Renunciar es uno de los actos más complicados a los que nos enfrentamos en la vida. Y es que no nos enseñan a renunciar. No podemos renunciar a nuestros sueños porque "quien la sigue la consigue". No podemos dejar de intentarlo porque "todo lo bueno cuesta" o "lo bueno se hace esperar" como dicen los dichos.
Por supuesto, en el amor y en las relaciones de amistad, renunciar tampoco es una opción porque "quien bien te quiere te hará llorar" y "si no duele no es amor" y, por supuesto, si te esfuerza suficiente, conseguirás que la otra persona sea mejor por ti. Además, el amor no espera nada, y es ciego e incondicional, ¿verdad?
Todo eso no los han ido enseñando desde que somos bien pequeñitas, pero, ¿qué pasa cuando esas relaciones te hacen sufrir? ¿Qué pasa cuando no ser capaz de dejar ir te está arrastrando hacía la tristeza, la desesperación y la falta de autoestima? ¿Qué ocurre cuando no recibir lo que ofreces te hace sentir poco válida?
Aprender a renunciar
Poco a poco, nuestra visión de las relaciones ha ido cambiando al mismo tiempo que la sociedad lo ha hecho. La ideal del amor romántico en el que hemos sido educadas, ha ido evolucionando y hemos podido ir aprendiendo algunos de sus fallos y debilidades y cómo tenía más sentido en un contexto de cultura patriarcal.
Por suerte, cada vez somos más conscientes de lo importante que es cuidarnos a nosotras mismas, querernos y poner nuestro bienestar y felicidad como prioridad. No solo para asegurarnos de que nos quieran de una manera sana, sino también para ser capaces de querer de igual manera.
Sin embargo, tenemos tan interiorizado el amor romántico y el sacrificio - y no solo en las relaciones de pareja - que una cosa es saber lo que es más sano para nosotras y otra muy distinta ponerlo en práctica. Como en casi todo, debemos comenzar a aprender poco a poco.
Detectar cuando una relación no es en igualdad de condiciones
El primer paso en estos casos, es ser capaces de detectar cuando una relación no es equitativa. Y es que, aunque vaya en contra de todo lo que hemos aprendido, las relaciones saludables son de ida y vuelta y resultan equitativas. Recibes lo que das y das lo que recibes. Nadie está en inferioridad ni en desventaja.
Es importante que aprendamos a reconocer lo que nos hace sentir una relación: si una persona te hace sentir insegura, provoca que dudes de ti misma y de tu valía, genera que tengas miedos y ansiedades y la relación con ella te genera más tristezas y emociones negativas que alegrías y sentimientos positivos, es posible que sea el momento de rendirse.
Empezar por querernos a nosotras mismas y respetarnos
Algo imprescindible para ser capaces de renunciar a una relación que no nos hace feliz o a una persona que nos importa, pero a la que no importamos de igual manera, es querernos a nosotras mismas y saber lo que nos merecemos.
Y es que, en ocasiones, consideramos que las migajas que nos ofrecen otras personas es todo lo que merecemos. La realidad es que este es el momento ideal para recordarnos cuantísimo valemos y lo merecedoras de amor y de buen trato que somos.
Mereces que te quieran, te respeten y te traten bien. No porque sea más que nadie, sino porque eres un ser humano. Mereces tener a tu alrededor gente que realmente se preocupe por ti, te cuide y te dé lo mismo que tú ofreces. Mereces respeto. Y eso comienza por respetarnos a nosotras mismas.
Dejar ir lo que nos daña y abrirnos a lo bueno que tenemos a nuestro alrededor
En ocasiones nos obcecamos tanto en conseguir que quien no nos quiere nos acabe queriendo, que descuidamos o no somos conscientes de las personas que tenemos alrededor y que ya nos quieren, nos tratan bien y nos hacen felices.
Por ello, al mejor estilo Marie Kondo, ha llegado el momento de dejar ir y renunciar a lo que no nos hace feliz y a quien no es para nosotras. Y es que, aunque no sea lo que nos han enseñado, a veces renunciar es una gran victoria para nuestro bienestar personal y emocional.
Solo de esta manera tendremos tiempo, espacio y atención para las personas que sí nos quieren de igual manera, que nos respetan, nos hacen sentir seguras, valoradas, y nos aportan más felicidades que tristezas. Aquellas personas que mejoran nuestra ya de por sí maravillosa vida.
Nosotras somos las responsables de nuestra felicidad y las únicas capaces de aportárnosla. Y esto, en parte, pasa por elegir bien a las personas que queremos tener a nuestro alrededor, a quien dejamos entrar y a quien decidimos renunciar para poder seguir avanzando.
Imágenes | Someone Great
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