es un mundo, por supuesto, y hasta cuando se ha acabado se requiere paciencia, a la par que un poco de buena fe por todas las partes implicadas.
Para empezar, habría que matizar un poco el concepto de ex. Aquí encuadraré a aquellas parejas que han significado algo, no a ese novio de dos meses del que, probablemente, no me acuerde ni de su nombre (eso está pasando). Así, básicamente encuadro en el concepto de ex aquellos con los que viví una gran historia de amor (al menos en su momento me lo parecía aunque ahora suene todo tan lejano y ciertamente irónico), con sus buenos momentos, los malos y las desavenencias que acabaron con la relación. Básicamente, los importantes.
Una vez que hemos centrado conceptos os puedo confesar que he tenido dos grandes relaciones en mi vida. El primero de ellos fue mi primer amor con el que salí en mi época de la Universidad y más allá, durante casi 5 largos y maravillosos años. Éramos perfectos, pero tan perfectos que solo se nos podía mirar de lejos y nuestra historia acabó siendo una relación de desgaste en la que se nos acabó el amor y, con ello, las ganas de estar juntos ganando terreno los continuos reproches. Vamos, lo que se podría entender como normal para cualquier pareja en situación de crisis.
Por otro lado, mi otra gran relación fue mucho más truculenta (a la par que imperfecta en todos los sentidos, desde el más puro concepto iniciador), mucho más apasionada, como si hubiese salido de una telenovela de sobremesa, con esos altibajos propios de los momentos de tensión, y esas reconciliaciones no aptas para todos los públicos, con dramas por doquier y en la que también hubo varias infidelidades por su parte.
Dos relaciones totalmente antagónicas, dos mundos diferentes, dos formas de afrontar la ruptura, la recuperación y la reconstrucción, pero dos personas con las que a día de hoy mantengo una gran relación.
Soy de las que pienso que tras una ruptura es importante tomar distancia, acostumbrarte de nuevo a ti mismo, a volver al singular desterrando el plural y empezar a hacer las cosas solo o en diferente compañía, a quererte un poco más, a lamerte las heridas hasta que cierran y a ser consciente de que, a pesar de lo que nos vende Hollywood, de amor nadie se muere (o no debería morirse).
Así, una vez asumes que esto se ha terminado, que tomas esa distancia, la perspectiva también cambia y es entonces cuando por fin eres capaz de comenzar a superar los sentimientos y a quedarte con lo bueno. Es decir, ser pragmática consiste en eso, en ser práctica y saber aprovechar todo lo que la vida nos pone por delante, incluso, en nuestro propio beneficio. No es de ilusos pensar que se es más feliz cuando todos nos llevamos bien. Por supuesto que hay gente que me cae mal (mucha más de la que me gustaría), pero creo que en honor a mí misma, por lo que un día sentí y fue, por todo lo bueno que también me aportaron, por lo que aprendí de ellos y de lo malo, por todo ello siento que debo llevarme bien con mis ex.
Y así es. Tanto en uno como en otro caso, tengo una relación excelente con ambos, incluso nos vemos de vez en cuando, nos escribimos, nos seguimos en redes sociales y, aunque sea manteniendo siempre una distancia de seguridad, sabemos que siempre estaremos ahí, de hecho sé que si un día tengo un problema podría acudir a cualquiera de los dos y me ayudarían en todo momento igual que yo a ellos.
Sí, ha habido traiciones, desde las más primitivas como es la infidelidad, a otras que sentimentalmente pueden doler más como la indiferencia o la dejadez. Sin embargo, eso forma parte ya de un pasado que está ahí, que está perdonado aunque no olvidado, y del que he aprendido profundamente. En definitiva, son tantos los momentos buenos que me dejaron que me debo a mí misma el mantenerlos.
Bien es cierto que he podido llegar a este momento tras mucho tiempo después de las rupturas. Sí, también he pasado el duelo, todo ese tiempo que me ha servido para curarme, para cerrar heridas, perdonar las traiciones, no dejarme arrastrar por el odio, el rencor, la venganza o el desamor. Tiempo para dejar de estar enamorada y de quedarme con el recuerdo de que un día lo estuve profundamente, que no salió bien, cierto, pero hoy soy quien soy gracias a eso también.
Supongo que, a pesar de los malos momentos, las lágrimas, las pataletas y los infinitos porqués,… a ellos también les debo mucho de mi carácter. Ellos contribuyeron a abrirme los ojos a relaciones preciosas, a momentos horribles y a un sinfín de situaciones que de otra manera no hubiese vivido, un compendio de hechos que hacen que hoy sea la persona que soy.
Tener una buena relación con ellos, sí, me hace feliz. Sinceramente, me hace sentir que soy mejor persona porque he sabido perdonar, hacer borrón y cuenta nueva de todo, dejar atrás ese deporte nacional que se llama reproche y poder aprovechar el momento y la vida más libre de pesos, porque sí, ese enfado y resentimiento continuo pesa y pasa factura también en el presente.
Sin duda he sufrido, he sufrido mucho, pero me siento afortunada también porque he amado, me han amado y he sido feliz. Ahora, tiempo después, cuando ya has reseteado y miras todo con mucha perspectiva, a veces me planteo si harías las cosas igual y, sin duda, diría que sí. No me arrepiento de nada, aunque todo saliese mal, pero de lo que nunca me arrepentiré es del momento en el que decidí que quería que ellos siguiesen formando parte de mi historia de alguna manera.
Bien es cierto que, a pesar de lo que pueda parecer, si algo tengo claro es que nunca volvería a tener una relación con ellos. Los sentimientos que un día tuve están completamente extintos y superados, lo que quizá me permita hablar de la manera que lo hago. Y es que, de la misma manera que en su día decidí perdonar por mí, no volvería a retomar una relación con ellos también por mí y por respeto a mi persona.
Hoy es el día en el que soy capaz de sentarme con ellos en una misma mesa a tomar una cerveza mientras nos reímos y recordamos viejos tiempos (también con cierto retintín, pero sin acritud). Hoy es el día que ellos tienen nuevas relaciones (yo también) y que me alegro profundamente por ellos, incluso nos aconsejamos porque nos conocemos, porque ellos vieron a través de mí y yo de ellos, por lo que incluso nuestras vivencias nos sirven para mejorarnos en el presente, nuestros errores de aquella época, son errores que no cometemos en el presente.
Por todo ello, una y mil veces diría que si alguien te hizo feliz en algún momento es mejor no desterrarlo de tu vida.
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