No es Cadaqués pero está cerca y, en mi opinión, merece muchísimo más la pena
La Costa Brava recibe su nombre de los paisajes agrestes y escarpados que caracterizan la zona. Y, desde luego, sus calas de aguas cristalinas entre imponentes acantilados son tan impresionantes como parecen en las fotos de Instagram. No obstante, tengo que decir que el verano en el que me fui de road trip por esta parte de Cataluña hubo un lugar que me conquistó de largo sobre el resto. Y no, no fue el masificado Cadaqués, cuyo paseo marítimo tenía demasiado en común con la Gran Vía de Madrid en Navidad... Aunque, el lugar al que me refiero, tampoco se encuentra muy lejos.
Hablo del parque natural del Cap de Creus que, además, tiene la particularidad de ser la parte más oriental de la península Ibérica. La costa de este lugar salvaje y primitivo es especialmente abrupta y está formada por un gran número de acantilados y rocas que contrastan con sus preciosas calas recónditas y tranquilas bahías. Eso sí, llegar a ellas es toda una aventura salvaje y no apta para personas con movilidad reducida o incluso en baja forma física.
Se trata de un lugar que, además de por su belleza paisajística, destaca por su gran diversidad biológica y ecológica ya que por algo es un parque protegido. Esto se nota en cómo las aguas que redondean el Cap de Creus son cristalinas, están muy limpias y cuentan con un índice muy bajo de contaminación.
Por su lado, la compleja orografía de la zona terrestre se ha ido creando de a poco debido a la erosión de las rocas provocada por las fuertes olas y el viento de Tramuntana. Un viento que es fácil ver cómo levanta una estela de polvo como si fuera el humo de una hoguera en lo alto del acantilado, mientras tu te das un apacible baño en el mar tan tranquila.
Este territorio, caracterizado por las rocas de pizarra, no podría ser más Mediterráneo. Cuenta con una gran cantidad de flora y fauna única de este clima y hay presencia de grandes áreas de pino carrasco y encinas de diversos tipos. Además de haber aves marinas, reptiles e, incluso, tortugas babaues.
Independientemente de cuál sea el motivo principal por el que se visite el Cap de Creus, es imprescindible pasar por el Faro, que es también mirador. Desde este punto se puede contemplar la gran extensión que tiene el parque e iniciar cualquiera de sus rutas.
Uno de los monumentos más importantes del Cap de Creus es el monasterio benedictino de Sant Pere de Rodes, que data del siglo X y sorprende por la belleza del paraje donde se encuentra. Además, actualmente es un centro de información donde se puede encontrar una gran cantidad de información sobre el parque.
Para bañarse, la cala jugadora y la cala Fredosa son las más cercanas al faro y a unos diez minutos está también la Cova de s’Infern. Esta última tiene de particular que la erosión del agua ha dejado a su paso una preciosa cueva que se puede atravesar nadando. No obstante, son muchas más las actividades al aire libre que se pueden hacer en Cap de Creus. Desde senderismo hasta submarinismo y pasando por ciclismo. Además, aunque suele recibir muchos visitantes, es un lugar tan inmenso que muchas veces uno tiene casi la sensación de estar en un lugar inhóspito.
Foto de portada | anroir
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