Sí, ya sé que un post que va a hablar sobre las madres ilustrado con una foto de Marilyn Monroe no parece tener mucho sentido, pero todo tiene una explicación, en esta ocasión bastante personal.
Cuando era pequeña Con faldas y a lo loco era una de mis películas favoritas, me encantaba todo y sobre todo su protagonista. Uno de esos muchos días que estaba viéndola con mi madre, tumbadas en el sofá, la miré y sentí la necesidad imperiosa de decirle algo que me salió directamente del alma ¡Eres más guapa que Marilyn Monroe!
Ella se echó a reír y me llamó exagerada, pero yo insistí en que era totalmente verdad, en aquel momento de felicidad, desde mis ojos de niña para mí mi madre era sin duda la mujer más guapa del mundo.
Belleza más allá de lo que se ve
El próximo domingo es el día de la madre y me apetecía reflexionar con esta anécdota de esa belleza que va más allá del aspecto que tenemos o deseamos tener. La que está por encima de maquillajes, tallas y estilismos.
Esa que más que percibir, directamente sentimos y que estoy segura de que muchos niños contemplan cuando miran a sus madres, al igual que les pasa a ellas cuando miran a sus hijos.
Me parece algo bueno para tener presente cuando nos asalten dudas o inseguridades. ¿Y si aprendiéramos a mirarnos así también nosotras mismas? Con amor incondicional, que aunque sé que va a sonar un poco cursi, embellece todas las cosas.
Rituales heredados
Pero no me olvido de la temática general del blog, así que también quiero aprovechar para recordar algunos de los productos de belleza que usaba mi madre cuando yo era niña y que a mí todavía me encanta seguir utilizando.
Lo primero e imprescindible en su rutina de maquillaje (y ahora en el mío) siempre ha sido el khol negro, tiene los ojos muy grandes y bonitos y todavía los resalta más con sombra marrón, perfilado negro y abundante máscara de pestañas. Los míos son algo (bastante) más pequeños, pero casi a diario copio el mismo procedimiento.
Bálsamo para los labios, de fresa, de cola ¡De cualquier cosa que surja! siempre en el bolso y unas gotas de Eau de Rochas, por aquel entonces llamado Eau de Roche, un aroma que me catapulta directa a la infancia y que además me gusta por ser fresco y totalmente diferente al resto de perfumes.
Con eso me quedo en mi tocador, aunque me encanta de vez en cuando volver a casa y revisar el suyo y pedirle que me deje probar alguna cosa o compartir con ella algo que me ha gustado. Y es que afortunadamente hay cosas que nunca cambian, por más que pasen los años.
¡Felicidades a todas las madres! Espero que paséis un fin de semana maravilloso, porque os lo merecéis, sin duda, y no olvidéis que para alguien muy importante sois, sin duda, las más guapas, guapísimas, de todo el planeta.
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