La luz parisina que envuelve la obra de Sally Storch es fruto el legado de su familia de artistas. París fue el hogar de su familia a principios del siglo XX y de una forma casi orgánica esas raíces se reflejan en los colores y las formas de sus cuadros.
Cuando era niña creció rodeada del arte de dos mujeres, sus tías. Bertha Rihani vivió y pintó en París en los años 20, junto a Henri Matisse y Kees Van Dongen. Stephanie Stockton, su otra tía, estudió en The Art Students League en Nueva York y fue aprendiz de John Steuart Curry en la década de 1930.
Ambas le inculcaron el amor por el arte y de ellas surgió la inspiración para Sally Storch, que encuentra en su manera de narrar la mejor de sus virtudes. Con un aire romántico y muy cálido, la artista estadounidense ofrece una visión pura de la vida cotidiana que resulta atemporal y sencilla, pero sumamente atractiva.
El aire romántico de la obra de Sally Storch
Su obra, que sigue creciendo, es reflejo también arte estadounidense de principios del siglo XX, como la presentación naturalista de la vida estadounidense de Edward Hopper o el regionalismo de Thomas Hart Benton, ambos fuente de inspiración para la artista.
Escenas luminosas y tranquilas que gracias a la cálida luz nos transportan a un espacio atemporal, romántico y humilde en el que la mujer siempre es protagonista. Escenas en cafeterías, en la calle, en el metro o en la habitación en la que acciones como leer o simplemente caminar se convierten en el centro de la narración.
Trazos limpios, con colores cálidos hasta en sus obras centradas en momentos nocturnos, que provoca que quieras zambullirte en el cuadro y que te hace sentir como en casa, aunque sea desde el otro lado del lienzo.
Fotos | Sally Storch
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