El error que cometes sin darte cuenta y que tendrá la culpa de que tus hijos no sean adultos resilientes

Si pensamos que la crianza amable de la que hablaba la psicóloga Sarah Ockwell-Smith es un enfoque educativo que afirma que el mal comportamiento de los niños se debe a una desregulación emocional o a no tener las herramientas necesarias para enfrentarse a aquello que les genera emociones desagradables, pensar en que enseñar a los niños a autorregularse es algo imprescindible. Es más, ya te hemos contado que el gran secreto del éxito de la crianza amable no es otro que la corregulación emocional.

Según explica la psicóloga del desarrollo y cofundadora del Mount Sinai Parenting Center Aliza Pressman en su libro ‘The 5 Principles of Parenting: Your Essential Guide to Raising Good Humans’, la autorregulación infantil y el proceso de enseñar a los niños, es absolutamente imprescindible si queremos que desarrollen resiliencia ante los problemas y que aumente su inteligencia emocional.

Los niños aprenden la autorregulación, entendida como la capacidad de responder a las experiencias de una manera que sea socialmente aceptable y sin dejar que las emociones controlen nuestras acciones, a través de la corregulación. Y es aquí donde entra el mayor error que como padres podemos cometer en la crianza amable: confundir la corregulación con fingir felicidad delante de los niños todo el tiempo.

Corregular no es fingir felicidad

Todos los seres humanos están capacitados para gestionar sus emociones, independientemente de cuales sean. Solo se necesitan las herramientas adecuadas para ello. Sin embargo, si ocultamos nuestras emociones a nuestros hijos pensando en que si nos ven tristes ellos se pondrán tristes también, estamos yendo en contra de la corregulación. El objetivo es enseñar a los niños que incluso cuando uno tiene emociones difíciles, puede mantener la calma.

Si entendemos esto, entenderemos también que es importante que los niños perciban nuestras emociones, también las mal llamadas emociones negativas, y vean cómo las gestionamos con calma. Según asegura en su libro la experta en crianza, “al compartir nuestra sensación de calma con nuestros hijos, les enseñamos lentamente cómo regularse por sí solos cuando perciben una posible amenaza”. Podemos conseguirlo simplemente gestionando en voz alta las emociones. Pressman explica que “puedes intentar narrar lo que te está pasando mientras te trasladas al presente diciendo algo como: ‘Estoy tan molesto en este momento que me resulta difícil concentrarme en lo que estoy haciendo. Déjame respirar profundamente y ver si puedo volver a ser capaz de prestar atención a lo que estoy haciendo aquí’”.

Y no, no significa que de repente tu hijo de cinco años se convierta en tu mejor amigo y tengas que contarle todo lo que se te pasa por la cabeza. Significa que si queremos enseñarle a autorregularse, como madre o padre “vas a prestar atención a tus propios sentimientos y experiencias, para no proyectarlos inadvertidamente en tus hijos”, explica la experta en su libro. En lugar de enterrar tus sentimientos, vas a hablar de ellos abiertamente.

La corregulación implica varios tipos de respuestas con los niños, como que nos sientan cerca, que sientan que se validan sus emociones o que usamos un tono de voz tranquilizador, pero también implica que como padres debemos modelar nuestro propio proceso de calmarnos. Fingir que es todo alegría y felicidad el 100% del tiempo, no es gestionar una emoción sino enterrarla.

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Fotos | Torsten Dederichs en Unsplash, Morgan David de Lossy en Unsplash

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