Sin ton ni son, me vi dentro de una Clínica Estética esta pasada semana. No sé si alguna vez habéis entrado simplemente a preguntar, pero lo hice. El resultado, no pienso volver a entrar. Entré pensando que primero me iban a preguntar qué me gustaría, cómo me vería, en qué había pensado…
Pero no, me miraron, me analizaron, sólo el rostro desde una butaca, y el resultado fue, textual: “como veo que sonríes mucho, te recomendaría unos pinchazos de ácido hialurónico en la comisura de los labios“. Tal y como estáis leyendo. Mi respuesta fue, “¿qué me pinche qué?” A lo que me contestó algo como, “así evitas que en un futuro tengas cara de marioneta”...
No me levanté y me fui, aguanté. Me señaló además que tengo pequeñas líneas de expresión en los ojos, ¡claro!
Soy una persona viva y gesticulo, dato fundamental para que la piel se mueva… pero de ahí a que con 29 años me pinche en la comisura de los labios y el rostro me quede ya paralizado, como todas vemos en las mujeres operadas, pues como decir… ¡no!
Me enfadé, me parece que no tienen en cuenta la edad para empezar a ‘aconsejar’ este tipo de operaciones mínimas. No entiendo cómo pueden no preguntarme por mis rutinas de belleza, mi hidratación, saber qué hago para cuidar esas líneas, preguntarme si prefiero o no otro tipo de intervención antes que esto.
Ni siquiera me preguntaron qué me parecía, simplemente esta gran frase y un, toma el presupuesto. Una cosa hice al salir, mirarme en un escaparate, sonreir y seguir mi camino olvidando por completo la opinión de una mujer sentada tras una mesa que me extendió un presupuesto para paralizarme el rostro…
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Foto: Ehsan Ahmadi.