He recorrido toda España y este pueblo medieval, con más librerías que bares, es el que más bonito está en otoño

A solo 45 minutos de la ciudad de Valladolid y dos horas de Madrid capital, se encuentra el sueño hecho pueblo de todo lector empedernido. No es porque sea el escenario en el que transcurre ninguna gran novela o porque guarde relación con algún autor o autora importantes sino porque Urueña cuenta con más librerías que bares en sus calles.

Conocido como la primera Villa del Libro en España, en este pueblo de menos de 200 habitantes de Castilla y León hay una amplia variedad de librerías especializadas. En total, hasta once librerías, cada una con una propuesta específica. Este enfoque temático y diverso, junto con el ambiente acogedor y lleno de historia que parece te transporta a otra época hacen de Urueña un curioso epicentro cultural.

Y es que no solo en librerías se queda su oferta cultural. Todo empieza hace 30 años, cuando la Fundación Joaquín Díaz convirtió uno de los edificios de Urueña en un centro de documentación e investigación. Esto supuso un antes y un después para el pueblo, cuya vida artística y cultural no ha hecho más que aumentar, atrayendo a visitantes de aquí y allí por este motivo.

De este modo, también cuenta con museos que preservan la cultura, como el Museo del Cuento o El Museo de Instrumentos del Mundo, siempre a precios asequibles. No obstante, además de ser un importante foco cultural, el pueblo ya destaca de por sí por su belleza natural. Situado en lo alto de un cerro de los Montes Torozos, es una terraza sobre la inmensa llanura castellana.

En lo que a patrimonio histórico se refiere, sus estrechas calles empedradas y sus casas blasonadas conservan intacto toda la estética de la época medieval, en la que gozó de gran importancia y fue epicentro de batallas entre los reinos de León y Castilla.

Sobresale, especialmente, el recinto amurallado del que se conserva casi la totalidad que en el pasado cercaba la población. A sus pies se encuentra la ermita de la Anunciada, construida en el siglo XII por orden de la infanta Sancha Raimúndez y único ejemplo de románico-lombardo que se conserva en Castilla y León.

En su época de mayor esplendor también albergó un castillo, que después funcionó como prisión y cementerio, pero del que en la actualidad solo quedan ruinas. Por todo ello, visitar este pueblo con la luz tan especial del otoño y los días frescos que se van acortando es como estar dentro de un libro.

Fotos | Junta de Castilla y León

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