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La gente que creció sin disciplina suele mostrar estos cinco comportamientos cuando son adultos, según la psicología

Que los niños aprendan a aceptar normas y tengan límites, es vital para que desarrollen responsabilidad y autocontrol

Como explicaba la psicóloga Úrsula Perona, la disciplina parece tener mala fama, pero es “algo imprescindible en el proceso educativo” porque enseña conceptos básicos como el autocontrol o las normas y límites que también deberían tener los niños aunque hablemos de la crianza amable. La disciplina positiva, es una buena forma de hacerlo que según explicaba Lucie Cluver, profesora de trabajo social para los niños y las familias en la Universidad de Oxford en Unicef, “puede contribuir a que los progenitores fomenten unas relaciones positivas con sus hijos y les enseñen habilidades como la responsabilidad, la cooperación y la autodisciplina”. Pero ¿qué ocurre cuando hemos sido criados sin disciplina? Pues que cuando crecemos, y según la psicología, podemos tener ciertos comportamientos en nuestra vida adulta que supongan un problema para nuestro desarrollo personal.

Les cuesta empezar y mantener nuevas rutinas

Se ha demostrado que las rutinas ayudan a los niños a desarrollar la disciplina y la responsabilidad, porque crean una sensación de estructura y previsibilidad que ayuda a afrontar el día. Por eso en los colegios hay un horario estricto. Sin embargo, cuando crecemos sin disciplina no es raro que crear y mantener nuevas rutinas nos cueste la misma vida. Puede resultar difícil mantener un horario de sueño regular o administrar las horas de trabajo, por ponerte algún ejemplo. Y ese caos puede terminar desembocando en estrés porque una falta de organización es caldo de cultivo para ello.

Tienen dificultades para el autocontrol

Para un niño crecer sin normas es un sueño, pero cuando se convierten en adultos, esa falta de estructura y límites que tuvimos de niños puede desembocar en una dificultad para el autocontrol. La disciplina ayuda a que los niños manejen sus impulsos y aprendan qué es la gratificación retrasada, que en su futuro laboral tendrá grandes beneficios. Este término, estudiado por el psicólogo Walter Mischel en el famoso estudio llamado “la prueba del malvavisco de Stanford”​, hace referencia a nuestra capacidad para inhibir conductas y deseos actuales en pos de obtener una ventaja o beneficio mayor en un futuro, y para llevarla a cabo es imprescindible tener autocontrol.

Si hemos crecido sin disciplina y no hemos tenido la oportunidad de aprender esto, es más que posible que sucumbamos a placeres inmediatos, que nos cueste tener y perseguir objetivos a largo plazo y que tengamos ciertas dificultades para comprometernos.

Son procrastinadores

Aunque no todos los comportamientos de esta lista son inherentes a una crianza sin disciplina, ni todos los niños que crecieron sin ella los tendrán, lo cierto es que existe un vínculo entre la falta de disciplina y la procrastinación. La procrastinación tiene mucho que ver con la biología de nuestro cerebro, pero también con nuestras emociones. Según explicaba a la BBC el profesor Tim Pychyl, experto que ha estudiado la procrastinación en las últimas décadas, “la razón detrás de la procrastinación tiene más que ver con la forma en la que cada uno gestiona sus emociones, más que con el manejo del tiempo en sí mismo”, porque “los centros emocionales del cerebro pueden realmente afectar a la capacidad de autocontrol de una persona".

Les cuesta aceptar responsabilidades

Como decíamos, la disciplina nos ayuda a ver que lo que hacemos o no hacemos tiene consecuencias. Cuando esta no ha formado parte de tu infancia, el concepto de responsabilidad tampoco lo es. Como explican los expertos en educación de Guía Infantil, “toda responsabilidad está estrechamente unida a la obligación y al deber. Ambos conceptos constituyen la materia prima de la responsabilidad”. Sin esa disciplina, asumir la responsabilidad de las acciones, los errores o los resultados, es algo que evitarán por completo.

Son impulsivos en la toma de decisiones

Imaginemos que somos un niño. Nuestra madre nos dice que si no terminamos los deberes a tiempo, no podremos ir a jugar a la calle. Conocemos la consecuencia de no hacerlo. Pero ahora imaginemos que no hay ningún tipo de norma que nos indique lo que pasará si hacemos o no hacemos algo. La disciplina ayuda precisamente a saber que nuestros actos tendrán consecuencias, tanto positivas (como la gratificación retardada de la que hablábamos), como negativas. Sin eso en mente, lo más natural es que nuestras decisiones sean excesivamente impulsivas y sin pensar en las consecuencias que podrían tener en el futuro. En lugar de pensar las cosas detenidamente, toman decisiones impulsados ​​por emociones inmediatas.

Fotos | Vitaliy Shevchenko en Unsplash, Benjamin Elliott en Unsplash, Tati Odintsova en Unsplash

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