Volvería una y otra vez
Aunque yo no lo soy, mi madre sí es gallega. De hecho, ahora mismo, toda mi familia vive en Galicia. Y eso me incluye a mí, que me casé con un gallego, me mudé a Vigo y tuve un hijo gallego. Esto se traduce en que, entre todos los veranos de mi vida y los últimos años viviendo aquí, he viajado mucho por Galicia.
Si no toda, sí que me la he recorrido casi toda - ahora vendréis y me diréis "pues aquí no has estado seguro" y tendréis razón, pero si me invitáis voy -. La cuestión es que no podría estar más enamorada de esta comunidad autónoma que, si bien no es la mía de nacimiento, sí es la mía de corazón. Me parece preciosa de punta a punta y me quedaría a vivir en cada uno de sus rincones.
Desde ciudades como Coruña, Pontevedra o Santiago, pasando por sitios absolutamente mágicos como las Islas Cíes, Los Ancares en Lugo, Oleiros, Pontedeume, Fragas do Eume, Redes, Foz, Cambados o Baiona, no hay lugares más bonitos.
Pero hay uno que me gusta por encima de todos. Uno de esos pueblos que parecen un sueño y en los que te quedarías a vivir sin dudarlo mientras romantizas tu vida a tope. Se trata de Combarro, un pueblo marinero absolutamente precioso en la parroquia de Poio, provincia de Pontevedra.
No sé cómo explicaros lo mágico que es este pueblo. Supongo que podría decir que está declarado Bien de Interés Cultural, o que es el pueblo con más hórreos de Galicia: más de 30, la mayoría a orillas del mar. También podría decir que las flores que cuelgan de los balcones hacen que pasear por allí sea una experiencia preciosa o que los restaurantes con vistas al mar son uno de los sitios más bonitos en los que he comido, pero tendríais que visitar Combarro vosotros mismos para poder entender hasta qué punto es mágico.
Concretamente, hay un restaurante, A Rosa dos Ventos, en el que puedes cenar en su terraza, entre plantas y paredes de piedra. Hacen una queimada riquísima y, entre el ambiente, el fuego y el mar, si no creías que las meigas "habelas hailas" empezarás a creerlo.
Combarro está construido sobre el granito al lado del mar. Literalmente, casi no se sabe dónde acaba el mar y dónde empieza el pueblo. Cuenta con un estilo arquitectónico propio de los siglos XVIII o XIX que se mantiene intacto. Además de los hórreos, los cruceiros y las casas marineras son sus otros dos grandes encantos.
No se tarda demasiado en recorrer todo el casco antiguo. Probablemente no más de una hora, pero el corazón se te queda atrapado casas tradicionales marineras, balcones de piedra o madera decorados con coloridas flores, soportales estrechos y hórreos.
Si vais a quedaros unos días en Combarro, podéis recibir clases de vela, surf o paddle surf en The lost Tourist y, por supuesto, descubrir sus tiendas, con productos típicos de la zona, además de muchos recuerdos para llevaros con vosotros.
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Imágenes | @N O E L | F E A N S en Flickr, Iria Reguera, Wikimmedia Commons,
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