No importa que lo hayáis ojeado y no lo hayáis comprado, el número de febrero de Vogue París hay que tenerlo en casa por su editorial de Vogue-à-porter. Resume a la perfección las tendencias de Primavera-Verano 2010 a través de una maravillosa sesión fotográfica firmada por Inez van Lamsweerde y Vinoodh Matadin en la que Daria Webowy, Dree Hemingway, Freja Beha, Lara Stone y alguna que otra supermodelo suelta, dan vida en clave exótico-artística a la esencia de las mejores colecciones.
Por muy mujeres de acero y urbanitas empedernidas que parezcan Carine Roitfeld y Emmanuelle Alt, no han podido encontrar mejor escenario que el de la calidez marroquí para resumir sin desentonar lo que se llevará la temporada entrante, y mientras Anna Wintour prefiere los paisajes costumbristas de su América natal para sus lectores, la deuda histórica de Francia con sus ex-colonias es el mejor punto de encuentro a la parisina de la moda internacional.
El colorido y las prendas estrella de las colecciones de Primavera-Verano 2010 piden a gritos un trasfondo árido y desértico: las saharianas de Galliano para Dior y los trenchs de Max Mara no pueden lucir mejor que paseando por un Zoco.
Lo mismo que las propuestas "tuareguizadas" de Missoni.
O el espíritu étnico con el que impregna Jean Paul Gaultier sus diseños para Hermès.
Las instantáneas de Daria, portada del número, no tienen pérdida tampoco. Y ya les he encontrado salida a las Panama Jack que algunas guardamos desde nuestra adolescencia (en los noventa se llevaban una barbaridad).
No me va nada en que Vogue París venda más o menos números, eso está claro, pero lo mismo que los especiales colecciones que saldrán en marzo son números a tener sí o sí (especialmente el de Vogue Esapaña), merece la pena gastarse 8 euritos en esta edición internacional por las sesenta maravillosas páginas de este editorial.
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