He recorrido toda España y esta es la playa salvaje de Andalucía que todavía no está llena de madrileños

Sabes que vas a un sitio en el que no vas a encontrarte con una horda de guiris y madrileños con los que vas a tener que pelearte por un trocito de playa o una mesa en una terraza cuando el trayecto en tren es una pesadilla de retraso y paradas que duran más de la cuenta esperando a que pase otro tren por la vía. Eso sí, la espera merece la pena cuando vas a Punta Umbría, en Huelva. Un lugar en el que doy fe de que todavía se puede disfrutar de la costa sin sentir que se está en un parque temático.

Bañado por las aguas del Atlántico y la ría de Huelva, Punta Umbría es un pueblo marinero con playas de arena dorada y espectaculares parajes naturales. Y lo mejor de todo en estos tiempos: el secreto mejor guardado de los locales. Así, mientras Málaga y Cádiz se llevan toda la fama del postureo en Instagram, a Punta Umbría van los propios onubenses y sus vecinos sevillanos a disfrutar de los días de mar, sol y chiringuito sin necesidad de tener que convertir cada segundo en una postal.

No exagero cuando digo que allí pasé, hace poco, uno de los mejores fines de semana playeros en muchísimo tiempo, y que volvería a repetir con gusto. No solo porque tiene el rollo de Tarifa (escuela de surf incluida), pero con menos pijos y menos (pseudo)influencers, sino porque me hizo conseguir ese propósito que parece que hayamos olvidado que tienen las vacaciones: desconectar para estar presentes. Levantar la vista y, de repente, sorprenderte con que todos los días una luz tan bonita lo tiña todo de dorado al ponerse el sol y lo ignoremos. Por ejemplo.

Claro que también ayuda a todo esto alojarse en el Barceló Punta Umbría Mar, un hotel de estilo andaluz en primer línea de una playa virgen (aunque parezca un oxímoron) y despertarse con vistas al Paraje Natural de los Enebrales. No obstante, otro gran punto a su favor (aparte de que sirven las mejores papas aliñás) es que, aún estando completo, no se notaba y tampoco se llenó de niños gritando y obligando a cerrar la piscina cada dos por tres por haberse hecho caca dentro (true story de otro lugar).

Directamente de la piscina del hotel, si uno se cansa, puede cruzar una pasarela de madera rodeada de espigas y hierba salvaje y se planta en la playa de los Enebrales, que es excelente para realizar largos paseos y bañarse con la naturaleza como única compañía (o casi). Este enclave está considerado de gran valor ecológico, ya que constituye uno de los pocos bosques mixtos de sabinas y enebros que se conservan en todo el litoral andaluz.

Aunque también hay quienes prefieren la playa de la Canaleta, que es la más amplia de todas y tiene el espigón al lado, además de albergar una escuela de surf y un chiringuito con mucho rollo tarifeño (o sea, en plan hippie bohemio) y que se llama Mosquito. Este trozo de costa se encuentra muy cercana a la famosa Ría de Punta Umbría, un paraje natural sobresaliente. Desde allí se puede observar el Paraje Natural de las Marismas del Odiel y disfrutar de espectaculares atardeceres.

No obstante, Punta Umbría es mucho más que sus magníficas playas. Es una localidad que comenzó a habitarse a partir del siglo XVI y la historia ha dejado monumentos como la Torre Almenara, un bastión defensivo ubicado en la entrada de la ría, mandada construir por Felipe III con el fin de servir de protección frente a las incursiones de piratas y berberiscos.

También resultan muy curiosas las coquetas casas de madera elevadas sobre pilones y rodeadas con porches al estilo Texas en las que habitaron los ingleses que llegaron a Huelva con la empresa minera de Riotinto. De hecho, es posible visitar una de forma gratuita en la Casa Museo de los Ingleses. Y, por supuesto, no te marches sin ver la impresionante estatua de 3 metros que el pueblo dedica a sus raíces y costumbres marineras.

Foto de portada | FJavier GómezL

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