Las conversaciones de Whatasapp, los correos electrónicos, los mensajes de slack y hasta el smartwatch diciéndonos que nos levantemos a andar, que llevamos mucho tiempo sentados... Trabajar hoy es hacerlo mientras se responde a todos estos (y otros) estímulos. No obstante, desde Estados Unidos llega un sistema que ahonda en otras forma de trabajar. Un promedio de 23 minutos y 15 segundos es lo que tardamos en volver a concentrarnos en una tarea tras una distracción, según se ha calculado en un estudio la Universidad de California en Irvine. Ayudarnos a retomar el control y conseguir mantener la concentración es a lo que el profesor e informático estadounidense Cal Newport apunta con un método bautizado como "deep work" (o trabajo profundo, en español).
En su libro bestseller Deep Work: Rules for Focused Success in a Distracted World (que, aunque no se ha publicado en español, vendría a traducirse por algo así como "Deep work: Reglas para mantener la atención y tener éxito en un mundo de distracciones") expone su tesis de que los mejores no lo son por poseer un talento innato sino por su mayor capacidad de concentración en el trabajo. No obstante, esta es una habilidad (que no un hábito) que, según Newport, puede entrenarse.
Trabajo profundo vs. trabajo superficial
Según Cal, el trabajo superficial es aquel que se puede realizar mientras se está distraído. Es el que no nos exige mucho de nosotros mentalmente y aporta poco o ningún valor significativo. En el lado opuesto, el trabajo profundo demanda más de nosotros mentalmente.
Por lo tanto, el trabajo profundo se lleva a cabo en una zona libre de distracciones mentales y físicas para conseguir llegar a nuestros límites cognitivos. En definitiva, el Trabajo profundo requiere que uno experimente, explore y tome nuevos riesgos. La idea es impulsar tu productividad personal, trabajar de forma que maximices tus ganancias y limites las distracciones y pérdidas.
Diferentes filosofías para diferentes necesidades
El Trabajo profundo, a pesar de tener unos pasos muy marcados en su ejecución, es lo suficientemente flexible como para permitirle a cada uno elegir un hábito de trabajo acorde a su personalidad y actividad. La clave es elegir la llamada “filosofía de profundidad” que más nos convenga. Existen cuatro:
En primer lugar, la filosofía monástica elimina las obligaciones superficiales. Es decir, concentra la mayor parte de los esfuerzos (o todos) en un objetivo de gran prioridad. Se trata de una filosofía bastante simple pero especialmente efectiva para personas impulsivas que tienen un deseo insaciable de éxito.
En segundo lugar, la filosofía bimodal es algo más flexible. Establece que necesitas dedicar parte de tu tiempo a actividades de gran valor pero también permite dividir el tiempo entre estos objetivos de gran valor y otros. Aunque durante el “tiempo profundo” se trabaja monásticamente y renunciando a las distracciones. Depende de ti cómo y cuándo dividir tu tiempo.
La filosofía rítmica es bastante simple. Se trata de generar una rutina en la que no tengamos que decidir cuándo y cómo profundizar. Entrar en el ritmo de Trabajo profundo tiene que ser tan natural como levantarte y desayunar. Para ello es necesario crear una rutina que genere el impulso y te haga entrar en el ritmo.
Por último, se encuentra la filosofía periodística, para una persona que puede entrar en el modo de trabajo en un momento dado. Tal y como sucede con los periodistas cuando una noticia importante sale a la luz fuera del horario habitual de trabajo Eso sí, conseguirlo requiere práctica y esfuerzo. Muchas veces, depende de la motivación. Si no estás motivado para emepzar a trabajar de repente, según Newport, deberías preguntarte: “Si empezara a trabajar ahora, ¿qué ganaría?” y, a continuación, visualizar los beneficios.
Delimitar el uso de Internet y nada de multitasking
Uno de los puntos que Cal Newport aconseja poner en practica en su método es alternar períodos de trabajo con lo que llama “pausas de Internet”. Hay que intentar respetar al máximo esta separación, tal y como explica el autor, debido a que pasar constantemente, ante la menor señal de aburrimiento o dificultad, de una actividad laboral (de alto valor añadido y poco estímulo) a procrastinar (actividades de bajo valor añadido y mucho estímulo) enseñaría a nuestro cerebro a no tolerar nunca la ausencia de novedad.
Del mismo modo, haremos una tarea a la vez. Según demuestran los estudios, la productividad cae hasta un 40 % cuando hacemos varias tareas a la vez. Cambiar constantemente de una actividad a otra crea confusión y lleva a la pérdida de concentración. Todo esto aplica también a las llamadas y mensajes. Aún a riesgo de ganarnos fama de persona inaccesible, el autor aboga por priorizar nuestras tareas sobre la solicitud de comunicación de otras personas.
Planning estricto
Establecer un plan estricto de todas las tareas que debemos realizar y ceñirnos a él sería otro punto importante, por tanto. Para ello, cada día tenemos que apuntar nuestras tareas por horas hasta cubrir todas las de un día normal.
Cuando programamos tareas, hay que poner en primer lugar aquellas de mayor valor. Luego, las tareas de valor medio y las de valor bajo en tercer y último lugar. Entre estas últimas, si hay alguna que esté agregando tan poco valor a nuestra vida que podríamos eliminarlas, Newport recomienda hacerlo.
Por otro lado, a la hora de programar las tareas de mayor valor, debemos ser específicos con los pasos que necesitamos hacer para completarlas. Así, en lugar de anotar algo genérico, deberíamos entrar en detalles con una sublista de sus pasos procesables.
Cuatro disciplinas de ejecución
En resumen, según este método habría cuatro disciplinas de ejecución que nos acercarían más rápidamente a nuestras metas: Centrarse en lo que realmente importa y sacar de la agenda lo que no. Hacer solo lo que sea necesario para alcanzar tu meta, nada más. Hacer un seguimiento registrado del progreso. Por último, ser responsable.
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