Ya sé que vestido quiero para estas fiestas: este magnífico little black dress engarzado con cristales sobre tul de efecto desgarrado en escote, mangas, y bajos, firmado por Balmain para su coleción de verano 2009, que llevó ayer una Sarah Jessica Parker en estado de gracia a la apertura de la temporada de ballet en Nueva York. No hay que darle más vueltas. Es él.
Más Carrie Bradshaw que nunca y del brazo de un Valentino igual de moreno que siempre, Parker hizo lo que mejor sabe hacer: desencajar mandíbulas, y sí, digo bien, sin exagerar.
Si bien sus últimos looks han sido de lo más clásico, Sarah ha vuelto en estado puro con uno de esos looks de rompe y rasga (y nunca mejor dicho) porque lo que parece un perfecto vestido negro, formal, de corte recto y media manga es un minivestido drapeado, de corte asimétrico, y con agujeros, simplente genial.
Y el mérito no es solamente del modelito, sino del estilismo en general, Sarah Jessica está elegantísima con un moño italiano altísimo y escasas y perfectas joyas: dos anillos y una sencilla pulsera. Y lo que es más importante: sin collar, que sino mataría la gracia del vestido y resultaría inconvenientemente recargado. A lo que se suman sus zapatos fetiche: unos stilettos metálicos de la coleción de otoño-invierno 2008/2009 de Balenciaga (los mismos que llevó a la fiesta de Chanel).
No sé tú, pero yo, a los 43 años, quiero ser cómo ella. Y ahora mismo, también.
Fotos | faded youth
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