En el mundo del automóvil se va a producir una enorme transformación durante los próximos años a medida que la automatización vaya eliminando la necesidad de conductores y los vehículos eléctricos e híbridos ocupen una parte cada más importante del mercado mundial. Sin embargo, en un futuro en el que los coches autónomos estén disponibles bajo demanda para llevarte a donde necesites ir, parece que no tiene sentido tener coche propio.
El coche medio pasa alrededor del 90% de su vida aparcado. Un cambio de vehículos en propiedad privada a un servicio de empresas, públicas o privadas, que tengan los vehículos en propiedad y gestionen su uso sería una solución inteligente y eficiente para revolucionar la forma en la que el tráfico circula por las ciudades. Pero también podría tener profundas consecuencias para los sistemas de transporte ya existentes, como el tren, el metro y los autobuses.
Deja el coche
Para muchas personas los coches son un símbolo de autonomía o libertad, por lo que es de esperar que muchos se opongan a prescindir del coche privado. Pero en general, la experiencia sugiere que la gente parece dispuesta a aceptar dejar de tener un coche en propiedad, siempre y cuando el transporte alternativo sea lo suficientemente rápido y llegue a los sitios necesarios.
Esto es evidente en ciudades como Londres, donde las opciones de transporte público tienen buena frecuencia y cubren gran parte de la ciudad, lo que hace que tener coche sea algo innecesario para muchas personas. En promedio, hay 0,8 coches por hogar en la zona del Gran Londres, donde el metro conecta la ciudad con un total de 402 km de vías.
Pero los automóviles en propiedad tienen una mayor representación en las zonas donde el transporte público es menos estable. Por ejemplo, los residentes de la zona de Great Manchester, en el norte de Inglaterra, poseen de media 1,3 coches por hogar con un sistema ferroviario urbano que solo se extiende 93 km. Si existen soluciones alternativas competitivas, parece que la gente está dispuesta a dejar de tener coche en propiedad.
El precio de la anarquía
Es probable que los coches autónomos funcionen como parte de un sistema interconectado, lo que les permitirá evitar atascos, reduciendo así la contaminación y minimizando el tiempo que las personas pasan en la carretera.
Para entendernos: A menudo los atascos son ocasionados por demasiados conductores que intentan tomar la ruta más directa o conveniente al mismo tiempo, pero solo se benefician los conductores que toman la ruta temprano, mientras que el resto quedará atrapado en el tráfico, algo que los matemáticos denominan "el precio de la anarquía".
Funcionando como un sistema, los coches sin conductor podrán redistribuirse a través de otras rutas alternativas para evitar atascos y moverse por la ciudad de forma más eficiente. Este tipo de sistema debería poder ofrecer beneficios adicionales con el tiempo, siempre y cuando [los datos útiles][1] recogidos por los coches autónomos sean transmitidos a las autoridades locales o municipales para que puedan trabajar y mejorar las carreteras según sea necesario.
Transformación del transporte
No solamente el tráfico por carretera se verá afectado por estos nuevos sistemas. sino que la movilidad de la gente a nivel urbano e interurbano va a cambiar, lo que plantea importantes interrogantes sobre el gasto público en algunas infraestructuras como puede ser el ferrocarril.
Como norma general, un área de población tiene que alcanzar un cierto nivel de densidad para que el transporte público sea económicamente viable; tiene que haber suficientes personas que utilicen un servicio para que merezca la pena su gestión y es algo que aunque resulta fácil en las grandes ciudades, es más difícil de lograr en las pequeñas y medianas urbes. Los coches autónomos podrían hacer que un mayor número de personas tuvieran forma rápida y conveniente de llegar a una estación o salir de ella.
Pero si la gente pudiera elegir, probablemente tomarían el mismo coche hasta su destino. A medida que las redes de coches autónomos se amplíen y aumenten su capacidad en el futuro, surgirán grandes interrogantes sobre la viabilidad de las inversiones previstas para el transporte fijo (el transporte que va de un punto a otro, como el tren, el autobús y el metro). Incluso el transporte entre ciudades podría verse afectado a medida que crezca el alcance de estas redes.
De ahí la cuestión de si las inversiones en infraestructura para vehículos autónomos, que optimizan el uso de la infraestructura vial existente, deberían considerarse como una alternativa a las grandes inversiones en nuevas infraestructuras ferroviarias que pueden resultar redundantes antes o poco después de su finalización por culpa de las nuevas tecnologías.
Diseñando la hoja de ruta
Probablemente pasarán de diez a 20 años antes de que los vehículos autónomos y la red 5G de alta velocidad (factores ambos necesarios para abordar adecuadamente el precio de la anarquía) se extiendan por las carreteras públicas. La forma en que se produzca este cambio influirá también en el diseño de las ciudades del futuro. Los coches autónomos tienen el potencial de reducir exponencialmente los tiempos de viaje, algo que abre la oportunidad para replantearse la planificación de las ciudades.
Pero a medida que la fisionomía de las ciudades cambia a ritmo mucho más lento que las tecnologías digitales, puede que algunas personas opten por alejarse rápidamente de las ciudades que no aprovechan esta oportunidad y dirigirse hacia aquellas que están más adaptadas a la revolución del transporte.
Para que los ciudadanos puedan beneficiarse del despliegue de los coches autónomos, es necesario tener en cuenta los problemas sociales a la hora de programar dichas redes. Esto significa garantizar que la movilidad se va a optimizar de una manera que apoye la cohesión de la población (por ejemplo, agrupando hogares y empresas e integrando otras funciones como la educación y el bienestar) de modo que sea más fácil llevar a los niños en la escuela o ir a visitar a la abuela, no más complejo.
Los coches autónomos van a hacer que la gente se replantee la idea de tener un coche en propiedad, pero a medida que estos nuevos servicios interconectados se conviertan en una realidad en las ciudades de todo el mundo, surgirán grandes interrogantes sobre la necesidad de seguir financiando el transporte público. Es el momento de pensar cómo deberíamos planificar las ciudades para aprovechar al máximo los coches autónomos, sin que pierdan lo que las hace humanas.
Este artículo ha sido publicado originalmente en The Conversation. Puedes leer el artículo original aquí
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