Todos, incluido yo que no soy fan, esperábamos la vuelta la moda después de dos años de ausencia de Nicolas Ghesquière a la primera fila del mundo de la moda. Quizás, la última gran esperanza blanca tras la desaparición de ya sabéis quién. Ese tipo de creadores de moda que a la vez eran artistas y que son los que dignificaron el negocio al margen de resultados económicos inmediatos y que poseían una visión única e irrepetible que cambió la moda para siempre.
Alexander McQueen sentía celos del Balenciaga que Ghesquière creó durante sus años en la mítica casa franco-española. En Balenciaga el francés le habló cara a cara a la modernidad de la mano de la conceptualidad que el grupo Kering le dejó hacer sin resultados económicos a corto plazo, pero de grandes beneficios publicitarios a cortísimo plazo. Puede que de todo el holding fuera el único, junto a McQueen que no se dedicaba a plasmar logos en marroquinerías varias.
No voy yo a cuestionar aquí el talento de Nicolas Ghesquière ni su sutil influencia en la calle con colecciones que a priori estaban concebidas para no ser copiadas. Su talento para marcar lo que era moderno es innegable y hay que subrayar que lo más copiado o lo que podía ser copiado, por las grandes cadenas low-cost, ha sido un triunfo mayúsculo e innegable. La imagen híper-cuidada, no sólo de su firma si no de su propia persona, han marcado la trayectoria del tándem Ghesquière-Balenciaga, un diseñador diferente al margen de los histerismos que habitualmente pueblan la moda.
Freja Beja no es Cara Delevingne, ni es lo mismo recuperar a Maggie Rizer que a alguna modelo mítica de belleza obvia de la era de las supermodelos para abrir tu desfile de debut en una de las casas mas potentes y conocidas globalmente. Louis Vuitton no es Chanel, ni Dior, no es una casa de Costura al uso porque la historia que cuenta su legado está más ligada a viajes lujosos, al colonialismo y a un logo estampado que a una filosofía de vestir. No hay referencias del fundador de la casa, no hay pautas, ni códigos estéticos, sólo baúles de piel impermeabilizada que aguantaban viajes intercontinentales. Hay tradición y lujo pero no hay siluetas que repetir ni modernizar. ¿Será por eso por lo que Loewe no encuentra su lugar?
No voy a a hablar aquí de Marc Jacobs, porque tuvo la oportunidad de convertir Louis Vuitton en el Hermés de este siglo y lo que hizo fue convertir Louis Vuitton en una máquina implacable de modas que duraban cinco minutos, bofetones de lujo que te volvían la cara del revés gracias a propuestas basadas, no en el concepto de la propuesta, si no en el poderío que un grupo tan poderoso le ponía a su alcance. Un tiovivo, unas escaleras mecánicas enmascaraban propuestas vacías muchas veces aderezadas por colaboraciones de artistas que no sobrevivieron ni una sola temporada. A ratos Marc Jacobs en Vuitton parecía el hijo no nacido de Karl Lagerfeld y Miuccia Prada. Popularizar un logo y hacerlo accesible para el gran público es vulgarizar una firma de lujo.
El giro de Nicolás Ghesquiére en Vuitton huye de la belleza obvia y comercial, lo importante de esta colección no son ni las siluetas, que tienen un cierto regusto sesentero, si no los tejidos trabajados y el cuero, que junto a la lona monogram son el único legado de la casa que une con los orígenes de la misma. Ni grandes florituras ni volúmenes extremos, ni siquiera hay escotes ni vestidos de de noche. De hecho la colección es poco femenina exceptuando las cinturas marcadas hasta el extremo remarcadas por unos cinturones preciosos y unos botines que serán, junto a los nuevos y discretos bolsos, un éxito de ventas. La colección en sí misma es fría y distante, igual que lo era en Balenciaga.
En realidad todo lo que hemos visto va a ser un éxito seguro. Toda la colección vamos a verla en la portada de todas las revistas y en la mayoría de los editoriales de la temporada del invierno que viene. No van a dejar que fracase ni una sola de las piezas de la colección, ni la propuesta global de la firma en campañas o en concepto de tiendas. A estas alturas el grupo LVMH ya ha contratado publicidad por millones de dólares en todas las revistas importantes e influyentes. Si han conseguido doblegar a Suzy Menkes, que ya se ha vendido al poder, ¡qué no van a conseguir con los demás! Lo bueno, lo genial, es que Nicolas fundara su propia firma desde la nada y viéramos si conseguía posicionarse en los primeros puestos del ranking de casas más potentes e influyentes del planeta.
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