Teniendo 16 años vi La princesa Mononoke. Me impactó tantísimo el concepto y la forma de expresarse con dibujos, mucho más adulta de lo que estaba acostumbrada, que Studio Ghibli cambió por completo mi percepción del anime y de lo que podría aportarme fuera de las series infantiles.
Me convertí en fan incondicional de todo lo que salía del estudio japonés y me enamoré de sus personajes y sus historias.
Netflix tuvo el acierto de llevar a su plataforma 21 películas del estudio de animación que creó algunas tan mágicas como Mi vecino Totoro o El viaje de Chihiro. Ahora, en mitad de una pandemia podemos acercarnos más al universo Ghibli visitando su museo en Misaka sin movernos de casa.
El Museo Ghibli en Tokyo
Desde que se inauguró en el año 2001 en Mitaka, al oeste de Tokyo, en el Museo Ghibli están prohibidas las fotografías. Hayao Miyazaki diseñó todo el museo pensando en que los visitantes pudieran zambullirse de lleno en las películas, pero prohibió las fotografías para que el recuerdo de ese lugar fuera lo más puro y cada persona lo guardara en su memoria de una forma aún más especial.
Pasadizos y escaleras recorren la historia de Ghibli y ahora podemos verlo gracias a los ocho pequeños vídeos que el museo ha colgado en su cuenta de YouTube y en su página web que consiguen acercarnos un poco más a él, aunque estemos a miles de kilómetros.
Las imágenes que nos deja son impresionantes y nos permiten echar un vistazo a un original museo que ya solo con las entradas -un trozo de cinta de 35 milímetros que se utilizó en los cines para proyectar la película- nos demuestra que es especial.
El primero de los vídeos muestra un fresco en el techo de la sala llamada el “Espacio de las Maravillas” en el que se mezclan personajes como la bruja Kiki y su gato Jiji, la princesa Nausicaä del Valle del Viento, y las hermanas Satsuki y Mei Kusakabe de Mi vecino Totoro.
El segundo visita la exposición permanente del museo, Where a Film is Born. Un recorrido entre libros, ilustraciones, maquetas y objetos maravillosos que el mismo museo describe como "la habitación de un niño que quiere desarrollar una idea de su propia película”.
Y esto es solo un ejemplo. Podemos pasear por el cine Saturno donde se proyectan pequeños cortos y películas inéditas o ir al café con inspiración en Porco Rosso.
Veremos en las ventanas paisajes de cuento como la casa llena de enredaderas de Kiki o los increíbles baños que podremos visitar en el museo, como este.
La maravillosa entrada principal con sus vidrieras y sus ventanales, o los jardines que envuelven el Museo.
En una mágica calma, sin turistas, podemos recorrer este pedazo de la historia del cine en el que nos volveremos a sentir niños otra vez.
Fotos | Museo Ghilbil, Flickr Patrick Müller
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