Las celebrities adoran a Giambattista Valli. Y más que lo adorarán porque a la vista de la colección para el próximo verano presentado hace dos días en París, Valli se va a convertir en el diseñador de cabecera de muchas más. Y nosotras, las mortales, porque no nos lo podemos permitir, que sino, nos íbamos a sumar a la fiebre por sus espectaculares creaciones ya mismo.
Un vez más, Valli, ha desplegado su arsenal de volúmenes y nos ha obsequiado con kilos de extravagancia en forma de majestuosos vestidos dignos del mejor show de Alta Costura. Entre tanto futurismo y moda conceptual se agradece un poco de barroquismo romántico, aunque sepa a pasado y suene bucólico, porque la feminidad suntuosa de Valli es un bálsamo para los sentidos y un regalo para nuestros ojos.
Eso sí, su estilo no es apto para pragmáticos.
Yo creo que su claro homenaje a un maestro como Cristobal Balenciaga es una declaración pública de su intención de ir más allá y entrar en el selecto club de la costura, quién sabe si de la mano de una maison como Valentino, ahora que Alessandra Fachinetti deja la casa. Mucho se ha dicho acerca de ello aunque de momeno en firme no hay nada. De todas maneras no hay que tener prisa porque el aperitivo que nos presenta Valli con su listo para llevar, ni tan listo, ni tan para llevar, es la mejor manera de ir abriendo boca para lo que pueda llegar.
En esta colección hay más enaguas que nunca, y parece que hemos vuelto a la época de los cincuenta, pero qué maravilloso espectáculo el suyo; los vestidos que nos presenta son una oda a esa feminidad que muchos se empeñan en enterrar, esa que puede parecer obsoleta pero que nunca pasa de moda.
Aunque sea aparatosa y algo engorrosa, poco moderna y nada fresca. Pero es una delicia poder disfrutar de su ingenuidad y su utópica práctica, porque está claro que intentar sentarse con gracia con semejante silueta encima es practicamente imposible. ¿Pero y qué más da? Muchas serían capaces de estar de pie días con tal de poder ponerse una pieza tan auténtica.
Sobre todo en su versión nocturna: esos gowns elaboradísimos, recargados y pomposos que desde luego engullen más que visten a la persona que los lleva pero cuya espectacularidad y minuciosa elaboración no dejan de asombrar.
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