Cuando una tendencia nace no siempre es la reina del baile. A veces nos cuesta asimilarla y son las it girls más atrevidas las que, a golpe de lucirlas y bombardearnos con ellas, terminan convenciéndonos. Hoy vamos a observar cómo funciona el engranaje de la moda, cómo consigue una firma conquistar al street style y, finalmente, hacerse masiva y terminar en todos nuestros armarios.
¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?
Todos conocemos lo que triunfa esta temporada, desde los abrigos de peluche a los cinturones de estilo corsé. Pero ¿de dónde sacan su poder para ser tendencia estas prendas o complementos? Sobre todo en el mundo global en el que vivimos, en el que el universo de la moda se mueve cada vez más rápido y hay tantísima información. ¿Cómo se reconoce una tendencia, impulsa y finalmente cala en nuestras vidas?
En el pasado, todas las tendencias habidas y por haber comenzaban estrictamente en las pasarelas, de las que saltaban a las revistas para finalmente desembocar en el consumidor. Este esquema unidireccional ha quedado obsoleto, ahora hay muchos otros agentes en juego. El libro The End of Fashion lo explica a la perfección:
"Desde la pasarela, desde el street style, desde las celebrities, desde las influencers y desde las diferentes capitales del mundo. Todo ello se recoge y digiere gracias a Internet, retroalimentando a su vez todos estos agentes y convirtiendo las tendencias en un fenómeno global desde su nacimiento."
Puesto en otras palabras, el dilema del nacimiento de las tendencias es el mismo que el del huevo y la gallina. Es imposible marcar un comienzo determinado. Porque el diseñador ha trabajado con coolhunters para saber qué triunfa en las calles. Porque el street style y las influencers beben su inspiración de lo que ven en las pasarelas, en Instagram y en otras it girls internacionales. "Es un fenómeno cíclico, todos alimentan a todos", afirma la autora del libro.
Los que algunos llaman horteras son los verdaderos influencers
Puede parecernos que hoy en día las tendencias son más locas que nunca. Transparencias imposibles, estilo athleisure y las pamelas de Jacquemus rozan lo que para muchos podría resultar ridículo. Pero esta sensación no es nueva en los 2000, ha existido desde siempre. No tendríamos más que preguntar a las señoritas de comienzos del siglo XX qué opinaban sobre el estilo working girl de la I Guerra Mundial. Y lo mismo con los jeans, el bikini y hasta las braguitas de algodón. En general, los cambios producen rechazo y la moda no es excepción.
Me parece un horror...pero me lo pondría
Sin embargo, para eso están las it girls. O trendsetters. Desde la Reina Isabel I y sus vestidos ostentosos que eran la envidia de toda Inglaterra hasta Olivia Palermo y sus estilismos de diez. No importa la época, siempre ha habido hombres y mujeres con una capacidad innata para influenciar a los demás, con un estilo muy pulido y conscientes de su poder. Ellas son las que rompen las normas estéticas para crear nuevas tendencias, algo que quien no comprende tacha de hortera.
No lo decimos nosotros, lo dice el estudio Sociology: Your Compass for a New World. El proceso es viejo como la vida misma: se lo vemos a alguien que admiramos e, "instintivamente, nos gusta y lo queremos". Una cualidad del ser humano que la industria textil sabe explotar muy bien.
Esto no significa que vayamos por la vida como ovejas de un rebaño. Ni muchísimo menos. En el libro de Teri Agins se aclara todo:
"Internet nos ha dado todos los medios para escoger y seguir solo a aquellas personas con un estilo que nos inspire o encaje."
Ahí está la magia, en ver a nuestros iconos admirados con las prendas combinadas y sus posibilidades. Algo mucho más apetecible que una percha o un catálogo online. ¿Quién se habría comprado unos leggings de terciopelo si no se los hubiera visto antes a Kim Kardashian? Y así es como una tendencia impopular se hace famosa.
De las it-girls al imperio low-cost
Cuando una tendencia se dispara desde las altas esferas de la moda (las grandes it girls internacionales), las búsquedas en Internet por encontrar sus prendas o versiones low-cost de las mismas se disparan. Básicamente hacemos el trabajo de investigación de la industria, que estudia nuestros deseos y los hace realidad vía Zara, Mango y otras tiendas masivas.
Con ello podremos lucir como las mujeres a las que admiramos. Y, con un poco de suerte, hacerlo rápido para ser las primeras y triunfar todavía más. Esta necesidad de inmediatez, velocidad y de "lo quiero aquí y ahora" es lo que provoca esta vorágine de nuevas tendencias cada día: "somos los consumidores los que queremos más, nuevo y mejor. Somos el motor de la industria de moda por querer ir por delante del resto" afirma el experto coolhunter Henrik Vejlgaard.
Conclusión: no sabemos de dónde vienen o lo que durarán, pero podemos predecirlas
Como ya hemos visto, no se puede determinar el momento exacto en el que nace una tendencia. Tampoco qué será de ella pasada unas temporadas. Algunas se quedan con nosotros, como las deportivas. Otras vuelven de vez en cuando, como el estampado de leopardo. Y otras arden rápido y mueren jóvenes, como la logomanía.
Sea como fuere, lo que esta avalancha de información sí nos permite hacer (si tenemos un buen ojo observador) es entender qué triunfará la próxima temporada: colores, diseños y estilos al completo. Y eso resulta muy cómodo para echar el guante a algunos caprichos antes de que se viralicen, suban sus precios y estén agotados en todos lados. Lo cual no está nada mal, ¿no? Hay quien se cansa con tanta tendencia, ¡nosotros adoramos la variedad!
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