Kimera, ¿os acordáis de ella? Hace muchos años fue noticia, desgraciadamente, por el secuestro de su hija Melodie. Aparte de eso, era conocida por formar parte de la jet set marbellí y por ser cantante de ópera coreana. Pero seguro que todos la recordáis por sus increíbles maquillajes.
Y es que me he acordado de ella tras los post sobre el maquillaje en las tripitas de embarazadas y el del body painting. No sé si a Kimera le agradará que la recordemos bastante más por sus extravagantes maquillajes que por su voz, pero lo cierto es que es así.
¡Qué maquillajes! Daba igual que la vieras en chándal o vestida de gala, ella iba siempre con sus ojos profusamente engalanados con los colores más llamativos. Quizá fuera una muestra más de la opulencia y el gran poder adquisitivo que ella y su marido, Raymond Nakachian, tenían por aquellos entonces.
Y yo me pregunto, ¿gastaría entonces tanto dinero en maquillaje como los hace ahora Jennifer Aniston en peluquería, por ejemplo? Seguro que sí, y es que su maquillador/a tendría que vivir con ella y echar bastantes horas en la elaboración de esas obras cosméticas.
Sus ojos achinados se pronunciaban mucho más con elaboradas delineaciones, casi felinas. Sus finitas cejas, casi desaparecían entre tanto colorido, o se alargaban hasta el infinito con forma de alas o plumas.
Los colores, muy variados, aunque casi siempre predominaba el rosa, el blanco y el azul, acompañando al pincel negro que trazaba los contornos y las formas.
Pájaros, plumas, alas, ojos felinos, siluetas que casi recuerdan al logo de Batman… la colección de maquillaje de ojos de Kimera es bastante abundante.
Pero los ojos no era lo único que se maquillaba esta mujer. A veces esos dibujos crecían hasta las mejillas, o se complementaban con alguna estrella o ave en la frente. Los labios, siempre más discretos, en rojo pasión o en tonos rosados.
Probablemente a muchos les parezca una auténtica horterada, pero hay que mirar este maquillaje desde varios prismas. Ella, una mujer exótica, de vestimenta muy llamativa y con una profesión artística, se lo puede permitir. Fue de alguna forma, rompedora en ese sentido.
Además, si miramos bajo el cristal que guarda aquellos años ochenta, nos damos cuenta de que, estéticamente, casi todo valía, aunque no fuera siempre lo más acertado, claro.
Con su carrera ya acabada, con el poder adquisitivo bastante mermado y ya de lleno en el siglo XXI, Kimera ha dejado atrás aquellos maquillajes-antifaces y ahora se pinta acorde a su edad.
Estoy pensando que igual los próximos carnavales me disfrazo de ella... ¡Aunque debería ponerme ya a practicar con el maquillaje!
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