Ya, ya sé que las raíces cuadradas no parecen la mejor razón para practicar sexo. Ni las raíces cuadradas, ni en general ningún tipo de actividad intelectual. Pero eso es porque nos han vendido una versión extraña de lo que es hacer el amor.
Al contrario de lo que puede parecer, el sexo es una de las mejores actividades para el cerebro. La asociación entre practicar sexo y la función cognitiva es muy conocida y estos días un equipo de investigación de la Universidad de Coventry lo acaba de confirmar. Otra vez.
La ciencia del sexo
Y no, no me refiero a "estudios" como los de la cadena de sexshops eróticas Lovehoney que encuestó a sus clientes y descubrió que a mayor cociente intelectual, mayor era su consumo de productos eróticos. Qué van a decir ellos. Me refiero a los centenares de estudios que relacionan la práctica de sexo con el intelecto. Y de las formas más dispares.
Por ejemplo, sabemos que los animales más que tienen más sexo tienen más desarrollado el hipocampo y sus niveles de glucocorticoides en sangre (una hormona relacionada con el estrés) son mucho más estables. Vamos, viven mucho mejor.
Y es algo que no se reduce solo a los animales: desde los años ochenta tenemos numerosas investigaciones de Barry Komisaruk y Nan Wise, investigadores pioneros de la Universidad de Nueva Jersey, estudiando cómo afectan los orgasmos al cerebro. Y no son cosas triviales: tanto el aumento de la longevidad como el alivio del dolor se encuentran entre los beneficios.
Una maravillosa forma de cuidar el cerebro que nunca nos contaron
En el fondo lo que nos están diciendo los estudios es que el sexo es una buena herramienta contra el deterioro cognitivo. No nos hace más inteligentes, pero sí evita que perdamos habilidades y que la edad nos pase factura.
Y, la verdad, no es algo que nos deba sorprender. Hacer el amor es una actividad que incluye numerosas tareas físicas, hormonales, emocionales y sociales. No es solo el acto en sí, sino todo el proceso que nos lleva a ello.
Precisamente esto es una de las patas débiles de estos estudios. Hay que reconocer que en procesos interpersonales de este tipo la causalidad es compleja y es posible que, en parte, ocurra también al revés: es decir, que el decline cognitivo haga que las personas practiquen menos el sexo.
Así que independientemente de las raíces cuadradas, cada vez tenemos más razones para apostar por una vida sexual activa, divertida y llena de acción. Nuestro cerebro lo terminará agradeciendo.
Imágenes | Toa Heftiba
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